¿No quiso o no pudo? Anatomía del ataque de Irán contra Israel a través de los arsenales utilizados

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Las primeras alarmas sonaron a las 2 de la madrugada. El sábado 12 de abril, Irán ejecutaba el primer ataque directo y público de su historia contra Israel. Una ofensiva con cifras récord para la nación islámica, pero que había telegrafiado con detalle al enemigo. Durante cinco horas, Teherán lanzó 185 drones, 36 misiles crucero y 120 balísticos. Casi un 99% de los proyectiles habría sido interceptado por los defensores y sus aliados. No hubo víctimas mortales y los daños materiales fueron mínimos para la envergadura del asalto. La pregunta que se plantean ahora los expertos es: ¿no quiso, no supo o no pudo Irán golpear más duro a Israel?

Dilucidar la intención última de Irán es crucial en este momento de la crisis. La operación era la esperada represalia al bombardeo (supuestamente) israelí contra el consulado iraní en Siria a principios de mes, en el que murieron siete efectivos de la Guardia Revolucionaria, incluyendo dos generales. Pero los analistas están divididos entre los que creen que las acciones de los ayatolás obedecen a una estudiada coreografía geopolítica y los que advierten de que, dentro de unos parámetros específicos, la acometida iba más allá de la pantomima y buscaba causar el máximo daño posible a su enemigo, que no pudo o supo ejecutar.

Son narrativas muy distintas. La primera implicaría que Teherán, que se ha afanado en asegurar que con este asalto da por saldada la “deuda”, tan solo estaba haciendo una demostración de fuerza. La segunda, que la defensa israelí es mucho más efectiva de lo que su archienemigo creía o que las capacidades iraníes son mucho menos peligrosas de lo que se pensaba, ya que la mayoría de los proyectiles fueron derribados antes de llegar a las fronteras del Estado judío.

En la opacidad de la guerra no hay una respuesta satisfactoria. Pero merece la pena analizar el diseño del asalto aéreo y los arsenales involucrados (tanto ofensivos como defensivos) para entender los factores en juego detrás un episodio que, de agudizarse, podría cambiar radicalmente la anatomía del conflicto en Oriente Medio.

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El aviso

El punto de partida en el debate es el preaviso de Irán. Según el ministro de Exteriores, Hossein Amirabdollahian, su país habría avisado de sus planes con 72 horas de antelación a varios vecinos de la región, incluyendo aliados estadounidenses como Turquía, Jordania e Irak. El Pentágono niega que fuera alertado de la agresión hasta que esta ya estaba en marcha (como tampoco le avisó Israel del ataque en Damasco). Pero desde el Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía aseguran haber conversado informalmente tanto con Teherán como con Washington antes de la ofensiva.

“Irán dijo que su reacción sería una respuesta a los ataques de Israel contra su embajada de Damasco y que no iría más allá de eso. Estábamos al tanto de las posibilidades. El desarrollo de esta operación no ha sido una sorpresa“, dijo una fuente diplomática turca a Reuters. La agencia de noticias también citó a funcionarios jordanos e iraquíes asegurando que la intención expresada por Irán era causar un daño limitado y anunció sus movimientos. De hecho, Irak recibió un mensaje varias horas antes del inicio de la acometida aérea para que cerraran su espacio aéreo y evitar posibles daños colaterales.

Tampoco sería la primera vez que Irán y EEUU bailan esta canción. En enero de 2020, la Guardia Revolucionaria iraní lanzó varios misiles contra bases iraquíes que albergan tropas estadounidenses para “vengar” la muerte del general Qasem Soleimani, el comandante más importante del país eliminado por órdenes del entonces presidente Donald Trump. Horas antes de que se ejecutara la acción, el primer ministro iraquí recibió un mensaje de Teherán con los detalles del ataque; y este, a su vez, se encargó de trasladar la información a los estadounidenses para que evacuaran las instalaciones, se evitaran víctimas y se diera por concluida la crisis.

Sin embargo, varios analistas —y la propia Casa Blanca— aseguran que, en esta ocasión, el objetivo de Teherán era causar la mayor cantidad de víctimas y daños posibles, aunque eligiendo los objetivos con cuidado para evitar una escalada que no le interesa al régimen del Ayatolá Alí Jameiní. La idea era impactar en varias instalaciones militares, manteniéndose alejados de áreas pobladas o posibles víctimas civiles, pero con contundencia.

“(Irán) tenía como objetivo infligir daños significativos por debajo del umbral que desataría una respuesta israelí masiva. El ataque estaba diseñado para tener éxito, no para fracasar“, aseguraron Brian Carter y Frederick W. Kagan en un análisis para Institute for the Study of War (ISW). “Si causó un daño más limitado que el esperado es porque los iraníes infravaloraron las ventajas que tiene Israel para defenderse contra esos ataques. Los iraníes aprenderán lecciones y trabajarán para mejorar sus capacidades para penetrar las defensas israelíes como los rusos han hecho en Ucrania”, agregaron.

La operación

Tras el ataque contra el consulado iraní en Damasco, el Líder Supremo prometió “abofetear” a Tel Aviv por la muerte de sus militares, un movimiento que siempre se debe contextualizar dentro de la narrativa interna de la teocracia chiíta. La ‘bofetada’ ha consistido en una operación masiva que combinó tres oleadas de proyectiles —drones kamikazes, misiles crucero y misiles balísticos— lanzados en su mayoría desde el propio territorio iraní, pero también desde Yemen e Irak por milicias afines a Teherán. El propio diseño de la ofensiva da lugar a varias interpretaciones.

Esta arremetida por fases buscaba acompasar los tiempos de impacto de las diferentes armas con el objetivo de que los proyectiles llegaran al mismo tiempo y desbordaran las múltiples capas de defensa antiaérea israelí. Analistas aseguran que Teherán (o sus proxies) ya ha utilizado esta táctica en el pasado contra las instalaciones de la petrolera estatal saudí Aramco en 2019, a la que se lanzaron 18 drones y siete misiles de crucero. Pero en esa ocasión no dieron ningún aviso.

Para conseguir este efecto multiplicador, la primera oleada consistió en 185 drones Shahed-136 iraníes que, con una velocidad máxima de unos 185 km/h, necesitaban salir con unas seis horas de antelación para llegar al mismo tiempo que los misiles. La distancia más corta entre Irán e Israel son 1.000 kilómetros, a través de Irak, Siria y Jordania.

Estos ruidosos aparatos, que Moscú utiliza masivamente en Ucrania, son relativamente pequeños (3,5 metros de longitud y 200 kg de peso) y cuentan con una carga explosiva de entre 30-50 kg. Su bajo coste permite atacar objetivos terrestres en modo kamikaze buscando saturar las defensas antiaéreas. Sin embargo, su baja velocidad y la larga distancia a recorrer, los hace fáciles de interceptar (principalmente por la aviación de combate).

En algunos canales de Telegram afiliados a la Guardia Revolucionaria de Irán se comentaba que también se habrían empleado ejemplares del Shahed-238, con un motor turbo jet (en vez de propelente) para un vuelo más preciso y estable. Este modelo es menos maniobrable, pero alcanzaría velocidades de hasta 600 km/h. Si se utilizó, su resultado fue el mismo que el de sus antecesores. Ningún vehículo no tripulado enemigo logró adentrarse en territorio israelí.

La segunda oleada, unas cuatro horas después, fue de misiles crucero. Estos se diferencian de los balísticos en que vuelan a baja altitud —y no en una elevada trayectoria parabólica—, y son generalmente menos rápidos. Su misión es aumentar el estrés de las contramedidas al seguir patrones diferentes a los balísticos. La televisión estatal iraní citó el uso de los Paveh-351, un sistema de 2023 con un alcance de 1.600 kilómetros y una capacidad de guiado muy sofisticada que tardaría unas dos horas en llegar al objetivo israelí.

La tercera oleada

La tercera arremetida consistió en la mayor ofensiva de misiles balísticos en la historia de Irán. Unos 110, según cifras israelíes. Desde modelos ya veteranos a los más sofisticados del arsenal iraní, estos proyectiles pueden llegar de Irán a Israel en menos de 15 minutos. Medios iraníes mencionaron dos variantes del Shahab-3; la Ghadr de 2007, con un alcance de hasta 2.000 km, pero sin capacidad de corrección de trayectoria (MaRV, por su sigla en inglés), y la Emad, de 2015, con un alcance de 1.700 km y mayor precisión por su capacidad de cambiar de rumbo en pleno vuelo. También se podrían haber disparado los Dezful, variante Zolfaghar de 2017 con alcance de 1.000 km, que fue empleada en febrero en unas maniobras militares para simular un ataque naval a una base israelí.

Además, los analistas mencionan que probablemente los iraníes hayan probado una de sus más recientes incorporacines al arsenal balístico: el Kheibar Shekan o ‘destructor de castillos’. Un arma de 2022 con alcance de 1.450 km, ojiva ligera, sistema de guiado MaRV y capacidad de maniobra terminal, que utiliza movimientos erráticos para que su trayectoria sea más difícil de predecir y, por tanto, de derribar. Si algo estuvo entre las salvas, tampoco marcó muchas diferencias. Un número indeterminado de misiles balísticos entró en territorio israelí y “unos pocos” impactaron en su objetivo. Apenas cinco, según dijeron fuentes estadounidenses a la cadena CBS.

Menos probable es que Irán utilizara el Fattah, su primer (y supuesto) misil balístico hipersónico de medio alcance (1.400 km) presentado el año pasado. En teoría, este proyectil podría alcanzar Israel en menos de siete minutos a una velocidad de 1,7 kilómetros por segundo (Mach 5), con alta maniobrabilidad y capacidad para evadir todas las defensas antiaéreas enemigas. No hay indicios de que fuera utilizado, pero en teoría está diseñado para impactar las defensas antiaéreas del adversario y abril el camino para el resto de municiones.

“El hecho de que utilizaran vehículos aéreos no tripulados que tenían que cubrir una distancia de 1.200 kilómetros y sobrevolar un país, Irak, con importante presencia militar estadounidense hace impensable que Israel no estuviera al tanto del ataque varias horas antes y estar preparados”, comenta Juanjo Fernández, experto militar y analista de El Confidencial. “Pero también el diseño y tamaño del ataque, combinando drones y misiles, no todos los más modernos, muestran que Irán quería poner a prueba su capacidad militar“.

La defensa

Y este es el nudo gordiano de la discusión. Porque si el fin de Irán era dañar severamente ciertos objetivos israelíes, así fueran secundarios, el ataque puede ser considerado un fiasco. Apenas un puñado de proyectiles balísticos lograron traspasar las medidas antiaéreas e impactar en territorio israelí. Las autoridades reportaron apenas una docena de personas heridas de levedad y una niña de siete años herida de consideración a causa de la metralla.

Cuatro de los misiles impactaron en la base aérea de Nevatim, en el desierto de Negev, dañando una pista, unos hangares vacíos y un avión de transporte militar C-130, según las Fuerzas de Defensa israelíes (sin especificar de qué tipo). Estas instalaciones, a 1.100 kilómetros de territorio iraní, albergan los valiosos F-35 de la Fuerza Aérea Israelí que supuestamente habrían bombardeado el consulado en la capital siria y siguen operativas.

De confirmarse estas cifras, esto supondría una efectividad del 98,5% contra una andanada masiva y con algunas de las mejores armas iraníes. Aquí influyen varios factores. El fundamental ha sido la consistencia y eficacia de los varios perímetros de defensa de Israel. Este escudo antiaéreo combina, entre otros elementos, el Iron Dome (Cúpula de Hierro), un sistema especializado en cohetes de corto alcance y artillería de corto alcance (4-70 km), el David’s Sling (la Honda de David), que neutraliza misiles balísticos de corto alcance y de crucero a medio alcance (40-300 km) y el Arrow System 2 y 3 (la Flecha), con capacidades hipersónicas antiaéreas de muy largo alcance (2.400 km) y que ha sido el encargado de neutralizar la mayoría de las amenazas balísticas.

Además, Israel confirmó el uso desde el puerto de Eliat de corbetas clase Sa’ar 6, equipadas con el C-Dome, la versión naval del Iron Dome de Rafael, que interceptaron esa noche dos drones aparentemente lanzados por los hutíes desde Yemen a 2.000 km de distancia. A estos diseños está a punto de unirse el Iron Beam (Rayo de Hierro), concebido para neutralizar con láseres de alta intensidad las amenazas de muy corto alcance a las que no llegue el Iron Dome.

Otro factor importante mencionado por los analistas en la defensa fue la ayuda de los aliados israelíes, especialmente Estados Unidos, que empleó los F-15E Strike Eagles para derribar unos 70 drones. Los cazas británicos también interceptaron un número indeterminado de vehículos no tripulados. Pero también la reacción de Jordania (que habría derribado varios drones) y Arabia Saudí, con un respaldo militar de dos países árabes que habría sido impensable hace apenas unos años y que muestran los cambios tectónicos de la geopolitica en Oriente Medio.

Pese a que su credibilidad ofensiva ha quedado tocada, Irán ha vendido un éxito la ofensiva, bautizada ‘Promesa Verdadera’. Para ellos, que Israel haya tenido que gastar casi 1.000 millones de euros en frenar su venganza es muestra de que pueden plantarles cara. En su arsenal, calcula la inteligencia estadounidense, podría tener más de 3.000 misiles balísticos. Así que ahora le toca mover a Israel, que asegura responderá al agravio cuando y cómo considere necesario, pese a los llamados a la mesura por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU.

“Queremos volver a dejar claro a todo el mundo que queremos hablar y ver una desescalada. No queremos una gran guerra en la región”, dijo el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, el domingo. “Sin embargo” —prosiguió el funcionario norteamericano— “Israel es un país soberano y tiene que tomar sus propias decisiones sobre cuál es la mejor forma de defenderse“.

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