A pesar de su reputación de ser una prisión aislada y dura, fue posible escapar de Alcatraz. Solo se necesitó ingenio, agallas y 50 impermeables.
Por CNN
El 11 de junio de 1962, tres prisioneros —Frank Morris y los hermanos Clarence y John Anglin, todos de unos 30 años— se deslizaron con una balsa casera a través de agujeros ocultos en las paredes de sus celdas, treparon por un conducto de ventilación hasta el techo y escaparon de la fortaleza de la isla a las gélidas y agitadas aguas de la Bahía de San Francisco.
La idea de que la prisión de la isla es realmente a prueba de fugas es un elemento clave de la propuesta del presidente Donald Trump para reabrirla más de 60 años después de que la Oficina de Prisiones la cerrara por ser demasiado costosa de operar.
“Nadie ha escapado nunca de Alcatraz”, afirmó Trump el lunes en la Oficina Oval.
Pero aunque Morris y los hermanos Anglin nunca fueron encontrados, los aficionados al drama de forajidos —y algunos familiares de los prisioneros— están convencidos de que lograron llegar a la costa y vivieron el resto de sus vidas ocultos a la justicia y al ojo público.
“Ese caso”, dijo Art Roderick, alguacil federal retirado que participó en la investigación durante casi 40 años, “simplemente nunca desaparece”.
Llegar a Alcatraz y luego salir
Morris y los Anglin terminaron en la prisión más inquietante de Estados Unidos por la razón más obvia: intentaban constantemente escapar de todos los demás lugares donde habían estado recluidos, según consta en sus antecedentes penales del FBI. Aun así, el complejo federal en California conocido como La Roca no les quebró ni el ánimo ni los antecedentes.
“Bueno, no les gustaba estar encerrados”, dijo David Widner, de 58 años, coautor de un libro sobre la fuga de sus tíos.
Tampoco les gustaba ser pobres. Los documentos del FBI muestran más de dos docenas de cargos combinados contra los dos hermanos, quienes crecieron en la zona rural de Georgia con una docena de otros hermanos y hermanas, principalmente por robo y allanamiento de morada.
“En gran parte, solo buscaban cosas buenas”, dijo Widner. “Querían cosas mejores que no sabían cómo conseguir aparte de robar”.
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