Las deficiencias en los servicios estatales son un tema recurrente que aunque repetido no deja ser, no pierde efectividad mientras siga latente y lancinante.
Es como si las autoridades jugaran al cansancio de una población que no es escuchada, que no es atendida y que reclama en un desierto de cabezas llenas de aire, de indiferencia.
Así, ejercicios sobran y casos como las denuncias contra las Empresas Distribuidoras de Electricidad y del Banco de Reservas, por ejemplo, llenarían páginas y páginas de periódicos.
Pareciera que esas entidades tomaron la firme decisión de castigar con su pésimo manejo a los usuarios, vejados con averías, pese a reportes que nadie acude a resolver y encima aparecen cerrados. O sea, las brigadas cobran sin trabajar.
Mientras barrios enteros sufren el castigo inmerecido de estar a oscuras aún con pago puntual y más, adelantado, los del sistema prepago.
Lo de Banreservas es otro canto. Ocurren cosas inexplicables como bloqueo de clave con el argumento de que es incorrecta aunque sea la usada per seculares seculorum. El cliente insiste y al tercer intento zasf, no más posibilidades de ingresar.
Si llama a oficina, le piden número de identificación que igual la contestadora no asume y así hasta tres veces, entonces dirá que usted agotó los intentos válidos.
Queda la opción de ir a sucursales. Sí, a esperar horas muertas y cuando llegue su turno, un agente haga lo mismo que el pobre contribuyente puede hacer sin trasladarse y claro con mismos resultados nefastos.
Quién responde por tanta calamidad, tanto perjuicio, que también es violencia?
of-am
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