Nota del editor: Jason Momoa es actor y defensor mundial de la vida bajo el agua del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
Llamado a la Tierra es una serie editorial de CNN comprometida con reportar los desafíos ambientales que enfrenta nuestro planeta, además de mostrar las soluciones a esos retos. La Iniciativa Perpetual Planet, de Rolex, se ha asociado con CNN para crear conciencia y educación sobre los asuntos de sostenibilidad claves y para inspirar acciones positivas.
(CNN) — Hace siete meses, un feroz incendio arrasó mi tierra ancestral de Hawai, consumiendo miles de hectáreas, con Lahaina, en Maui, como epicentro. Según los expertos, el cambio climático y la sustitución de especies vegetales autóctonas por especies ornamentales menos resistentes al fuego potenciaron los incendios.
Casi 100 personas perdieron la vida, así como innumerables animales domésticos y salvajes. Miles de edificios quedaron destruidos y los costes de reconstrucción se estiman en más de US$ 5.000 millones. Han aparecido contaminantes cancerígenos en el sistema público de abastecimiento de agua, y la acelerada erosión del suelo amenaza con degradar aún más los corales de la isla.
Muchos más corazones se rompen a medida que los incendios forestales se extienden por los continentes hasta llegar al Ártico. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, del que soy defensor de la vida bajo el agua, afirma que para finales de siglo el número de incendios forestales en el mundo podría aumentar un 50 %.
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Los incendios forestales son solo uno de los motivos de alarma sobre el futuro de los ecosistemas del planeta. No faltan señales del desmoronamiento de la propia naturaleza a manos del hombre. Cerca de un millón de especies animales y vegetales están amenazadas de extinción. Las fuentes de agua dulce y las costas se degradan rápidamente. También los bosques, las praderas, los matorrales y las turberas. Desde las vastas sabanas y los paisajes montañosos hasta los microecosistemas urbanos y rurales, tres cuartas partes de la superficie terrestre de la Tierra han sido alteradas significativamente por la acción humana, al igual que dos tercios de los océanos del mundo, que constituyen el 70 % de la superficie terrestre.
Varias semanas después de que los incendios convirtieran en cenizas gran parte de nuestra histórica ciudad de Lahaina, los periódicos se deshicieron en elogios hacia un colosal baniano de 150 años que había sido carbonizado y del que luego brotaron nuevas hojas verdes. Por muy alentadoras que sean la resistencia y el renacimiento espontáneo de la naturaleza, no bastan para sanarla al ritmo que necesitamos.
El daño causado a la naturaleza desde los albores de la era industrial es tan extenso que hay que esforzarse por proteger lo que queda y restaurar lo que se ha degradado. Esto significa actuar de inmediato, aunar esfuerzos y trabajar juntos desde los polos hasta las islas del Pacífico.
La clave de este éxito será situar los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas y las voces de las comunidades en el centro de nuestra toma de decisiones de cara al futuro. Los sistemas occidentales han cegado nuestra visión. Los pueblos indígenas protegen la tierra, la Tierra.
Tenemos que volver a permitirles que lo hagan. Debemos aplicar este pensamiento a la recuperación de Lahaina, con las organizaciones locales y las iniciativas de base al frente y trabajando sin descanso para apoyar a su comunidad.
Aprovechar la sabiduría colectiva de los hawaianos, un pueblo que lleva más de 2.000 años viajando por el Pacífico, utilizando métodos tradicionales de navegación para recorrer más de 3.800 km de camino hacia y desde Tahití, exige reconocerlos como los pueblos indígenas del océano.
Los Gobiernos también están empezando a actuar: los 193 países miembros de las Naciones Unidas se comprometieron a una Década de la Restauración y a recuperar 1.000 millones de hectáreas para finales de esta década, una superficie del tamaño de China. En el crepúsculo de 2022, se alcanzó un acuerdo histórico para proteger la naturaleza, al que siguió el primer acuerdo de la historia para proteger la alta mar y otras decisiones históricas.
Sobre el terreno, los esfuerzos más visionarios del mundo para reconstruir la naturaleza están teniendo lugar ahora, recuperando cada vez más espacios ocupados por el hombre. Desde una iniciativa para salvar los bosques andinos en siete países y a lo largo de 4.800 km, pasando por la ampliación de la cubierta de manglares de Sri Lanka en un 50 %, y un bosque restaurado que ayudó a duplicar la población de tigres de Nepal; desde esfuerzos de regeneración en colaboración con agricultores de Senegal a Tanzania para crear cientos de miles de puestos de trabajo y devolver la vida a vastas zonas afectadas por la desertificación, pasando por inversiones de comunidades pakistaníes en la restauración de más del 30 % de la cuenca del río Indo tras las mortales inundaciones que asolaron el país, hasta la mayor iniciativa de restauración de la historia para prevenir incendios forestales en todo el Mediterráneo.
Estas siete iniciativas han sido reconocidas como proyectos emblemáticos de restauración mundial de las Naciones Unidas.
La semana pasada en Nairobi, en una asamblea de ministros de Medio Ambiente de todo el mundo, la restauración ocupó un lugar destacado en los debates de los ministros y otros dirigentes de más de 180 naciones.
Los actos de bondad hacia la naturaleza son virales y pueden inspirar nuevas acciones de particulares, comunidades, ONG, celebridades, instituciones científicas, empresas y Gobiernos. Las soluciones están destinadas a engendrar más esperanza, y cada acción individual puede acumularse en una ola masiva de cambio, que yo llamo mana (fuerza vital espiritual) nalu (ola).
Incluso sin superpoderes, somos las criaturas más poderosas de la historia de la Tierra. Depende enteramente de nosotros determinar cómo se desatará ese poder.
¿Restauramos Lahaina y otras zonas degradadas utilizando soluciones basadas en la naturaleza que se construyen en lo que ha funcionado durante siglos, o dejamos que poderosas empresas con ánimo de lucro arrollen nuestras voces? Mi llamamiento a nuestra generación es que adopte y defienda la restauración de la naturaleza y empiece a hacer olas.