Eminizar Cancillería — El Nacional

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El servicio diplomático para los hombres nunca ha sido un problema, en ningún plano. Sobre todo en el familiar donde la esposa es un complemento fundamental de su gestión.
Mientras él realiza las tareas de su cargo, en la casa la esposa se encarga de todo lo referente al hogar y la educación de los hijos.

Tiene además que ser anfitriona perfecta, porque es ella a quien corresponde organizar, de acuerdo con el protocolo y el refinamiento, las cenas y actividades sociales.

El problema con las embajadoras es al revés, porque para poder desempeñar sus funciones necesitan el apoyo activo de sus parejas y estas no siempre están de acuerdo, por la socialización que reciben como “jefes” de familia, de encargarse de las tareas de la casa y los hijos.

Les cuento dos anécdotas. La primera es de un agrónomo desplazado a Europa que se negaba a desempeñar el rol de esposo de una embajadora y le boicoteaba todas las actividades. Era un hombre fuera de su hábitat natural, para quien Europa era un sitio “viejísimo, lleno de piedras” que no entendía por qué a la gente le interesaban.

La otra es la de un hombre, que aceptó el rol de acompañante de su esposa, pero a un costo.
Aunque los hijos eran también suyos le cobraba a su mujer una mensualidad, porque esa era una manera de “recuperar su inversión” en la familia.

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Empero el problema mayor es la propia Cancillería, la cual nunca toma en cuenta la complejidad de funciones que debe desempeñar una embajadora para ser efectiva en su trabajo, y los problemas que tiene que enfrentar si es ajena a los chanchullos de su personal (cónsules que cobran en efectivo, depositan el dinero en sus cuentas, y lo reparten entre sus cómplices; o encargadas de cuentas que no rinden cuentas); y cuando las cambian de lugar sin cumplir con los reglamentos que establecen que cada embajador/a debe cumplir su misión en el sitio asignado.

Estos cambios, a veces anuales, no asumen lo que demanda organizar una casa, ni el impacto de las mudanzas en los hijos, a los cuales les destruyen todas las fuentes de su estabilidad emocional con cada cambio, su adaptación a las escuelas, los círculos de amigos, y las relaciones con su comunidad, provocando crisis emocionales de todo tipo y alienación.

Ejemplo: Si la Cancillería le ordena a una embajadora que salga en 45 días (a mediados de febrero), ¿qué pasa con la escolaridad de los hijos que termina en Junio?

Mi recomendación: O se feminiza la Cancillería, o ninguna mujer debería pagar un precio tan alto por querer servir a su país fuera.
No vale las penas.

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