Helmut Newton, el porno de la corsetería

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Helmut Newton vivió ejerciendo el sacerdocio de la mujer. Se le abrevia a menudo como fotógrafo de desnudos, pero lo es y no lo es, porque su empleo no pretende la memoria de la anatomía sino la inauguración del erotismo. Las mujeres de Newton, famosas o no, pero siempre monumentales, parece que fueran a un cóctel de etiqueta, pero vestidas sólo de un fastuoso zapato de tacón. Podríamos decir que practican una aristocracia del exhibicionismo.

Newton ha logrado toda una cátedra en su oficio de arte, que incluye el ‘voyeurismo’ de encuadre, sobre todo, y lo logra poniendo unos tacones cuando no tocan, o una bigarda entera y sin falda también cuando no toca, en el hall de un hotel o en una sala de discursos. Así, lo usual o cotidiano se vuelve desconocido, asombroso, casi entresoñado, según la máxima surrealista de ubicar objetos ahí donde no tienen razón alguna.

No practicó la estafa del photoshop, porque estamos ante un artista analógico, que escoge sus modelos con línea de estatua

Las musas de Newton van desde Carla Bruni hasta Catherine Deneuve, y luego hay todo un pueblo de gigantas anónimas que parecen todas la misma, porque Newton se decanta por la chica alta, y atlética y como tirando a la valquiria que ya no sabemos si aún existe. Las musas de Newton logran parentesco con las musas doradas de Hitchcock, sólo que Hitchcock no soportaba a las morenas, «porque se les nota el sexo en la cara», y Newton sí. Sobre todo, si se les nota el sexo en la cara. Hemos citado a Carla Bruni y a Catherine Deneuve, pero hay más: Mónica Belluci, Sigourney Weaver, Nastassja Kinski e incluso Grace Jones. A algunas les hizo el retrato de curioso que se demora ante una famosísima, y a otras las adornó de desnudo de mirón embelesado.

Todo se comprueba y disfruta hoy en una exposición antológica, en el Muelle de Batería, en La Coruña. Newton no practicó la estafa del photoshop, porque estamos ante un artista analógico, que escoge sus modelos con línea de estatua. Se trata de pillar la perfección femenina en un descuido, porque la mujer es «un descuido entre dos camisas», como escribió el poeta, o bien un morbo que está a punto de ponerse o de quitarse unos zapatos de Manolo Blahnik. Insisto en lo de los zapatos porque me parecen la gran apuesta erótica o erógena del fotógrafo, que incluso se fotografió sentado, con zapatos de corista, en su autorretrato de mayor gloria. Sabe Newton que el erotismo consiste en el susto, y en su ahínco por darnos siempre ese dulce susto ha descubierto que el zapato femenino es ropa interior. Porque el erotismo es sorpresa, o se queda en un anuncio de contactos. Naturalmente, Newton acuñó un estilo, entre el destape de suite y un porno de corsetería, casi. De eso se ha hablado mucho. Pero se ha abundado menos en que popularizó un modelo de mujer, que es la sofisticación a la que un flashazo ha pillado descomponiendo la estampa. Sus fotos, aunque muy pensadas de pose, son siempre un robo, porque un robo es la mirada del fanático de la mujer. Sus mujeres llevan siempre liguero, aunque no lo lleven. El desnudo cuerpo femenino, en la fotografía reciente, tiene, en una punta, a Hamilton, que fotografiaba ninfas, todas como un poco cansadas de su propia juventud, y en la otra punta a Newton, que hace enseguida de toda modelo una duquesa alemana con el liguero de guerra. Diríamos que van a la ópera con la cara ropa nocturna que nunca llevan.

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