Milei pronunció en Los Angeles un discurso más adecuado que en Davos

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Los viajes al exterior de Javier Milei están muy alejados de lo que se espera de un presidente. En muchos casos, los hace para cumplir con agendas que son más personales que públicas.

Más aún, en Estados Unidos, en plena campaña electoral se encontró con Donald Trump, al que le manifestó su apoyo.

Pronto irá a España para asistir al Congreso de Vox, una fuerza política enfrentada con el gobierno de Pedro Sánchez.

Esas actitudes son comprensibles para un dirigente político, pero impropias para un jefe de Estado.

También fueron imprudentes y alejadas de sus responsabilidades institucionales sus declaraciones sobre otros presidentes, en especial con relación a Lula, que generaron situaciones que luego la Cancillería intentó enmendar con relativo éxito.

No existen las declaraciones a “título personal” cuando se ejerce la Presidencia de un país.

La postura y el anhelo

Milei se presenta en distintos foros con discursos en los que se concentra en exhibir su reconocido credo libertario procurando convertirse en un referente global de esa corriente de pensamiento. Y desaprovecha escenarios como el de Davos, porque en lugar presentar los caminos que se abren en Argentina, se dedicó a explicar las ventajas del capitalismo a un auditorio integrado por los mayores capitalistas del mundo.

En ese sentido, el discurso pronunciado el lunes en Los Angeles constituyó un avance. Porque a la habitual prédica libertaria, le incorporó una descripción de las oportunidades de inversión que ofrece Argentina.

“Fueron imprudentes y alejadas de sus responsabilidades institucionales sus declaraciones sobre otros presidentes”

Y no se refirió solo a las ventajas naturales, sino también a los recursos profesionales que surgen de las universidades que hasta hace poco denostaba.

Pero las inversiones no vendrán por discursos sino por medidas concretas, que además, logren sustento institucional y apoyo político que ayuden a hacerlas perdurables.

Tampoco son necesarios los mensajes grandilocuentes como aspirar a ser “la meca de Occidente”, sino la gestión cotidiana que resuelva con una visión clara, pero también con pragmatismo, los desafíos que enfrenta el país.

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