Elon Musk ha redefinido más de una industria, pero ahora está rehaciendo también el mapa geográfico del poder tecnológico en Estados Unidos. Lejos del ruido de Silicon Valley, ha encontrado un nuevo centro de operaciones en un lugar inesperado: Bastrop, un tranquilo pueblo rural de Texas donde sus empresas se están asentando con fuerza. Lo que ocurre allí es tan ambicioso como inquietante.
El nuevo Silicon Valley… en medio del campo
A solo media hora de Austin, Bastrop parece un lugar improbable para el auge de la tecnología. Sin embargo, allí se están consolidando algunos de los proyectos más importantes del ecosistema empresarial de Elon Musk: desde SpaceX y The Boring Company, hasta la nueva sede de su red social X.
En pocos años, este antiguo pueblo agrícola ha pasado a tener una planta de fabricación de Starlink, un complejo corporativo con cafeterías y bares internos, e incluso propuestas para una futura ciudad llamada Starbase, impulsada por empleados de SpaceX.
El motivo de la mudanza es tanto económico como ideológico. Musk ha expresado repetidamente su rechazo a lo que llama el “virus de la mentalidad progresista” en California. Fue precisamente una ley estatal relacionada con identidad de género lo que terminó de convencerlo de trasladar sus operaciones a Texas, estado con políticas conservadoras y ventajas fiscales atractivas.
Empleos, expansión y preocupaciones ambientales
El desarrollo acelerado de Musk ha sido recibido con una mezcla de entusiasmo y preocupación. Por un lado, hay quienes celebran la llegada de empleos tecnológicos bien remunerados a una zona históricamente rural. Por otro, surgen dudas sobre el impacto ambiental, la presión sobre los recursos naturales y el costo social del crecimiento acelerado.
Una de las principales tensiones surgió cuando The Boring Company fue multada por la contaminación de agua y un intento de verter aguas residuales en el río Colorado. Tras la presión local, la empresa aceptó desviar los desechos a una planta de tratamiento, pero el incidente dejó una señal de alerta encendida.
También preocupa el proyecto habitacional que busca instalar más de 100 casas para trabajadores. De momento, solo hay algunas caravanas temporales, pero si se concreta el plan, podría transformar aún más el equilibrio rural-urbano de Bastrop.
Entre el orgullo local y el miedo al cambio
Los residentes del pueblo viven este proceso con sentimientos divididos. Algunos, como el agente inmobiliario Judah Ross, ven el crecimiento como una oportunidad única. Otros, como Alfonso López, un extrabajador de tecnología en Seattle, valoran los beneficios, pero temen que la expansión termine afectando la esencia del lugar.
“El problema no es Musk como persona”, dicen muchos, “sino la rapidez con la que todo está cambiando”. La ciudad ha aprobado recientemente leyes para limitar la densidad habitacional y proteger espacios verdes, en un intento por preservar su carácter original mientras el entorno se transforma.
Beneficios fiscales y apoyo político
El respaldo institucional al proyecto es evidente. El gobierno de Texas ha concedido 17,3 millones de dólares a SpaceX para el desarrollo del sitio en Bastrop. Además, la empresa solicitó la designación de zona de libre comercio, lo que le permitirá operar con menores costos fiscales. Esta política, promovida por Donald Trump, encuentra eco en un estado que ve en Musk a un aliado político y económico.
Sin embargo, esta expansión implica pérdidas fiscales para el condado, que dejará de recibir unos 45.000 dólares en ingresos este año. Un sacrificio que se justifica —según los defensores del proyecto— por la promesa de más de 400 empleos y 280 millones de inversión.
¿Futuro brillante o advertencia silenciosa?
Aunque las críticas abiertas a Musk son pocas en la calle, en foros y redes sociales locales empiezan a aparecer voces disconformes. La sensación general es de ambivalencia: hay esperanza por el progreso, pero también temor de que el pueblo pierda su identidad.
Bastrop no es solo un nuevo centro tecnológico: es una prueba viva de cómo el poder empresarial puede alterar, de forma vertiginosa, el tejido de una comunidad. Y aunque muchos ven en Musk un catalizador de innovación, otros se preguntan si el costo de esa transformación terminará siendo demasiado alto.
Mientras tanto, las grúas no se detienen, y el sueño de Elon Musk sigue tomando forma… en el corazón de Texas.
[Fuente: BBC]