Muere el arquitecto Antonio Fernández Alba a los 96 años

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El arquitecto salmantino Antonio Fernández Alba ha fallecido hoy a los 96 años. Galardonado con el premio Nacional de Arquitectura y el Nacional de Restauración, fue el primer arquitecto en formar parte de la Real Academia Española.

Nacido en Salamanca en 1927, se trasladó a Madrid con veinte años. Allí obtendría los títulos de arquitecto y aparejador y entablaría contacto con los artistas junto a los que integraría el grupo El Paso, colectivo creado en 1957 y que definió la vanguardia española de la posguerra. Ese mismo año estableció su despacho profesional, iniciando su andadura bajo la influencia de la arquitectura de Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto.

La influencia de este último, junto a la obra de otros arquitectos nórdicos como Asplund y Utzon, es patente en el Convento del Rollo, construido en su ciudad natal y en donde esa mirada sobre la modernidad se integraba con los colores y texturas de la parte vieja de Salamanca. Esta obra le haría merecedor en 1963 del premio Nacional de Arquitectura, uno de los incontables galardones que recibiría a lo largo de su trayectoria.

A este mismo periodo pertenecen el Colegio Nuestra Señora S. María (Madrid, 1961), el Colegio Montfort (Loeches, 1965), el proyecto para la Biblioteca del Instituto de Cultura Hispánica, realizado junto a J. L. Fernández del Amo (1964) y el Poblado de la Central Nuclear de Zorita (Guadalajara, 1965). (Este último, recientemente noticia por el interés de quienes fueron sus antiguos habitantes en rehabilitar las 59 viviendas abandonadas cuando el gobierno de J. L. Rodríguez Zapatero ordenó desmantelar la central).

Una estancia en EE.UU durante 1967 que lo aproximó a la obra de Louis Kahn imbuiría a su arquitectura de una rigurosa monumentalidad, un ‘ethos’ que buscaba recalcar la trascendencia y significación de la arquitectura pública. El Colegio Mayor Hernán Cortés (Salamanca, 1970), el Instituto Geográfico y Catastral (Madrid, 1978), la Escuela de Arquitectura de Valladolid (1979) y el Tanatorio de la M-30 (Madrid, 1984) destacan de este periodo, donde la obra de Fernández Alba transita junto al cambio del escenario político en España. Ocuparía brevemente algunos puestos oficiales en la Administración: director del Centro de Investigación de Nuevas Formas Expresivas (1977) y director del Instituto de Conservación y Restauración (1985-86), un ámbito –el del patrimonio- en el que realizaría intervenciones como la Restauración del Observatorio Astronómico de Juan de Villanueva (1978) y la restauración del Hospital de Atocha, actual sede del Museo Reina Sofía (1986).

Profundamente crítico con la deriva anárquica y delirante de la arquitectura icónica de finales de la década de 1990 y comienzos del siglo XXI, ante la cual confesaba sentirse «como en un archipiélago en bruma», se ocupó en ese periodo de la creación de campus universitarios en varias ciudades de España. Desde 1959, año en que comenzó a impartir clases en la Escuela Técnica Superior de Madrid como ayudante de cátedra de Antonio Cámara, hasta ganar en 1970 la Cátedra de Elementos de Composición, que ocuparía hasta su jubilación en 1997, la docencia tuvo un importante papel en la trayectoria de este arquitecto intelectual y profundamente culto, que fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1989 y que desde 2005 ocupó la silla o en la Real Academia Española.

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