Muere Paul Auster, gigante de las letras de EE.UU.

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«Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento». Paul Auster cerró así desde el Teatro Campoamor de Oviedo su discurso de agradecimiento por el Premio Príncipe de Asturias de Literatura que recibió en 2006. Ese último aliento ha llegado, 18 años después, este martes, un día de primavera tormentosa de Brooklyn, su casa de las últimas cuatro décadas. Su amiga Jacki Lyden confirmó a varios medios estadounidenses el fallecimiento del escritor, que tenía 77 años.

Auster, autor de ‘Trilogía de Nueva York’, la obra que le llevó en la década de 1980 a una fama literaria de la que nunca se bajaría, padecía un cáncer de pulmón. Su mujer, la también escritora Siri Hustvedt, también Premio Princesa de Asturias, anunció en marzo del año pasado que la enfermedad fue diagnosticada en Auster en diciembre de 2022. Una de las últimas veces que se vio al escritor en público en Nueva York fue en agosto de ese año, en un acto de apoyo a Salman Rushdie, que acababa de sufrir un intento de asesinato, en la escalinata de la Biblioteca de Nueva York.

«Viendo a Paul he comprendido lo que es la gracia cuando se tiene presión», explicaba Hustvedt sobre la enfermedad de su marido en un mensaje en Instagram de agosto del año pasado. «Sólido y sin quejas, ha hecho de este tiempo de enfermedad, que ya dura casi un año, algo bonito, no feo». En otro mensaje en la misma red social del pasado 20 de febrero, aseguraba que Auster «no ha abandonado la Tierra del Cáncer -como ella ha llamado a la convalecencia-, pero está estable en estos momentos».

Auster falleció en su casa de Park Slope, un barrio coqueto de Brooklyn, a un paso de Prospect Park, plagado de ‘brownstones’, los adosados señoriales con escalinatas de piedra que se esparcen por todo este distrito neoyorquino. El escritor fue el gran responsable de la reactivación de la gloria literaria de Brooklyn, donde moraron desde Walt Whitman hasta Norman Mailer.

No era difícil ver a Auster por su barrio, con su perro, en la cafetería Second Street Cafe -que lleva años cerrada- o en las librerías locales. Pero era más fácil todavía encontrarlo en los estantes de estas últimas: Auster deja una obra monumental, con 34 libros, incluidas 18 novelas, varias memorias, obras de teatros, guiones, poesía y colecciones de relatos.

Su seña de estilo fue una narrativa posmoderna, fraccionada, deconstruida. Empezó a ser conocido por ‘La invención de la soledad’, unas memorias sobre su relación con su padre recién fallecido. Y tomó vuelo con ‘La ciudad de cristal’, la primera de las tres novelas que formarían la ‘Trilogía de Nueva York’, considerada una de las obras literarias más importantes sobre la Gran Manzana. La primera parte fue rechazada por 17 editoriales antes de encontrar cobijo en un sello modesto de California en 1985.

Más tarde llegaron otros grandes éxitos de crítica, como ‘El palacio de la luna’, ‘Leviatán’ o el ‘Libro de las ilusiones’. En su prolífica obra, intentó siempre estirar las posibilidades de la literatura. «La mayoría de los escritores están perfectamente satisfechos con los modelos literarios tradicionales y contentos de producir obras que sean bonitas, verdaderas y buenas»; escribió en ‘Una vida en palabras’, un libro de conversaciones con el danés I.B. Siegumfeldt sobre su propia obra. «Yo siempre he querido escribir algo que para mí sea bonito, verdadero y bueno, pero también estoy interesado en inventar formas nuevas de contar historias. Quería poner todo del revés».

Auster también quiso hacer mucho más que escribir novelas de éxito. Por ejemplo, dirigir películas, algo que hizo en varias ocasiones. Pero su pasión, desde edad temprana, además del béisbol, era la escritura. «No sé por qué hago lo que hago. Si lo supiera, es probable que no sintiera que necesito hacerlo», arrancó en su discurso en Oviedo sobre su dedicación a escribir. «Solo sé, y lo digo con total certidumbre, que he sentido esta necesidad desde la adolescencia más temprana».

Austin nació en 1947 en Newark, en New Jersey, ,en la otra orilla del mismo río Hudson que recorre Manhattan, en el seno de una familia judía. Estudió literatura comparada en la Universidad de Columbia, en la que participó en las protestas estudiantiles contra la guerra de Vietnam (el destino ha querido que su fallecimiento coincidiera con el despliegue esa misma noche de la policía en su ‘alma mater’, por protestas pro-palestinas). Anheló estudiar cine en París y solo cumplió la segunda parte del sueño. Allí sobrevivió con traducciones de literatura francesa mientras escribía sus primeros textos. Con el tiempo, Auster sería idolatrado en Francia y en otros países europeos, como España. Seguro que el rostro de Auster, dominado por unos ojos caídos en dos bolsas enormes, pasaba más desapercibido por las calles de Brooklyn que por las de París o Madrid.

La pérdida humana es una de las constantes de su obra. También en su última novela, ‘Baumgartner’, publicada el año pasado y acabada con el diagnóstico del cáncer encima de la mesa, donde la vejez y la muerte tienen un gran peso.

Es un elemento que saltó, con un carácter trágico difícil de superar, de las páginas de sus libros a su vida. Uno de sus dos hijos, Daniel, murió a los 44 años de sobredosis en la primavera de 2022. Unos días antes, había sido imputado por la muerte de su hija de diez meses. Se había quedado dormido después de meterse heroína y cuando despertó se encontró a la pequeña muerta. Los forenses determinaron que se había intoxicado con heroína y fentanilo.

Auster evitó hablar de la muerte de su hijo, una de las tragedias personales que han marcado su vida. Sí lo hizo sobre el disparo con el que su abuela acabó con su abuelo. O sobre el amigo de la adolescencia al que le fulminó un rayo en un campamento de verano, cuando él estaba a su lado. Hoy que todo el mundo hablará de su muerte, ojalá el propio Auster para contar su tragedia última.

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