Colores de  esperanza

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La temporada electoral siempre presenta un panorama optimista, de una sociedad en pie de colapso. Sin dar a conocer programas de gobiernos  reales, los partidos tienen alternativas de progreso y de mejoras sustanciales de los niveles de vida de la población.

Se levanta la duda de si todas esas promesas se podrían cumplir. El historial es de que ofertas que hacen políticos en campaña, se olvidan. Cada cual tiene su agenta secreta, que es la que se va a desarrollar cuando se llegue a metas, fuera de la vocinglería de las caravanas.

Las estructuras generales del país están carcomidas, necesitan una renovada actividad, tienen que entrar al terreno de pleno desarrollo, con infraestructuras que beneficien a todos por igual. No basta con ser testigo fantasma de un progreso que no toca las puertas de la mayor parte de los dominicanos.

Es el síndrome de las naciones sub-desarrolladas, siempre habrá un progreso galopante, y una miseria lacerante.  Las soluciones sociales parece que se lanzaron al zafacón con el fin de las luchas ideológicas. Llevar bajo el sobaco el libro Rojo de Mao Tse Tung era una luz en una lontananza muy lejana.

Los dominicanos tienen un creciente avance económico, de eso no hay dudas, pero también la miseria avanza a pasos agigantados, son dos líneas en paralelo que al parecer nunca se van a juntar. Cierto,  terminó en pesadilla  el planificado gobierno de una sola clase, donde el obrero sería el rey. La democracia, en cualquiera de sus variantes, se impuso, y los cambios deben ser de acuerdo a esta realidad.

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¡Hay que cambiar, para que todo siga igual!, es una frase que cada día cobra más fuerzas. Es sobrevivir en medio de la crisis. Es poner una nueva piel de Gatopardo en un cuerpo  cansado con tal de asumir nuevas fuerzas, para poder seguir parado en el mismo sitio.

El colapso  de la sociedad dominicano es amplio, moral, económico, intelectual, de vender la fuerza de trabajo, de encontrar los caminos cerrados, de no encontrar futuro. Para muchos todo se conjuga en que si hay un plato disponible de comida, todo está a salvo.

Paz y comida, la única demanda válida de las glebas adormecidas. No quieren más, no necesitan más, no quieren salvadores, sino los que le digan ¡Cuenta conmigo!. Contradicciones de temporada electoral, donde se da brillo a la esperanza, para luego dejar corroer los brillantes colores. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

Manuel Hernández Villeta

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