Lo antipolítico como peligro al orden establecido

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Según Marcos Hernández Carballido, “la antipolítica es la antítesis de la gestión pacífica del conflicto y la diferencia en el marco de sociedades desiguales y plurales, que, en sus formas extremas, habilita la aniquilación del otro como solución del conflicto. En este sentido, supone una incompatibilidad con la democracia.” (Revista Uruguaya Ciencias Políticas, [online]. 2023, vol.32, n.1, pp.9-29).

Partiendo de esta definición, podemos decir que el argumento antipolítico trae consigo una serie de peligros para el orden establecido por el régimen democrático y atenta contra los derechos humanos.

Detrás de todo el discurso antipolítico se esconde una tremenda falta de respuestas a los desafíos del mundo actual, por parte de quienes buscan el descredito de la política. El oportunismo hace que muchos actores sirvan de tontos útiles en beneficio de los que aspiran a volver a un mundo sin Estado, una especie de regreso al mundo persa que presidió al mundo griego.

El peligro ante el fracaso de estos oportunistas se encuentra en la neomilitarización del poder y el regreso de la autocracia en cualesquiera de sus manifestaciones.

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Pareciera que las familias en el mundo occidental se descuidaron en la formación de sus hijos respecto a las tragedias vividas por sus abuelos bajo la egida del militarismo hasta muy avanzado los decenios del siglo pasado, en donde la autocracia bajo la carreta del fascismo socavó los derechos fundamentales del hombre, enterrando los derechos humanos hasta el más profundo de los abismos.

Para los ciudadanos menores de 40 años el mundo democrático que disfrutan y del que se quejan, los regímenes militares son a veces fábulas de ensueños, desconociendo que este es un fenómeno que se encuentra en las raíces de la historia de los mayores de 60, muchos de ellos víctimas vivas de las atrocidades de la militarización del poder político.

Al estudiar el fenómeno histórico-político de Hispanoamérica, nos podemos dar cuenta que el Estado nació desde un ejército libertador que derrotó a los imperialistas europeos y a su poderosa organización estatal europea, aunque la nación dominicana es una excepción a esa regla, porque su independencia nace al expulsar de su territorio a un vecino que le invade y gobierna durante 22 años.

Luego del acontecimiento bélico en la América española, nace el Estado desde un escenario militar no desde una decisión ciudadana, lo que nos diferencia de los Estados Unidos, en donde los libertadores fundan el Estado desde una acción política y ciudadana, para entonces enfrentar al ejército inglés.

Es el Congreso que gobierna con una constitución votada por civiles, y, luego este poder constitucional nombra a los generales que enfrentan al poderío imperialista, para luego elegir un gobernante que resultó ser el líder del ejercito libertador.

En la América española el Estado surge desde los ejércitos, por lo que no fue una decisión de una legión de ciudadano disgustados que se tornan organizados, emiten un orden constitucional y luego enfrentan al ejército imperialista desde una visión civilmente constituida por un congreso que guía y decide.

La realidad es (como muestra un botón: República Dominicana), es decir nosotros, que formamos un ejército libertador para luego fundar un Estado nacional, que puede ser lacerado desde las fuerzas militares con la facilidad que lo hizo Pedro Santana en los albores de la fundación de la república, con solo apostarse en un sitio con su ejército, logra destituir a los verdaderos fundadores del ideario nacional, quienes quedan relegados y olvidados.

Dos cuestiones fundamentales se dan en la América española que hacen al Estado débil frente a los militares, primero, el Estado nace desde los ejércitos y el Estado no emerge desde la nación sino al revés, porque es el Estado que hace nacer a la nación.

Desde esa realidad y con muy pocas excepciones, los jefes militares se veían como salvadores de las poblaciones civiles que componían la sociedad colonial.

Saquen ustedes las conclusiones de por qué en la cultura de la América hispánica se mantiene vivo el militarismo como esperanza de orden, seguridad y estabilidad.

Por Francisco Cruz Pascual

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