Europa y la inmigración: entre el rechazo y la necesidad

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Las guerras que despuntan desde Kiev hasta Gaza, las sequías del cuerno de África, la inestabilidad del Sahel o los efectos que los desastres naturales provocados por el cambio climático están dejando de rincón a rincón del globo. El mundo, en creciente tensión y metamorfosis, alcanza cifras récord de éxodos. Nunca antes tanta gente se había visto obligada a abandonar sus hogares de forma involuntaria por motivos externos.

En el ámbito político, el discurso antiinmigración es el que está imponiendo en la mayoría de capitales europeas. Pero en paralelo, el Viejo Continente se asoma a una disyuntiva demográfica muy complicada: su población se dilata y envejece, haciendo sonar las alarmas por la escasez de una mano de obra. ¿Es la inmigración un reto o una oportunidad?

La crisis de refugiados de 2015 hizo saltar por los aires el Reglamento de Dublín, pilar de la política migratoria europea durante décadas. Desde entonces nada ha sido igual. Los europeos han sorteado las turbulentas aguas del fenómeno migratorio con parches, improvisación y, sobre todo, con muchas e insalvables diferencias internas entre los Veintisiete. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en los últimos siete años han perdido la vida en el Mediterráneo más de 27.000 personas. Esta ruta se ha convertido en un cementerio marítimo y en la ruta migratoria más mortífera y peligrosa del mundo.

Un estudio de la citada organización revela que el 77% de los migrantes irregulares han experimentado persecución o conflicto en su país de origen, y pueden haberse visto obligados a llegar a Europa de manera irregular debido a la falta de alternativas legales. Ya en el 2021, el Parlamento Europeo advirtió a través de una resolución que “mejorar los canales de migración legal adecuados ayudaría a reducir la migración irregular y la explotación laboral, mejoraría la igualdad de oportunidades para todos los trabajadores y ofrecería una vía legal para quienes estén considerando migrar a la Unión”.

La Unión Europea ultima los flecos para impulsar un nuevo Pacto de Asilo y Migración que le permita responder a este fenómeno con una base legal, homologada y predecible. Y que le permita reconciliar sus valores de responsabilidad y solidaridad entre los Estados miembros. La nueva regulación ha vivido un gran impulso en la actual Presidencia española del Consejo, que logró desatascar el complejo mecanismo de crisis. Pero por delante todavía quedan las complejas negociaciones con el Parlamento Europeo.

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En aumento: 180 millones de desplazados

Una de cada 74 personas en el mundo se ha visto forzadas a abandonar su hogar para huir de los conflictos y de la violencia. Nunca antes ha habido tanto éxodo de personas. A finales de 2022, 180 millones de personas fueron desplazadas a la fuerza. Supone un aumento de más de 19 millones de personas con respecto al último año, lo que equivale a toda la población de Ecuador, advierte la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). El 40% de los refugiados del mundo son, además, menores.

La inestabilidad en el Sahel, la guerra en Ucrania, las hambrunas exacerbadas por la crisis de grano y la inflación o las sequías extremas provocadas por el cambio climático están impulsando grandes movimientos de población en todo el globo. También en Europa. “Dada su ubicación geográfica, los periodos marcados por flujos masivos de gente, buscando protección o mejores oportunidades no pueden excluirse en las próximas décadas. Pero esos flujos dependerán de cómo la UE gestione las llegadas a sus fronteras externas y la efectividad de sus procedimientos de asilo, reubicación y retornos”, anticipa un estudio conducido por el European Political Strategy Center (EPSC).

Así, los europeos miran a la cara al fenómeno migratorio con incertidumbre, riesgo y mucho en juego. Desde Alemania hasta Países Bajos, las fuerzas de extrema derecha continúan haciendo de las restricciones en política migratoria su gran máquina de votos. Pero más allá de la retórica, hay una realidad que ha venido para quedarse. La pirámide demográfica del Viejo Continente es explosiva: su esperanza de vida no deja de aumentar contrariamente a lo que ocurre con la tasa de fertilidad. Y arroja la incógnita de si el proyecto comunitario podrá hacer frente a la colateral mano de obra en escasez sin inmigrantes.

Inmigración laboral: 48% sobrecualificados

La migración laboral en la UE está decreciendo. Más de la mitad de las personas que llegan al bloque y reciben el permiso de asilo lo hacen en base a reunificación familiar o a la obtención del estatus de refugiado. En consecuencia, existe una disociación entre las necesidades de un tejido productivo escaso de mano de obra y el impacto positivo que puede deparar el fenómeno migratorio en las economías europeas. En paralelo, la transición digital del momento está formando una tormenta perfecta. Los trabajos están cada vez más automatizados, la Inteligencia Artificial amenaza con borrar del mapa muchos de los puestos tradicionales. Y en medio de este temporal, el Viejo Continente tiene por delante el enorme reto de no solo adaptarse a una nueva realidad, sino a hacerlo con una población crecientemente más envejecida. “Está por ver cómo Europa podría ser más selectiva en su elección sobre los inmigrantes y en cómo convertirse en un destino atractivo para aquellos perfiles con talento y ambición”, recoge el texto de EPSC.

La mayoría de inmigrantes que residen en el bloque comunitario están sobrecualificados. Según los datos con los que trabajan en Bruselas, en 2019, alrededor del 48% de los inmigrantes altamente cualificados trabajaban en empleos de baja o media cualificación, en comparación con solo el 20% de los ciudadanos de la UE. Los migrantes altamente calificados trabajan en su mayoría en servicios de limpieza o empleo doméstico, a pesar de que el 62% de las empresas de programación de ordenadores y el 43% de las empresas de construcción denuncian la escasez de mano de obra. “Una Europa fuerte y competitiva necesita la migración legal para abordar adecuadamente los desafíos demográficos y económicos a los que se enfrenta la Unión”, advierte la eurodiputada sueca Abir Al-Sahlani, del grupo Renovar Europa. A comienzos de este año, los empresarios italianos lanzaron una voz de alarma denunciando que el país se enfrentaba a una situación límite en la que faltaba un 48% de mano de obra. Por ello, algunos países europeos, como Bélgica o España, están diseñando estrategias para aliviar esta brecha.

Demografía: 54% en edad laboral

La población europea se reducirá un 6% de aquí a 2100. Es decir, a finales de siglo, el Viejo Continente contará con 27 millones de ciudadanos menos, según los datos revelados por la Oficina de Estadística de la UE (Eurostat). Tras el descenso en 2021 derivado de la crisis del coronavirus, la invasión rusa a Ucrania y su consecuente éxodo ha vuelto a nivelar la balanza. Se espera que el bloque comunitario registre su pico de población en 2026, aglutinando a 453 millones de personas, pero de ahí en adelante irá cayendo sucesivamente hasta los 420 millones pronosticados en 2100. A comienzos del nuevo siglo, el número de personas de 100 años o más se ampliará: las mujeres en este umbral pasarán a ser el 0,3% de la población, mientras que ahora representan el 0,02%. Ya en la actualidad, la pirámide demográfica no comienza a contraerse a partir de los 55 años, sino que continúa relativamente estable hasta los 85 años, evidenciando el salto hacia una población cada vez más mayor.
El impacto no es baladí y puede transformarse en una carga para los presupuestos nacionales y en un cambio de paradigma dl modelo productivo. La Comisión Europea estima si ahora un 70% de la población está en edad de trabajar, en 2070 esa cifra se reducirá al 54%.

Según el último Eurobarómetro, 7 de cada 10 europeos estiman que el escenario demográfico que se avecina en la UE supone un riesgo para la prosperidad económica. La tendencia hacia una población en declive y cada vez más envejecida amenaza con tener un impacto en la economía europea y con debilitar su posicionamiento en el mundo. En paralelo, países emergentes como los BRICS van ganando cada vez más poder global. La UE quiere aprovechar estos vientos para dar la bienvenida a nuevos miembros. Uno de los argumentos que se impone en Bruselas para defender la entrada al bloque de países como los Balcanes Occidentales, Ucrania o Moldavia es que traerán nueva población y fuerza de trabajo, además de ampliar el acceso a los mercados. “La escasez de mano de obra obstaculiza la capacidad de innovación, crecimiento y prosperidad. Por lo tanto, tenemos que mejorar el acceso al mercado laboral. Sobre todo para los jóvenes, para las mujeres. Y necesitamos una migración cualificada”, aseguraba Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en su último discurso sobre el estado de la Unión.

Financiación: 22.700 millones

El 2015, cuando un millón de personas llegaron al Viejo Continente huyendo en buena medida de la guerra de Siria, provocó un shock en Europa que se ha traducido en una disputa constante y encarnizada tanto en los Gobiernos nacionales como en el Consejo Europeo.

El denominador común al que han llegado los Veintisiete tras años de durísimas negociaciones en el de poner el foco en la dimensión exterior. Lo que se ha traducido en reforzar las fronteras externas y en consolidar acuerdos con países de origen y tránsito para que actúen de muro de convención. A la puerta que abrió el pacto migratorio con Turquía en 2016 le han seguido el rubricado con los guardacostas libios, el Memorándum de Entendimiento ratificado con Túnez o el que se está cocinando con Egipto. Y todo ello ha llevado de la mano un desembolso brutal en las finanzas europeas.

El Marco Financiero Plurianual vigente, que abarca el periodo entre 2021 y 2027, destina 22.700 millones de euros a la gestión de la inmigración y las fronteras, más del doble que los 10.000 millones que contemplaba su antecesor. La incógnita es si en un mundo con más y más complejas crisis, las recetas pasadas y los fondos actuales serán suficientes para que Europa haga frente a un fenómeno migratorio en constante movimiento.

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