Gabriela López: La historia íntima de una ex sicaria

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“¿Qué se siente matar?”, pregunta la cineasta Alejandra Sánchez a la ex sicaria Gabriela López. “Nada”, responde en automático la mujer de 43 años que estuvo al servicio de una célula del narcotráfico en el norte del País.

“Es un trabajo. Yo hacía mi trabajo, y nos íbamos al jacal a comer hamburguesas”. Con tal franqueza y naturalidad, López va relatando en Placeada, Historia íntima de una ex sicaria (2022), actualmente en cartelera en la Cineteca Nacional, distintos pasajes de su vida criminal, partiendo de los antecedentes que la condujeron a ello y hasta la forma en que terminó por salir.

“Es el testimonio íntimo de una mujer de (Ciudad) Juárez que fue sicaria, que empezó a ejercer la actividad delictiva del sicariato en una edad muy complicada, que es la adolescencia. Gaby se introdujo a las filas del crimen organizado a los 12 años, y operó hasta los 20, cuando cae acusada de multihomicidio”, cuenta en entrevista Sánchez (Chihuahua, 1973).

“Es la narración de una mujer que nos cuenta (su historia) de viva voz y de manera muy cercana, porque así fue un poco la relación que establecí con ella durante 4 o 5 años”, continúa la documentalista. “Se venía a la Ciudad de México a diferentes cuartos de hotel a poder trabajar este testimonio”.

López, a quien la violencia intrafamiliar marcó en su infancia, pasa de recordar la “cruda moral” que le produjo su primer asesinato -”¿A qué me metí?, ¿qué hice?”, se cuestionó entonces- a cuando diligentemente obedeció la orden que un poderoso personaje en un penal de máxima seguridad le dio de ejecutar a dos individuos: “Los quiero muertos, y quiero las cabezas”.

“Por esas muertes me volví Comandante”, dice en el documental la ex sicaria, instruida en campos de tiro y que incluso llegara a viajar a España, Marruecos e Israel. “Allá te enseñan lo que es tortura. Muchas cosas”.

De las lágrimas al rememorar la muerte de Ana, su amiga de la adolescencia con quien comenzó vendiendo mariguana y eventualmente escalaron entre los capos de Ciudad Juárez, a las risas por su aparatosa detención en un megaoperativo en Acapulco, la cinta transita entre las emociones humanas de la mujer condenada a 40 años de cárcel, liberada luego de casi 20.

“Lo que yo hice es tratar de colocar la narrativa desde otro lugar, que no es necesariamente el periodístico; yo creo que los periodistas hacen una gran labor, pero en el cine se trata de contar historias. Y justamente para contar historias hay que entender la vida desde otra dimensión”, comenta la cineasta, enfática tanto en su nula intención apologética como en que no podía volverse ella “fiscal”.

“Mi intención era entender por qué una mujer, y una mujer además a los 12 años, es seducida -porque hay una especie de seducción- por el crimen organizado”, remarca.

“Qué condiciones hay para que personajes como Gabriela existan en este País hasta hoy en día. Es una historia que ocurrió en los 90, pero en esta segunda década de los 2 miles se cuentan por cientos o por miles los niños y niñas cooptados por el crimen”.

Interesada en el fenómeno de la violencia desde hace varios años, Sánchez no olvida lo que el especialista en derechos humanos Jacobo Dayán le respondió un día al preguntarle por qué hay tantos muertos en el País: “Porque la muerte en México es un negocio; cada muerto representa pesos y centavos”, enunció el académico.

Fue así como la cineasta se dio a la tarea de entender qué es lo que podía haber detrás de esta situación, desde la perspectiva de una mujer joven. Buscó sin éxito en un centro de readaptación de adolescentes infractoras en Chihuahua, donde una custodia la terminó por contactar con López, cuya historia no ha dejado indiferente a la audiencia.

“Lo que le pasa a muchos espectadores es que se dan cuenta de que Gabriela tiene más cosas en común con los ciudadanos de a pie, con los que no nos dedicamos a jalar gatillos.

Tiene sueños, querencias; tiene la fantasía -que seguramente la gran mayoría de los habitantes de este planeta comparte- de tener una casa en la playa. “Y a lo mejor por ahí también, y eso es muy desestabilizante, encontramos que nos parecemos más a ella de lo que nosotros quisiéramos”, subraya Sánchez, que con sorpresa ha visto a la gente contagiada por el humor de la ex sicaria.

“A mí me descolocaba de repente la risa en el público, porque estamos hablando de crímenes atroces o de situaciones muy tristes. Este dejo de cinismo el público se lo toma bien”.

Al final, la cineasta espera que la historia de López, que tras el sicariato y el trabajo en la cárcel en calidad de “placeada” -es decir, con plaza en el cártel- se reencontró con sus tres hijos y se gana la vida vendiendo tortillas de harina, pueda contribuir a superar la dura situación de México.

“Es una película hecha con ganas de colaborar a una sociedad distinta, con ganas de extender la mano de la reconciliación en términos de que algún día no tengamos Gabrielas en la sociedad.

“A lo mejor empezar a entender la vida desde lazos de amor, de plenitud. No quiero sonar cursi porque es muy complejo”, prosigue. “Creo que hay una responsabilidad del Estado para poder también dar opciones distintas a los niños, a las familias, a las comunidades; para poderles dar espacios distintos a los del crimen”. Pero, ¿dónde comienza el mal?

López, la violentada joven que anhelaba encender la estufa y dejar que toda su familia muriera, también pudo sentir compasión y perdonó la vida a la novia de un capo a quien debía ejecutar. Esto es parte de los claroscuros que se aprecian en el documental de Sánchez, también directora de Bajo Juárez: La ciudad devorando a sus hijas (2006), codirigida por José Antonio Cordero, y Agnus Dei: Cordero de Dios (2011).

¿Percibes en el sicariato una suerte de banalidad del mal, como conceptualizó Hannah Arendt?

Es toda una disertación filosófica dónde comienza el mal; ¿es intrínsecamente parte de los seres humanos? ¿O es parte del contexto?

Yo sí creo, soy de la gente que cree que el contexto es fundamental. Quizás si Gabriela no hubiera tenido el padre que tuvo -ella misma lo dice-, (sería otra la historia). Sin conceder ni justificar, porque hay quienes tienen un padre quizá más malvado y no toman ese camino. Narcotráfico hay en todos los países del mundo, me atrevo a decir, pero no hace el daño ni tiene la efervescencia tan violenta que tiene en México.

De ahí que la documentalista considere que si hay condiciones distintas de vida, quizás haya una construcción ciudadana distinta.

“Y, por ende, ciudadanos diferentes y con menos carga violenta”, señala. “Entonces, sí creo que es una corresponsabilidad social, individual y de parte del Estado”.

¿La estrategia “abrazos, no balazos” está a la altura de tal necesidad?

Mira, yo creo que este Gobierno puede tener muchas críticas. No es una frase con la que yo coincida; me parece que es más un eslogan publicitario político que la realidad. Pero sí creo que este Gobierno, por otro lado, se ha empeñado en abrir programas sociales que son necesarios para poder construir sociedades distintas.

Pero creo que también sigue con la misma deuda que el resto de quienes estuvieron en administraciones pasadas, porque hay un número de muertes que revelan que no se ha, quizá, tomado la estrategia, por un lado, correcta y necesaria, y, por otro, pues tiene una herencia de corrupción y de malos manejos en la impartición de justicia que también, pues la tiene dura… El análisis es mucho más profundo.

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