A la mañana siguiente del ataque estadounidense contra las instalaciones del programa nuclear militar iraní, el parlamento de Irán aprobó una resolución pidiendo el cierre del estrecho de Ormuz. Luego el general Esmaeil Kowsari, miembro del Comité de Seguridad del Parlamento, afirmó que la decisión última quedaba en manos del Líder Supremo. El cierre del estrecho es una de las arma geopolíticas más contundentes que tiene Irán, ya que es trata de uno de los puntos de estrangulamiento del comercio marítimo mundial más importantes. Y sin emargo, no hemos llegado a verlo ocurrir.
Así podría ser.
Según los datos de la Administración de Información sobre Energía del gobierno de Estados Unidos, por el estrecho de Ormuz pasaban en 2024 unos 20 millones de barriles de petróleo a día. Esa cantidad sería equivalente a un quinto del comercio mundial. Por su parte, el estrecho de Ormuz es también un lugar de paso importante para el comercio del Gas Natural Licuado. También un quinto mundial del comercio mundial paso por él. En el caso del Gas Natural Licuado, la mayoría de la producción en la cuenca del Golfo Pérsico procede fudamentalmente del campo Pars 2 que explotan Qatar e Irán conjuntamente. Después del estallido de la guerra en Ucrania en febreo de 22, España agasajó al emir de Qatar y firmó acuerdos estratégicos buscando garantizar el suministro de gas en un momento de reducción de la oferta por las sanciones a Rusia.
El estrecho de Ormuz es tan relevante para el comercio mundial de hidrocarburos porque es la única salida por mar del tráfico de buques petroleros y gaseros que cargan en los puertos de Irán, Kuwait, Qatar, Baréin y Emiratos Árabes Unidos. En el caso de Arabia Saudita e Irak, sus yacimientos en la costa del Golfo Pérsico no son los únicos pero sí los más importantes. Además de la producción de hidrocarburos, encontramos dos refinerías de Kuwait, una de Emiratos Árabes Unidos y otra de Arabia Saudita entre las veinte mayores del mundo.
Aparte de la importancia para el comercio mundial de hidrocarburos, el estrecho de Ormuz es un punto crítico por su extremada vulnerabilidad. En su punto más estrecho tiene 39 kilómetros de ancho. Así que los buques que lo transitan tienen que navegar empleando un esquema de separación de tráfico, que establece carriles virtuales de entrada y salida de unos 3 kilómetros de ancho. La cercanía a la costa de un volumen de tráfico tan importante ofrece un blanco perfecto a Irán, que ha reforzado en la última década sus medios navales.
La armada iraní fue por largo tiempo la rama más débil de las fuerzas armadas de la República Islamica de Irán. La guerra de Irán-Irak fue el escenario del choque de grandes masas de soldados e implicó batallas aéreas con aviones avanzados para la época. En cambio el régimen surgido de la revolución iraní veía con desconfianza a la armada, que recibió una consideración especial por parte de la monarquía de los Palevi. La armada imperial estaba en vísperas de dar un gran salto de capacidades con la incoporación de cuatro destructores de la clase Kidd cuando cayó la monarquía. Esos buques sirviendo en la armada estadounidense y luego se vendieron a Taiwán.
Los medios principales de la armada iraní fueron durante décadas los tres buques de la clase Alvand superiviventes de un pedido de cuatro al Reino Unido. Y los dos buques de la clase Bayandor supervivientes de un pedido de cuatro unidades a Estados Unidos. Se trata de buques de 1.500 y 1.100 toneladas de desplazamiento a plena carga respectivamente. Unos datos que por desplazamiento y armamento merecerían la clasificación como corbetas en la Armada española pero que en Irán recibieron la consideración de fragata y fragata de patrulla.
El principal refuerzo para la armada iraní llegó tras el fin de la guerra con Irak y la la disolución de la Unión Soviética, cuando la nueva Rusia estuvo dispuesta a vender su mejor tecnología al mejor postor. Así Irán pudo adquirir tres submarinos clase Kilo entre 1992 y 1996.
El último programa de modernización de la armada de Irán arrancó en 2007 con la botadura del cabeza de serie de un nuevo tipo de buque de guerra de diseño y construcción nacional. Durante los siguientes diez años fueron botados buques de la clase Moudge, claramente inspirados en la clase Alvand. Los largos periodos de construcción y puesta en servicio de los siete buques serían síntoma de los problemas de la industria naval y militar iraní de desarrollar un buque moderno de forma totalmente autónoma.
Aparte de las corbetas y submarinos, Irán cuenta con gran cantidad de patrulleras lanzamisiles, embarcaciones ligeras y baterías de defensa costera con misiles antibuque instalados sobre camión. La existencia de todos esos medios son el resultado de las experiencias pasadas de Irán, que ya se enfrentó a Estados Unidos en un choque aeronaval corto y desigual del que Irán extrajo importantes lecciones sobre cómo combatir de forma asimétrica.
La guerra de los petroleros
La economía de los contendientes en las guerra Irán y Irak dependió de las exportaciones de hidrocarburos, que generan las preciadas divisas que permitían comprar tecnología militar. Así que ambos bandos trataron de ahogar la economía del enemigo atacando el tráfico de petroleros. En el fragor de la guerra, petroleros provenientes de puertos de otros países de la región se vieron afectados. En 1986 se alcanzó la cifra de ocho petroleros kuwaitíes víctimas de los ataques iraníes. El pequeño emirató solicitó ayuda internacional y Estados Unidos lanzó en marzo de 1987 la operación “Earnest Will” para escoltar petroleros kuwaitíes en el Golfo Pérsico.
El 22 de julio de 1987 atravesó el estrecho de Ormuz el primer convoy formado por un petrolero y un gasero escoltado por buques de la armada estadounidense. Dos días después aquel petrolero chocó con una mina. En agosto le pasó lo mismo a un petrolero y a un buque de apoyo a plataformas. En septiembre fue atacado un buque de bandera italiana. Reino Unido, Francia, Holanda, Bélgica e Italia acordaron entonces mandar buques de guerra contra minas al Golfo Pérsico. Una prueba de que toda amenaza a la navegación marítima en la región afecta a países lejos de ella.
El 14 de abril de 1988 fue un buque de guerra estadounidense el que sufrió la explosión de una mina. Se trató de la frata USS Samuel B. Roberts, que fue salvada gracias al titánico esfuerzo de su tripulación conteniendo una vía de agua enorme. Previamente, los SEAL de la armada habían abordado un buque iraní y encontrado en él minas antibuque. Los primeros incidentes nada más Llanzar la operación “Earnest Will” llevaron a Estados Unidos a montar otra operación en paralelo con fuerzas de operaciones especial para vigilar las rutas de paso de los buques escoltados. No sólo fue observada la actividad de minado de las fuerzas iraníes, sino que los números de serie de minas antibuque a la deriva recuperadas del agua fueron cotejadas con las capturadas. Así que cuando la fragata USS Samuel B Roberts fue dañada el culpable estaba claro.
La armada de los Estados Unidos lanzó la operación “Prying Mantis” el día 18 de abril. Los objetivos golpeados incluyeron dos plataforma petrolíferas en desuso y empleadas como base para las fuerzas militares iraníes. Una de ellas fue abordada por marines estadounidenses, que plantaron explosivos para completar el trabajo del cañoneo naval. La otra fue tan dañada que la operación de abordaje de los SEAL de la armada para plantar explosivos fue suspendida.
La acción de las dos flotillas encargadas de atacar las plataformas llevó a una respuesta iraní con aviones y buques de combate, estableciéndose una batalla naval en la que por primera vez en su historia los buques estadounidenses se vieron bajo ataque de misiles antibuque. En la refriega, las fuerzas iraníes perdieron una corbeta clave Alvand, una patrullera lanzamisiles y varias embarcaciones menores, mientras que fueron dañadas una corbeta clase Alvand y un caza F-4E Phantom II. Las fuerzas convencionales iraníes no habían sido rival para la armada estadounidense. Y de aquel enfrentamiento el régimen iraní obtuvo una lección importante. Había sido capaz de crear más quebradreos de cabeza con sus tácticas asimétricas que con sus fuerzas convencionales heredadas de los tiempos del sah.
Los años posteriores al fin de la guerra Irán-Irak vería la potenciación de la rama marítima del Cuerpo de Guardianas de la Revolución Islámica y de la prioridad a las tácticas de guerra naval asimétrica. Pequeñas embarcaciones de fibria de vidrio armadas con cañones, ametralladoras y cohetes fabricadas masivamente y pequeñas patrulleras lanzamiles con tecnología norcoreana tenían como misión lanzarse en enjambre contra el tráfico marítimo.
La guerra entre el gobierno de Yemen y los rebeldes hutíes se convirtió en el siguiente laboratorio de guerra naval asimétrica del que sin duda ha sacado provecho el régimen iraní. Los rebeldes hutíes recibieron no sólo armamento iraní, sino piezas y ayuda para reconvertir el armamento de manufctura soviética capturado al ejército del país creando armas algo chapuceras pero efectivas. Años antes de la aparición de los drones marinos en el Mar Negro, los hutíes emplearon lanchas telederigidas cargadas con explosivos contra la armada saudí. Y más recientemente han empelado drones contra la navegación en el Mar Rojo. Las mismas tácticas que podemos esperar de Irán en caso de un intento de cierre del cierre del Estrecho de Ormuz. La diferencia con los años 80 es que veríamos a los países vecinos intervenir ante una acción que afectaría enormemente su economía.
Las petromonarquías ya no pagan para que las defiendan
Mientras la armada iraní llevaba a cabo en el siglo XXI su lenta modernización y los pasdarán incorporaban una enorme flota de embarcaciones ligeras, las petromonarquías de la región llevaban a cabo también su salto en capacidades militares. La Guerra del Golfo de 1991 fue todo un toque de atención para los países de la zona, que habían mantenido hasta la fecha unas fuerzas armadas de escaparate. Las compras de enormes cantidades de material militar a las potencias occidentales fiue durante la vieja Guerra Fría una compra de voluntades en las grandes capitales occidentales.
A finales de la década pasada Arabia Saudí encargó cinco corbetas de la clave Avante 2200 a la española Navantia para dotar a su flota del Golfo Pérsico. Y encargó también a Estados Unidos cuatro fragatas, un derivado específico de los buques de combate litoral de la clase Freedom. A día de hoy las cinco corbetas españolas navegan mientras que las estadounidenses, previstas para 2023, todavía no han sido entregadas mientras el proyecto veía su presupuesto dispararse. El proyecto finalmente siguió adelante porque la monarquía saudí entendió que la compra de un gran paquete de armamento era una forma de congraciarse con Donald Trump. Mientras tanto, Navantia recibió un pedido por tres corbetas adicionales del mismo modelo.
El otro rival geopolítico de Irán en el Golfo Pérsico es Emiratos Árabes Unidos, cuya armada incluye un total de nueve corbetas de tres series diferentes procedentes de Francia e Italia. Se trata de buques que oscilan entre las casi 1000 toneladas y las 2700 toneladas de desplazamiento pero que cuentan con un armamento poderoso y abundantes equipos electrónicos avanzados. Se trata de buques que no pueden compararse con los que operan las armadas europeas, pero los Emiratos Árabes Unidos no aspiran a realizar despliegues oceánicos. Y es indudable que estos buque operaría en un espacio limitado como el Golfo Pérsico dentro de la cobertura de su aviación, mucho más avnzanda que la iraní.
El verdadero desafío para Estados Unidos o las petromonarquías rivales de Irán en el Golfo Pérsico no sería la armada iraní, que ya salió vapuleada en los años 80 frente a Estados Unidos. Las lecciones de aquel entonces y la más reciente guerra en Yemen apuntan al empleo de misiles antibuque desde la costa lanzamiento masivo de drones de bajo coste contra el tráfico marítimo y el empleo de embarcaciones ligeras para acosar a los buques lentos civiles.
Reabrir el estrecho de Ormuz requeriría una voluntad decidida de llevar el conflicto a tierra, eliminando las bases de drones y las lanzaderas de misiles. Esto haría más extenso e intenso al conflicto. El reciente ataque israelí al programa militar nuclear iraní demostró cómo una aviación moderna con tecnología occidental pudo ganar el dominio del aire y desplegar drones para cazar lanzaderas de misiles en suelo iraní. Pero la experiencia histórica muestra que Irán siempre saca lecciones de sus derrotas y cambia las reglas de juego.