¿Qué hacemos con los espías de China? El gran desafío de la contrainteligencia europea

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Si el espionaje es la segunda profesión más antigua del mundo, la revelación de que China mantiene un importante tejido de espías en Europa no debería ser demasiado sorprendente. Sí lo ha sido, en cambio, el hecho de que un número importante de ellos —pertenecientes a tres redes diferentes en Alemania y Reino Unido— hayan sido desenmascarados al mismo tiempo, en menos de 48 horas. El lunes por la mañana, la fiscalía alemana anunció la detención de tres compatriotas acusados de entregar información sobre tecnologías con posibles usos militares a operativos de la inteligencia china, con quienes llevaban en contacto al menos desde 2022. Pocas horas después, dos británicos eran imputados por cargos similares. Y este martes, la policía alemana detuvo al asistente de un político de Alternativa para Alemania, de nacionalidad china e identificado como Jian Guo, por espionaje.

Según el diario Zeit Online, “los investigadores acusan a Jian G. de haber espiado a la oposición china exiliada en Alemania. Se le imputa haber trabajado en varias posiciones en grupos de oposición y recogido información sobre disidentes chinos. Esto lo reportaba a China”. Este medio añade: “Jian se ofreció a sí mismo como informante a las autoridades de seguridad alemanas hace más de diez años. Sin embargo, pronto emergieron sospechas de que lo hacía en interés del estado chino. Era indicativo que por un lado parecía un fervoroso partidario del presidente Xi“. Su carrera como infiltrado para la inteligencia china, en marcha desde al menos 2019, parece definitivamente truncada.

Todo esto se suma al descubrimiento, en los últimos meses, de que el europarlamentario belga de ultraderecha Frank Creyelman es un activo del Ministerio de la Seguridad del Estado de China al menos desde el año 2019; de una complicada operación de ciberespionaje chino en EEUU, Reino Unido, Nueva Zelanda y República Checa; y de una trama para enredar a múltiples oficiales de inteligencia británicos en trampas sexuales por parte de individuos vinculados con la inteligencia china. Por no hablar sobre el escándalo de las comisarías secretas: la revelación de que China mantiene más de un centenar de centros policiales informales de aspecto inofensivo sin informar a las autoridades locales, con el objetivo de controlar a la diáspora china en países de todo el mundo, incluida España. ¿Qué está pasando?

“Ante la ofensiva china, ¿para cuándo el gran despertar occidental?”, se preguntaba un documental emitido en la cadena francesa France TV el pasado 3 de marzo, titulado China: Operaciones Secretas, que describía en detalle algunas de las actuaciones recientes más significativas de la inteligencia del gigante asiático. Y la realidad es que, pese a que los diversos aparatos de contrainteligencia del continente —a veces, en contra de la política de sus propios gobiernos, como en Hungría— son plenamente conscientes de los riesgos que presenta el espionaje chino, en muchos casos China no es vista como una prioridad ni aparece en las directivas de inteligencia lanzadas desde el poder político.

El problema del ‘ami-enemigo’ chino

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Fuentes europeas en el ámbito de la seguridad y la inteligencia estratégica han señalado a El Confidencial el difícil problema que plantea China, que a diferencia de Rusia —hoy ampliamente percibida en casi toda Europa como un actor hostil— es un importantísimo socio comercial a la par que un “adversario sistémico”, tal y como lo definió Bruselas por primera vez en 2019, una calificación que fue fuertemente refutada por Pekín. En aquel momento, el ministro de exteriores chin Wang Yi aseguró que “la cooperación es el elemento principal en las relaciones China-Europa“, y que “en el pasado, el presente y el futuro seguirá siendo igual”.

Pero la entrada de capital chino en determinados proyectos culturales o científicos puede servir de puerta de entrada para las actividades de los servicios de inteligencia chinos. Casos como la financiación por parte de ciudadanos chinos de universidades europeas en dificultades económicas, como ocurrió recientemente con la Universidad de Ciencias Económicas de Brest, en Francia, generan estos interrogantes. Como explica un veterano de un servicio de contrainteligencia europeo, con China a veces es muy difícil distinguir entre lo que es espionaje, lo que es una operación de influencia y lo que es legítima cooperación internacional.

“Vladímir Putin quiere destruir el orden internacional. China quiere cambiarlo“, explica el exsenador francés André Gattolin, del partido Renacimiento de Emmanuel Macron y vicepresidente del Comité de Asuntos Extranjeros del Senado galo —y destacado crítico de las operaciones de influencia chinas en Francia y Europa—, en el mencionado documental. La sucesión de escándalos en los últimos años, de los que los sucesos de esta semana son solo el último ejemplo, muestra que las intenciones de China hacia Europa no son siempre benévolas.

China cuenta con varios organismos centralizados de inteligencia, como el llamado Ministerio de Seguridad Pública, que tiene asignadas tareas de contraespionaje pero que es esencialmente una institución policial, o la Oficina de Inteligencia del Departamento del Estado Mayor, dedicado a cuestiones de inteligencia militar. Pero la principal es la agencia dedicada al espionaje exterior de China, el Ministerio de Seguridad del Estado (‘Guojia Anquan Bu’, en chino, generalmente abreviado como Guoanbu) cuenta con unos 110.000 empleados, lo que la convierte en el mayor servicio de inteligencia no solo del mundo, sino también de la historia. Ni siquiera el KGB en su punto álgido llegó a tener tanto personal.

Traición en Francia

Todos ellos son herederos de la llamada Sección de Servicios Especiales, establecida por Mao Tse-tung en 1927 como reacción a la llamada ‘matanza de abril’, poco después de que el Partido Comunista Chino fuese casi exterminado tras ser traicionado por los nacionalistas del Kuomintang (un episodio que el escritor francés André Malraux noveló magistralmente al final de su obra ‘La condición humana’). El Guoanbu, creado en 1983, lleva décadas creando serios quebraderos de cabeza a los cazadores de espías occidentales, sobre todo estadounidenses y australianos. Y, cada vez con mayor frecuencia, a los europeos.

En 2017, las autoridades francesas detuvieron a dos miembros de la DGSE, el servicio de inteligencia exterior galo, por proporcionar documentos secretos a China. El primero, Henri Magnac, llevaba haciéndolo desde nada menos que 1998. Su historia es digna de novela: enviado a Pekín como jefe de estación de la DGSE dos años antes, tuvo una aventura extramatrimonial con la intérprete de la embajada, una joven veinte años más joven que todo el mundo sospechaba que estaba relacionada con los servicios de inteligencia chinos, como la mayoría del personal laboral asignado por el gobierno chino. Cuando la mujer de Magnac descubrió la infidelidad de su marido, le pidió al embajador francés que exigiera que le destinasen a otro lugar, cosa que la DGSE se apresuró a hacer. Resentido, Magnac empezó a espiar para el Guoanbu, que le pagaba 10.000 euros por cada entrega de documentos.

A medida que iba envejeciendo y perdiendo acceso a documentación sensible, Magnac recibió el encargo de buscar un posible reemplazo. Lo hizo en la figura de Pierre-Marie Hyvernat, de 54 años, con dos décadas de carrera en el servicio a sus espaldas. Hyvernat era el candidato ideal para una traición de este tipo: tenía deudas, bebía en exceso, consideraba que la DGSE no apreciaba sus excepcionales cualidades, y su ideología de extrema derecha le llevaba a percibir a Francia como una potencia en declive, vendida a los americanos. Hyvernat se pasó la década siguiente viajando a destinos turísticos exóticos como Isla Mauricio o las Seychelles, donde se reunía con su oficial de caso chino para suministrarle información clasificada. En cada ocasión recibía entre 10.000 y 20.000 euros, dependiendo de su importancia. Pero cometió el error de ingresar ese dinero en su cuenta familiar, que fue detectado por las autoridades antifraude francesas, lo que condujo a su caída y la de Magnac. En 2020, ambos fueron condenados a 12 y 8 años de prisión, respectivamente.

En España, según ha podido saber El Confidencial, no se ha producido ningún caso similar, pero no se descarta que ocurra alguno en un futuro próximo, dada la agresividad con la que se está comportando la inteligencia china a la hora de reclutar fuentes y recabar información por todos los medios disponibles.

El DSN advierte sobre los espías chinos

De hecho, poco a poco la profundidad de este problema parece estar calando a todos los niveles. Por ejemplo, a diferencia de años anteriores, el último informe anual del Departamento de Seguridad Nacional publicado a principios de este mes menciona por primera vez a China (y a Rusia) por nombre en cuanto a este tipo de actividades.

En la sección ‘Espionaje e Injerencias desde el Exterior’, el informe dice: “Los SI [servicios de inteligencia] de China siguen muy activos en la obtención de información sobre decisiones de la UE y de la OTAN, especialmente las relativas a la posición de la UE en temas de interés para China, y a la posible proyección de la Alianza Atlántica en el ámbito Indo-pacífico. Para ello, siguen captando y dirigiendo desde China a fuentes europeas próximas a los ámbitos mencionados”. El documento prosigue: “Por otra parte, sigue creciendo el empleo por parte de los SI chinos de agentes ‘no tradicionales’, tanto para la obtención de información, especialmente en el ámbito científico/tecnológico, como para la injerencia en decisiones de la Administración que afecten a los intereses de China“.

“Los SI [servicios de inteligencia] de China siguen muy activos en la obtención de información sobre decisiones de la UE y de la OTAN”

Aunque la forma en la que está redactado resulta algo críptica, el informe alerta de forma contundente sobre las actividades de espionaje chinas en nuestro país y sus estrategias para llevarlas a cabo: “En España, China continúa desarrollando diversas capacidades que podrían ser empleadas para la ejecución de una estrategia híbrida. Los objetivos están enfocados a la obtención de información política, militar o científico-tecnológica, así como a la construcción de redes de influencia en las altas esferas de poder político y económico, con capacidad para ejercer presión sobre temas de especial interés o sensibilidad“. Y añade: “Estas actividades encuentran un mayor grado de optimización del éxito cuando se combinan con otras, como el uso de la colonia china residente en España, del poder blando en el terreno sociocultural o la recepción de inversión china que pueda suponer una oportunidad económica y financiera para nuestro país”.

Lo que viene a implicar este documento es que nuestro país, contrariamente a lo que podría pensarse, resulta un objetivo de primer nivel para la inteligencia china, que además utiliza medios muy diversos para recabar información sensible. Que en España no haya saltado ningún escándalo relacionado con los espías de China no significa que estos no estén presentes en nuestro territorio, o que no estén tratando de robar los secretos del estado. El que se haga público algún caso también aquí es, probablemente, mera cuestión de tiempo.

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