Elon Musk y Bukele dicen que hay caníbales en Haití, pero es mentira: en realidad es peor

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El pistoletazo de salida lo dio Ian Miles Cheong, un ‘influencer’ malasio con especial predicamento entre la derecha: “Haití se ha derrumbado. El Presidente ya no está en el país. Los puertos están oficialmente cerrados. Bandas de caníbales asedian el palacio nacional de Puerto Príncipe”.

Elon Musk replicó: “Fin de los días. Esto es más sombrío que Mad Max”.

Pronto, las noticias llegaron hasta el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que más tarde compartió un vídeo —ahora eliminado en la red social, pero que aún puede encontrarse en internet si uno se pone a ello— de un supuesto pandillero haitiano arrancando y mordiendo trozos de carne de un cadáver chamuscado.

Su veracidad también ha sido cuestionada. La fuente última es un canal francés de Telegram cuya bio reza “tu dosis diaria de conspiración: cuidado, muchas ‘fake news’ y muchas verdades”. No se sabe si el citado vídeo [precaución: contenido explícito y probablemente falso] pertenece a Haití o a un país francófono africano en situación conflictiva. Lo que sí es comprobable es que no está relacionado con la actual situación en el país caribeño, ya que el video tiene, como poco, varios meses de antigüedad.

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“Vimos imágenes similares en El Salvador hace unos años”, tuiteó Bukele. “Pandillas bañándose con los cráneos de sus víctimas. Todos los ‘expertos’ dijeron que no podían ser derrotados, porque eran una ‘parte intrínseca de nuestra sociedad’. Estaban equivocados. Los aniquilamos”.

Otros usuarios compartieron otro vídeo con el mensaje “los haitianos disfrutan de la carne humana” que, en realidad, pertenecía a una película nigeriana de 2018.

Otro de los que se viralizó mostraba a un cadáver atado a un poste que daba vueltas sobre unas brasas, pero se trataba realmente de una atracción de dudoso gusto realizada en el parque temático Chimelong Ocean Kingdom (Zhuhai, China) para el Halloween de 2018. Hace meses, la imagen sirvió para crear otra ‘fake news’ de que había un restaurante nigeriano sirviendo carne humana.

Para quien haya encontrado de forma casual alguno de estos contenidos en sus redes sociales, la conclusión es clara. La situación en Haiti es tan grave que ha degenerado en la práctica más abominable. Los caníbales campan a sus anchas.

El contexto

Haití nunca ha estado bien, pero la situación es especialmente complicada desde que, en julio de 2021, el presidente del país Jovenel Moïse fuera asesinado. Su sucesor, Ariel Henry, ha sido el interino hasta la semana pasada, cuando tuvo que dimitir y huir a Puerto Rico, desde donde anunció que un consejo de transición pilotará el país hacia la convocatoria de unas nuevas elecciones. Entre el asesinato de uno y la huida del otro, lo que ha sucedido es que las pandillas han comenzado a organizarse y, a principios de marzo, provocaron la evasión de casi 3.700 presos de la Penitenciaría Nacional de Puerto Príncipe.

Un ataque logró vaciar la prisión de Puerto Príncipe el 3 de marzo (REUTERS / Ralph Tedy Erol)

Cuando el 1 de enero expiró el mandato de los parlamentarios sin tener elecciones a la vista, Jimmy Cherizier alias Barbecue logró unir a varias pandillas e imponerse a las debilitadas fuerzas del orden y ejército haitianos. Según datos de Naciones Unidas, actualmente controlan el 80% de la capital del país. Cherizier es la persona a la que se atribuye el asalto a la Penitenciaria Nacional y quien amenazó con una guerra civil en el país si Henry no dimitía.

Dos días después del ataque a la prisión, el periódico estadounidense The Express publica un artículo citando a un periodista local anónimo que dice: “El canibalismo no está muy extendido, pero sin duda es un indicio del empeoramiento de la situación. Sin duda ocurre en algunas ocasiones“. Esta es la base sobre la que comenzó a construirse esta narrativa. El autor, Charlie Bradley, es un periodista que escribe sobre política estadounidense en este y otros medios del grupo Reach, editor de, fundamentalmente, tabloides como el Daily Mirror. Aquel día, además de esta historia, Bradley publicó otros cuatro artículos sobre el plan de Rusia y China de construir una planta nuclear en la Luna, la caída de Instagram antes del Supermartes electoral o las críticas de Elon Musk a los “eco-terroristas idiotas” que atacaron una fábrica de Tesla en Alemania.

Paralelamente a esto, la crisis humanitaria que está provocando esta insurrección ha provocado un choque de trenes en Washington. Biden presiona al Congreso para que aprueben un plan de 40 millones de dólares que enviaría a mil policías desde Kenia a Haití para contener la situación. Este descabellado plan cuenta con el aval de la ONU, pero fue declarado inconstitucional por el Tribunal Supremo en Nairobi. Si la escalada continúa, la oleada de inmigrantes haitianos a Estados Unidos podría desbordar las previsiones.

De ahí reacciones como las de Elon Musk, quien estos días ha sugerido la idea de “examinar a los inmigrantes en busca de posibles tendencias homicidas o canibalismo“.

Un país caribeño al borde de la guerra civil y Estados Unidos a punto de entrar en la carrera electoral, los dos ingredientes con los que se ha cocinado un cóctel explosivo para los soldados de la guerra cultural. Pero en este caso, que el trasfondo sea el canibalismo en Haití no es una novedad; más bien, una tradición.

El canibalismo en la batalla cultural

La tensión entre Estados Unidos y Haití se remonta al siglo XIX, prácticamente al momento en que el país logró la independencia y los esclavistas norteamericanos temieron que aquello pudiera derivar en una revuelta de los esclavos en otras regiones. Entre 1915 y 1934, Estados Unidos ocupó Haití como una forma de controlar su política y sus finanzas y garantizar que empresas estadounidenses pudieran dominar el país. En aquella época visitó el país William Seabrook, un antropólogo obsesionado con la cultura del país colonizado que plasmó en el libro La isla mágica (1929) muchos de los mitos sobre el vudú y el canibalismo que alimentaron los prejucios sobre Haití que circularon en los periódicos sensacionalistas durante las décadas posteriores.

Esta mistificación, según algunos autores, tuvo el efecto de deshumanizar a los habitantes de la isla, representados como zombis sin voluntad sedientos de sangre, y ayudó a justificar la explotación del país por parte de los estadounidenses, obligados a permanecer en Haití para proteger a sus habitantes de los bokor, sacerdotes satánicos que pretendían profanar sus cuerpos para convertirlos en animales.

A decir verdad, nada de esto era una invención de Seabrook, sino parte del folklore tradicional de la isla. Claramente, el antropólogo tuvo algún problema con la traducción literal de lo que le contaron.

Como escribió en 1959 la antropóloga Erika Bourguignon, cuando alguien enfermaba, se solía creer que era una maldición de los dioses, que “se comían” a la víctima. Es decir, se veía a la persona muerta como “devorada” por la deidad a través del sacerdote, que en ocasiones sacrificaba a algún animal para representar al enfermo, que fallecía poco después. Los haitianos usaban para ello una expresión, mangé moun, que literalmente significaba “comer hombres”, pero tenía varias acepciones más. “Sin embargo, cuando se afirma que la gente es asesinada y “devorada” por entidades malignas, está claro que no existe base para decir que el canibalismo y el sacrificio humano, como suelen entenderse comúnmente, existan en realidad en Haití”, expuso Bourguignon.

Lo que hacen ahora Elon Musk o los influencers republicanos es lo mismo que hacían los panfletos anti-inmigración en los años 30 y lo mismo que hacían los colonizadores franceses o españoles hace varios siglos.

Hace más de 50 años, Richard B. Moore, una eminencia en los estudios afro-caribeños, reflejaba cómo “durante casi cinco siglos, el estereotipo del canibalismo voraz, impuesto al pueblo caribeño por los colonizadores europeos invasores, ha sido ampliamente aceptado y transmitido como un hecho histórico”, dijo en este artículo de 1973. “Este estereotipo ha sido adoptado y utilizado incluso por la mayoría de estudiantes, profesores, académicos y científicos“.

Moore recordaba un viejo cartel que había colgado en el Astillero de Nelson, que los ingleses construyeron en la capital de Antigua y Barbuda. Decía así: “Los caribes, a diferencia de los arahuacos del norte, eran feroces luchadores y caníbales. Han probado a todas las naciones que los frecuentaban, y afirman que los franceses son los más delicados y los españoles los más duros de digestión“.

‘Fake news’ en mitad de la violencia

Una vez contextualizada esta narrativa resurgente, es hora de confrontar los hechos. En estos momentos, como en los últimos cuatro años, el país —que sigue lamiéndose las heridas de los terremotos de 2010, 2018 y 2021— vive sumido en una pesadilla. Violentos pandilleros han acaparado el vacío de poder y viven enfrentándose entre ellos o al menguante ejército haitiano. En este contexto de violencia extrema, es plausible que se hayan dado escenas en las que un cadáver haya sido descuartizado y alguien haya sugerido ante la cámara que alguien pretendía devorarlo.

Dan Cohen, periodista que ha hecho un documental sobre el terreno sobre Jimmy Cherizier, atribuye por ejemplo el vídeo que circulaba por Telegram a un enfrentamiento entre bandas en el valle del río Artibonito. El supuesto canibalismo habría sido una especie de teatralización con el objetivo de “aterrorizar a la población”.

Un portavoz del Departamento de Estado norteamericano tuvo que salir esta semana a desmentir que hayan recibido algún informe creíble sobre canibalismo en Haití. Desde el terreno, organizaciones como Médicos Sin Fronteras o Human Rights Watch tampoco han visto evidencias en este sentido. Todas estas fuentes son muy cautelosas a la hora de emplear la palabra.

José Manuel Losada, catedrático en la Universidad Complutense de Madrid especializado en el estudio de la mitocrítica, traza una línea muy clara en este sentido: “La ingestión de seres humanos se inserta en el rito, no directamente en el mito, a condición de incluir algún tipo de referencia a la dimensión sobrenatural”, indica. “Comer carne humana por odio, soberbia o vanidad no es ni rito ni mito: todo queda en el ámbito humano, social, sin ningún tipo de sacralidad”. Es decir, a diferencia de lo que pasaba con la leyenda de los sacerdotes bokor, en estos casos sería más apropiado hablar de terrorismo que de canibalismo.

“Estamos en una sociedad que no se mueve por lo real, sino por lo irreal, lo fantástico, lo opinable y, sobre todo, por la emoción”

Particularmente en la dialéctica bélica de la guerra entre pandillas en Haití, el canibalismo claramente ocupa un lugar simbólico muy importante. Es una manera de infundir el terror sin parangón, de hecho una de las pandillas se bautizó como Cannibal Army: “No me llama la atención que el canibalismo tenga tanto poder; si se trata del canibalismo material —sin referencias sobrenaturales— produce espanto y amedrenta; de ahí su fascinación”, reflexiona Losada. “Si se trata del canibalismo material y espiritual, evoca la posibilidad de adquirir fuerzas ocultas en los cuerpos comidos o ahuyentar espíritus malignos”.

“Por otra parte, estamos en una sociedad que no se mueve por lo real, sino por lo irreal, lo fantástico, lo opinable y, sobre todo, por la emoción: no extraña que las fotos y los vídeos divulgados adquieran esa fortaleza”, indica el catedrático. Para los guerrilleros, la leyenda de los caníbales salvajes cumple un papel; para gente como Cheong, Musk o Bukele, también.

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