Jorge Castillo, Premio Nacional de Arte Gráfico: “Para mí el éxito es acabar un cuadro, poder ponerle la firma”

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Pasados los 90, Jorge Castillo disfruta y exhibe una mente privilegiada. Una suerte de sensibilidad que le ha llevado a ver el mundo de una manera particular y a reflejarlo entre la prosa del surrealismo y la poesía de la realidad, en sus obras. Unos trabajos que ahora le han valido el Premio Nacional de Arte Gráfico, que convoca la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a través de la Calcografía Nacional.

Nacido en Pontevedra en 1933, el arte y el destino le hicieron de vela de un barco que le llevó a fundar en Buenos Aires su primer estudio siendo apenas un adolescente. Guiones, poesía y arte gráfico le llevaron más tarde a Nueva York, donde tuvo su estudio en el populoso Broadway y de nuevo a nuestro país, pasando por medio mundo.

La exposición que ahora acoge el Museo de la Academia es la más importante celebrada en España con sus grabados, sólo superada por las exposiciones del Cabinet des Estampes de Ginebra en 1971 y el centro Kestner-Gesellschaft de Hannover en 1973.

Jorge Castillo nos recibe entre sus obras. Su melena blanca enmarca un rostro serio que a ratos se permite sonreír y sobre su bastón se apoya la elegancia de un cosmopolita clásico.

“No he recibido muchos premios… unos cuantos. Siempre suponen una alegría si son justos”, explica. No siempre bienvenidos, según revela: “Me dieron una vez uno que no acepté y no voy a decir cual es, ni de dónde, pero no lo pude aceptar”. El de la Academia, sin embargo, es “una alegría muy grande, un honor”. 

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Pero el éxito de un artista que lleva más de siete décadas trabajando no se mide en premios. “Se suele considerar el éxito como el reconocimiento público, pero para mí el éxito es acabar un cuadro, poder ponerle la firma”, hace ver Castillo, que en ocasiones tarda en alcanzar ese éxito “dos o tres días”. Otras, hasta los 15 años que ha llegado en considerar acabado un cuadro, en obtener “la obra que quería”.

Sobre cómo ha evolucionado el arte a lo largo del tiempo, Jorge Castillo celebra los tiempos en los que el arte era público, cuando se vivía “el triunfo de la cultura”. Siglos XVIII, XIX, y parte del XX vivieron “una época muy buena” y llegados a nuestros días, el mercado abre y cierra puertas, y abre y cierra los ojos al arte, con “las listas de lo que hay que ver y lo que no hay que ver”.El mercado del arte se ha apoderado del alma de la obra de arte hecha por el artista”, sentencia Castillo.

En nuestros días, “la cultura fracasa todo el rato. Lo vemos con las guerras que hay, que son un fracaso de la cultura y de la civilización”, expone el artista, que con todo, siente el reconocimiento paseando por su exposición. “Me encanta verla”, asegura, aunque confiesa con buen humor: “Tengo mis opiniones sobre mis propias obras, pero no la divulgo“.

Sin embargo, Jorge Castillo no desperdicia ese motor que puede ser el ego, que es “un gran peligro y al mismo tiempo es un gran instrumento”. “El ego hay que sacarlo de uno y ponerlo en la obra, porque es energía”, explica el artista.

En la novena década de su vida, Jorge Castillo sigue trabajando. No dejará de hacerlo. “Yo pintaré el día antes de morirme“, asegura con un aplomo que lo hace más que creíble.

Entre el surrealismo y el preciosismo de sus obras siempre hay un retrato de Jorge Castillo. “Soy completamente emocional. Lo único que me interesa es transmitir en los cuadros mis emociones“. ¿Y qué le emociona? “El mundo me emociona, la gente, la naturaleza… A veces, trágicamente, cuando pasan cosas que están pasando ahora. Y a veces con alegría, porque el mundo de pronto se vuelve bello por un tiempo, por unos años o unos minutos”.

“No veo mi obra como algo trascendente, sino como algo pasajero que yo he hecho, la trascendencia se la quedará ella sola o no se la quedará“, dice Castillo, agudo como un buril de los que utiliza.

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