Juan Bosch

Llegó al poder en febrero de 1963, reformó la Constitución y mostró buenas intenciones para el país. Sin embargo, mandó a convertir a todos los locales del PRD en escuelas públicas, una especie de expresar que las motivaciones políticas terminaron, lo que le trajo problemas en esa organización. Peor aún: no realizó un solo cambio en los institutos armados, dejando activos a todos los generales trujillistas, los cuales empezaron a conspirar y lo derrocaron a siete meses de gobierno constitucional. Fue enviado al exilio. Hay que reconocer que no robó ni mató.

Después del golpe de Estado, Juan Bosch se convirtió en un líder errático, que contribuyó a que la franja democrática se mantenga fuera del poder. Regresó al país después de la Revolución de Abril, participó nuevamente como candidato del PRD, pero limitando su campaña a charlas radiofónicas, porque el país estaba ocupado por tropas norteamericanas, que apoyaban abiertamente a Joaquín Balaguer, y el hombre se metió en miedo. Lo más aconsejable hubiera sido no participar y denunciar ante el mundo la situación dominicana.

Inmediatamente pasan las elecciones e inicia el terror político balaguerista, Bosch se marcha hacia Benidorm, España, a escribir, lo que demuestra su carácter irresponsable y temor. Quien se la jugó fue Peña Gómez.

El expresidente regresa al país faltando dos meses para el torneo comicial de 1970. Y vino a separar al PRD de las fuerzas de izquierda, una forma de decirle a Joaquín Balaguer: “Mire conmigo no habría problema”. Y procedió con la abstención electoral del PRD, un acto de incoherencia política, pues un año antes había escrito la tesis “Dictadura con Respaldo Popular”, desde París, la que fue rechazada por sus propios compañeros.

Algo más: ¿Qué estrategia había diseñado Bosch para alcanzar el poder e implantar una dictadura? ¿Un golpe de Estado? ¿Una guerra civil o una guerra de guerrilla? Nada. Cuando un político descarta la vía electoral, por la razón que fuere, tiene que apelar a otra alternativa, pero este caballero no lavaba ni prestaba la batea.

 Los perredeístas descubrieron su carácter errático y observaron en Peña Gómez ser estratega, al plantear unificar a toda la oposición contra Balaguer. El prestigioso cuentista se marchó del PRD en noviembre de 1973.

El PRD, bajo la dirección de Peña Gómez y el estímulo de un liderazgo colegiado, empezó a mostrar señales de procurar el poder de verdad. Y se hizo el intento en 1974, con el poderoso Acuerdo de Santiago, lo que sirvió de experiencia.

Peña inscribió al partido blanco en la Internacional Socialista y se crearon relaciones con gobiernos y líderes de todo el mundo, una forma de blindar un eventual triunfo electoral para 1978. Y en efecto así ocurrió, pese a que Bosch recorría los barrios diciendo que era “un imposible sacar a Balaguer del poder”. Con los intentos fallidos de desconocer la voluntad popular en 1978, a Bosch le surge la idea de plantear un “gobierno cívico militar”.

En los gobiernos del PRD, 1978-1986, también le surgió la idea, consciente de que ya había libertad de expresión y cero riesgos, de convertirse en un opositor acérrimo.

 Con la división del PRD, en 1990, se le presenta la oportunidad de oro al intelectual y político de ganar ese evento electoral.

Comments (0)
Add Comment