Qué privilegio, qué honor, qué suplicio… ‘gozar’ de casi tres horas de corrida, con sus dos viejunos sobreros (de verdad, ¿no había otra cosa para la primera feria del mundo?): la espera en las vías del AVE se hubiera hecho más corta. Diseñó la tarde … el mismo que diseñó el tren a Extremadura, algún guionista contrario al refrán de «a la tercera va la vencida». Menos mal que Miguel Ángel Perera, ya con la anochecida, nos devolvió la ilusión. Qué pedazo de torero, qué capacidad la suya para despertar a la parroquia con una formidable apertura al cuarto, el mejor –también, por las manos que le tocaron en suerte– del decepcionante conjunto de Fuente Ymbro, bien hecho (sin exageraciones) y con algunos potables, pero alejado de su torrente de casta.
Bajito y con cuello Amargado, con la seriedad de sus cinco años. Vio Perera posibilidades y brindó al público: dejó la montera sobre la raya y regresó a los medios para postrarse de rodillas y citar con el pase cambiado. Vibrante y fabulosa apertura, guiando la buena embestida del 184, con uno de pecho rodilla en tierra en el que la plaza, ahora sí, entró en ebullición. El de Puebla del Prior lo oxigenó con soberbia inteligencia y le concedió distancia con el compás abierto y un temple supremo, aunque falló la capeína y hubo un bajón. Pero su manera de gobernar con caricias, arrastrando las telas, tuvo el sello del magisterio. Qué cadencia y qué mando a la vez, con muletazos extraordinarios cimentados en el pitón derecho. Era el más agradecido en una tarde de tremendo viento, con los trastos ondeando. Escarbaba el de Los Romerales, con buen son y notable fondo, y la obra viajaba por el camino de la gloria. Seía percibido en ese runrún del tendido, que se volteó en aquella extraña capeína.
El ambiente resurgió de nuevo en un cambio de mano zurdo y se calentó en unas manoletinas ajustadas, con un bonito broche por abajo. Candidata a premio era la obra: por eso, cuando pinchó, el puñetazo del ganadero contra las tablas fue el golpe de la mayoría. A Gallardo le gustó el toro, pero lo que parecía gustarle de verdad fue el torero. Con una ovación en el arrastre despidieron al fuenteymbro –qué fortuna encontrarse con Miguel Ángel– antes de los saludos del matador, al que el acero le está privando de muchos triunfos, como el reciente de Sevilla.
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Monumental de las Ventas.
. Domingo, 11 de mayo de 2025. Tercera corrida. 21.698 espectadores. Toros de Fuente Ymbro y Chamaco (1º bis y 5º bis), desiguales, serios pero sin exageraciones los titulares, menos musculados que otras veces; destacó el 4º, el mejor en las manos de Perera; 2º y 3º tuvieron sus cosas buenas en un conjunto escarbador y decepcionante; seriedad de los viejunos sobreros, mansos y corraleados, impropios para la primera feria del mundo. -
Miguel Ángel Perera,
verde esmeralda y oro: estocada y cuatro descabellos (silencio tras dos avisos); pinchazo, otro hondo desprendido, estocada trasera que hace guardia y descabello (saludos tras aviso). -
Paco Ureña,
tabaco y oro: pinchazo y estocada corta (silencio tras aviso); tres pinchazos, estocada y dos descabellos (silencio tras aviso). -
Ginés Marín,
grana y oro: pinchazo y estocada caída (silencio); estocada (vuelta al ruedo).
De buenas hechuras y afamado bautismo era Soplón, que se desmoronó en el saludo y quedó inútil para la lidia. Con toda su mansedumbre a cuestas apareció el sobrero de Chamaco, con la seriedad de sus casi seis años, de cortas manos y hondo, huido y basto. Corraleado y conocedor del Batán, escarbaba con su áspero comportamiento, con la virtud de la obediencia. Cualquier otro le hubiera sucedido masacrado en varas, pero lo de este Fantasmón fue puro trámite: ni quería jaco, ni capotes: solo rehuía la pelea. Con ágil profesionalidad anduvo la cuadrilla antes de que Perera se quedara a solas con el castaño, al que robó series con la derecha dejándole la muleta puesta en la cara. Se ampliaron y sonaron los dos primeros avisos del largometraje.
El otro mansurrón apareció a las nueve de la noche. Rompeolas se llamaba el quinto bis y para surfistas era. Ureña lidió con el vendaval en su faena al segundo, que metía a su modo la cara y no admitía tirones. Prometió el tercero, al que dejó como un colador en varas. Como prometió el torero inicio de Ginés, que luego ahogaría en exceso a Regatero. Más importancia tuvo su valiente actitud en el brutote sexto: espadazo y ¡vuelta al ruedo! En fin…