El gran ganador: El clientelismo  

EL AUTOR es abogado. Reside en Puerto Plata.

El fantasma del clientelismo volvió a apoderarse de las calles dominicanas el pasado domingo 19 de mayo, y continúa siendo el protagonista  de las elecciones dominicanas, logrando el traslado, por medio de un ejército de activistas políticos (en motores, pasolas, carros, camionetas, Jipetas, etc.), de cientos de miles de votantes a cambio de una compensación económica.

El fantasma logró alejar un 46%. En  ese 46% se encuentran regularmente los sectores medios que gozan de libertad financiera y no depende de ninguna ayuda del gobierno. Otra parte de ese 46% que no fue a votar, sencillamente vive en circunscripciones en donde ellos no están hábiles para votar. Y otra parte suele no votar, por padecer alguna enfermedad importante o estar aquejada de alguna discapacidad físico motora.

La pregunta para la oposición y para mí que me presenté como un candidato independiente es: ¿Qué vamos a hacer contra esa realidad (El clientelismo)?

El tema de una Reforma Constitucional vuelve a cobrar importancia en los próximos cuatro años, pues el actual presidente agotará su segundo mandato, y quedará inhabilitado para presentarse una vez más como candidato a la Presidencia.

Así las cosas, y con una Reforma Constitucional al doblar de la esquina, estás son mis dos sugerencias que deben ser incluidas en la próxima reforma a la Constitución Dominicana:

1. Disminuir la matrícula de la Cámara de Diputados, ya sea un 60%  (114 menos) para que solo sean 76 diputados, o disminuirla a solo dos diputados por provincia, para que sean 64 diputados.

Y 2. Instaurar en la República Dominicana el voto obligatorio.

Ambas medidas traerán las siguientes consecuencias:

1. Disputándose solo 76 o 32 curules para la Cámara de Diputados (no las 190 que actualmente se disputan), la calidad de la oferta electoral aumentaría significativamente, obligando a los partidos a presentar candidatos con mejores perfiles, y consecuentemente el país se dotaría de mejores diputados.

2. Con el voto obligatorio se elevaría inevitablemente la calidad del voto, pues los sectores más educados, instruidos, conscientes y con libertad financiera que históricamente han tenido una desafección (apatía) con el voto, tendrán, por mandato imperativo de la ley, que ir a votar, lo cual asegura que más votantes con mayor consciencia participen, y ello redunde en una elevación automática de la calidad de la escogencia.

jpm-am

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