La inquietante novela de un exagente del Mossad que anticipó un ataque de Hamás contra un kibutz en 2017

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Mishka Ben-David pasó 12 años en el Mossad. Ese paso por la agencia de espionaje israelí le dio una visión única acerca de las operaciones y conflictos en la zona, que convirtió en fuente de inspiración novelas de suspense e intrigas policiales. Desde el ataque de Hamás del 7 de octubre, uno de sus best-sellers, ‘El tiburón’, ha adquirido un aire inquietantemente profético.

Publicado en 2017, Ben-David abre el libro con una incursión de de Hamás en el kibutz Kfar Aza, donde varios comandos del grupo terrorista mataron a decenas de personas en su ataque. También imagina un bombardeo iraní contra Israel y una potente réplica israelí contra Irán, y relata una escalada bélica fatal.

Lejos de vanagloriarse de sus premoniciones, este exagente del Mosad afirmó sentirse preocupado por las próximas páginas de una historia que no está escrita en ningún lado. «Estamos a un paso» de que ello ocurra, comenta a AFP el exespía, de 72 años. Su casa, en la localidad de Ramat Raziel y con la Franja de Gaza en el horizonte, tiene una esquina dañada. «Es una marca de la explosión de un cohete disparado desde Gaza, que estalló muy cerca de aquí» durante los enfrentamientos de 2014 entre Israel y Hamás, que gobierna el territorio palestino, explicó Ben-David.

Ese conflicto duró dos meses e incluyó una ofensiva terrestre israelí, pero al igual que los anteriores, «no concluyó con un ataque decisivo ni con un acuerdo de paz, por lo cual era evidente que los enfrentamientos se reanudarían», afirma.

Netanyahu y el veneno

Ben-David, autor de una veintena de libros, definió los escenarios de ‘El tiburón’ recorriendo las localidades del sur de Israel fronterizas con la Franja de Gaza. «Estando allí, me pregunté: ‘Si yo fuera del Hamás ¿cuál sería el mejor lugar para llevar a cabo un ataque?’ (…) Esos kibutz estaban protegidos en lo cotidiano para enfrentar un ataque en un solo lugar, pero no para una invasión general», incidió.

Ben-David fue consciente de que una operación militar o de los servicios de seguridad pueden fallar. En septiembre de 1997, fue uno de los implicados en una de las operaciones más rocambolescas del Mossad: la tentativa de asesinato en Ammán, la capital de Jordania, del dirigente de Hamás Jaled Meshal. La operación se decidió tras un atentado suicida cometido en julio, reivindicado por Hamás, en el principal mercado de Jerusalén, que había dejado 16 muertos y más de 160 heridos.

En esa ocasión, Ben-David se encontró en el imprevisto papel de tener que entregar el antídoto del veneno que se le había administrado a Meshal, por orden de Benjamin Netanyahu, en su primer mandato al frente del gobierno israelí. «Propusimos varios métodos para matar a Meshal. Colocar una bomba bajo su coche, recurrir a un francotirador, matarlo a quemarropa, pero Netanyahu dijo: ‘Quiero un método para matarlo en silencio, sin dejar rastros’», contó a la citada agencia Ben-David.

Finalmente, se optó por el veneno. «Dos agentes consiguieron rociar» a Meshal con la sustancia, agregó el escritor, que por entonces era jefe de informaciones de la unidad operativa del Mossad. «Yo tenía el antídoto, en caso de que uno de los agentes fuese afectado por la sustancia», precisó.

Pero finalmente fue Meshal quien recibió el antídoto, pues Jordania lo reclamó para liberar a los dos agentes israelíes que habían sido capturados en el atentado. La identidad de Mishka Ben-David saltó a la luz tras el fracaso de esta operación y dejó el Mossad en 1999. Hijo de una pareja de sobrevivientes del Holocausto nazi, este padre de tres hijos ve el futuro de su país sin una línea de continuidad clara. «El pueblo de Israel existe desde hace más de 3.000 años, es algo formidable, pero ningún país es eterno», comentó.

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