Las tres cabezas del Cerbero israelí no se soportan y eso no ayuda en la respuesta a Irán

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Si creemos que la cara es el reflejo del alma y que el gobierno de un país es el de su gente, Israel puede estar tan dividido como su gabinete de guerra, formado por el primer ministro, Benjamin Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el ministro sin cartera Benny Gantz.

“Estos tres no están de acuerdo en nada y, además, desconfían el uno del otro“, dice Ksenia Svetlova, analista y directora la Organización Regional para la paz, seguridad y economía (ROPES, por sus siglas en inglés).

En un momento en el que Israel libra una guerra contra Hamás, tiene a más de cien ciudadanos secuestrados en Gaza (de los que se cree que la mitad están muertos), es el blanco de misiles y drones suicidas de Hezbolá desde El Líbano y de los hutíes en Yemen, se ha sumado el primer ataque directo de Irán.

Desde el 7 de octubre, los israelíes están acostumbrados a ver a los tres hombres del gabinete de guerra en algunas comparecencias públicas que evitaron a toda costa hacer juntos en los primeros tiempos de la guerra. Todos con camisa negra y sin mirarse entre ellos, hasta que recibieron algún consejo de sus publicistas y comenzaron a saludarse o darse el paso para hablar. Tiesa y poco convincentemente.

Y esto sería anecdótico si no fuera porque tienen entre manos decisiones que, en el mejor de los casos, pueden afectar a los israelíes y otros países de la región. En el peor, al resto del mundo.

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Desde el ataque iraní del sábado, con más de 300 drones suicidas y misiles de crucero y balísticos que portaban, según el portavoz del Ejército israelí, unas 60 toneladas de explosivos, los tres miembros del gabinete se reúnen más de una vez al día y deliberan. Han prometido que habrá respuesta, pero la escala, el lugar y el momento se ignoran. “El desafío es evitar una guerra regional y mantener cerca y en buenos términos a Estados Unidos y los países árabes que ayudaron a resistir el ataque”, explica la analista Rajel Leghziel. “Si ya es un gran desafío en condiciones normales, para un gabinete en estas malas relaciones es muchísimo peor”, agrega.

La rivalidad entre los tres viene de lejos. “Gantz se ha presentado contra Netanyahu en cinco elecciones de las más feas que ha habido en el país”, explica Leghziel. “Compitieron por el puesto de primer ministro, mantuvieron conversaciones para formar gobierno que no prosperaron y que solo acentuaron la desconfianza entre ambos… La agenda política de Gantz es sacar a Bibi y ser su alternativa”.

La tensión personal entre Gallant y Netanyahu se remonta a más de una década. En 2010, el gobierno de Netanyahu nominó a Gallant para ser el siguiente jefe del Estado Mayor. Tras hacerse pública la nominación se difundió que Gallant había orquestado una campaña de difamación contra otros contendientes, incluido Gantz. Eso explica algo de por qué tampoco Ganz y Gallant están en las mejores relaciones.

Y también que la nominación de Gallant no avanzará y tampoco su carrera militar Gantz fue quien ocupó el puesto de jefe del ejército, entre 2011 y 2015, y en ese período dirigió dos guerras contra Hamás, bajo la supervisión de Netanyahu, el mandatario israelí más longevo en el cargo. Cercanos a Gallant mencionan que fue muy crítico del manejo de esas operaciones militares que se limitaron a destruir túneles de Hamás y no acabar con la organización de una vez por todas. En 2019, Gantz se convirtió en el principal rival político de Netanyahu.

“Después de unos años en un partido político más pequeño, Kulanu, Gallant se unió al Likud de Netanyahu, aunque él no es un likudnik [una facción del partido Likud israelí] de corazón, pero es pragmático”, explica Rajel. Netanyahu lo nombró ministro de Defensa en 2022.

Sin embargo, en 2023, la nueva coalición de gobierno, más extremista de derechas que ninguna otra hasta entonces, intentó implementar modificaciones en el sistema judicial, lo que provocó meses de protestas, en muchos casos encabezadas por reservistas militares. Gallant decidió tomar el estrado y pedir públicamente a Netanyahu que esperara con los cambios, porque temía que se estuviera gestando una crisis en el Ejército que iba a poner en peligro la seguridad nacional.

Netanyahu lo despidió. Eso provocó huelgas y manifestaciones, lo que a su vez llevó al primer ministro a suspender los cambios legislativos y a reinsertar a Gallant de nuevo al gobierno dos semanas después. “Estoy segura de que ahora lo despediría de nuevo si pudiera”, comparte Svetlova.

“Estoy segura de que ahora lo despediría de nuevo [a Gallant] si pudiera”

Este gobierno, que no es de unidad, según Svetlova, sino de emergencia, introdujo a Gantz con el papel tácitamente encomendado de equilibrar a Netanyahu “llevarle por caminos menos radicales, aunque también hay dudas en el propio partido de Gantz de que pueda cumplir ese papel”.

Gallant es el más halcón de todos ellos, explica, el día después del 7 de octubre ya había dado la orden para un ataque aéreo en El Líbano que fue abortado in extremis y con los cazas en el aire por Netanyahu con la presión estadounidense, aunque Gantz, el político más popular según las encuestas, también se ha sumado a algunas opiniones cuestionables desde el punto de vista militar. “Bibi, según le dé el viento: a veces es muy extremo, otras la voz de la moderación, según la pragmática política”, dice Ksenia.

Gallant tiene la reputación de ser responsable, “un tipo al que realmente le importa Israel porque tiene una visión de Estado”, explica Svetlova. “Por ejemplo, sobre reocupar Gaza, no sabemos qué es lo que realmente piensa, pero sí sabemos que no va a decir que hay que asentarse allí porque, por encima de todo, no quiere dañar la imagen de Israel, y no es mesiánico“.

“Netanyahu entiende que ha colmado el vaso de Biden, una gotita más que ponga en peligro a los socios de EEUU en la zona”

“Sin embargo, Bibi juega un doble juego, por un lado, el del adulto responsable, algo que ha hecho durante toda su carrera, transmitiendo una imagen populista pero también de hombre confiable. Él no dirá que hay que reocupar Gaza, pero tampoco censura a los de su gobierno que lo dicen, su doble juego”.

Tras las primeras semanas de la guerra contra Hamás en Gaza, las grietas en el gabinete se acentuaron cuando se desaceleró la guerra relámpago inicial y aumentaba la crisis humanitaria en la franja. Sus diferentes posturas también se han ido manifestando en los diferentes asuntos, rehenes, negociaciones, ayuda humanitaria. A Gantz, por ejemplo, le urge rescatar a los secuestrados. Para Netanyahu no es una prioridad, según los observadores.

Las reglas del juego

En la crisis del ataque iraní las cosas salieron, por ahora, sorprendentemente bien para Israel, explica Ksenia Svetlova. “Eso es porque a Biden le importa mucho este país. Además, Netanyahu entiende que ha colmado el vaso de Biden, una gotita más que ponga en peligro a los socios de EEUU en la zona, un error de cálculo en una respuesta militar puede llevar a una catástrofe. Y como el gabinete de guerra es el que es, no en vano no consiguen decidir”. Gallant mantiene relaciones estrechas con su contraparte estadounidense y no se salta las normas en lo que a EEUU se refiere.

El que sí se las salta es Netanyahu con respecto a sus socios de gobierno, manteniéndolos en la ignorancia de muchas de sus decisiones, indica Legzhiel. “Pero el milagro sucedió con el ataque iraní, cuando Bibi dio espacio a EEUU para que entrara en la toma de decisiones y también dio espacio a su ministro de Defensa“, señala la analista.

“Todo lo que pasó ese día y lo que está pasando ahora también parece una película de Hollywood, para nosotros y para los iraníes”, comparte Rajel. “Parece ser todo parte de un juego, Irán se veía impelido a responder, por un lado, por eso ese ataque tan anunciado, cientos de misiles y drones, ahora la respuesta ‘obligada’ israelí que se demora y que no hacemos más que hablar de ella y que puede adoptar cualquier forma… y el enorme riesgo de cometer un error en el contraataque”, concluye. “Tenemos una gran falta de confianza después del 7 de octubre”.

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