Mari Pau Domínguez: “Desgraciadamente, la sociedad ha relegado el papel de muchas mujeres fascinantes al olvido”

Pocos españoles han leído o escuchado el seudónimo de ‘La Fornarina’ (Madrid, 1884-1915) en el último medio siglo. Sin embargo, Consuelo Vello —ese era su nombre al nacer— fue la cupletista española más aclamada de toda Europa a principios del siglo XX. 

A pesar de haber crecido en la miseria, inundó de números musicales teatros tan icónicos como el de la Zarzuela de Madrid y el Olympia de París. La escritora y periodista Mari Pau Domínguez rescata su historia del olvido en la biografía novelada La magia de la libélula. La increíble historia de ‘La Fornarina’ (La esfera de los libros).

¿Cuál fue su primer contacto con ‘La Fornarina’?Me encontré con ella escribiendo sobre el que fue su grandísimo amor, José Juan Cadenas (1872-1947. Periodista, libretista y poeta español), un tipo muy interesante. Pero entonces apareció Consuelo, un personaje de carne y hueso, con una historia humana muy excepcional. Empecé a indagar sobre ella y acabó fascinándome.

Consuelo Vello supo sobreponerse a las circunstancias en las que nació, de mucha pobreza

¿Qué fue lo que más le llamó la atención de Consuelo Vello?Su peripecia vital. Fue una mujer muy diferente, fruto de su época, pero que podría ser también muy de hoy en día, porque fue un ejemplo de persona que se supera a sí misma. Supo sobreponerse a las circunstancias en las que nació, que fueron muy traumáticas y de mucha pobreza, y huir de la miseria que podría haber predeterminado su vida. Pasó de ser una persona que se dedicaba a la prostitución, analfabeta integral, en solo 15 años, a ser la artista más aclamada de Europa, pero también a aprender a leer, escribir, amar el arte, hablar cuatro idiomas y llegar a relacionarse con intelectuales como Marcel Proust, Colette, Alejandro Lerroux o Ramiro de Maeztu.

¿En cuanto a notoriedad, se podría decir que ‘La Fornarina’ fue a principios del siglo XX lo que ahora es Rosalía?(Ríe). No me atrevería a compararlas. Las condiciones de aquella época eran mucho peores a las de Rosalía y de cualquier otra artista actual. ‘La Fornarina’ era la hija de una lavandera y de un guardia civil alcohólico, que con 9 años se levantaba a las cinco de la mañana para ir al Manzanares a desollarse las manos lavando la ropa para ayudar a su madre. Luego, con 13 ó 14 años fue prostituta. Eso hoy en día no podría darse.

Hay tantas mujeres fascinantes en la historia de España que nunca acabaríamos de encontrar casos

¿Cómo se explica que un personaje histórico tan extraordinario no sea conocido en España?Bueno, eso pasa con muchísimas mujeres. Desgraciadamente, la sociedad ha relegado el papel de muchas mujeres fascinantes al olvido, que podrían haber sido grandes ejemplos a seguir. Como escritora, rescatar personajes femeninos de esa categoría es muy gratificante. También he rescatado del olvido a mujeres del Siglo de Oro. Hay tantas en la historia de España que nunca acabaríamos de encontrar casos.

‘La magia de la libélula’ está editada por La esfera de los libros.
CEDIDA

La libélula tiene una simbología muy importante en la novela. ¿Por qué escogió este animal?Pasé muchísimo tiempo buscando un elemento que me sirviera de símil para definir a ‘La Fornarina’. En el camino, me encontré con una joya de René Lalique (1860-1945. Joyero francés modernista) que representaba a una libélula pero con un busto de mujer, que simbolizaba la feminidad, pero con garra, con fuerza. Además, era de estilo Art Nouveau, de finales del siglo XIX, que coincide con el nacimiento de Consuelo Vello, y me pareció muy apropiado relacionarlas. La libélula es un símbolo de libertad y de renacer. Es un ser de luz, y ‘La Fornarina’, por encima de todo, era una mujer luminosa, con un alma pura, de esa gente que nace con algo, con un don, que es el de iluminar.

Su historia de amor con José Juan Cadenas fue muy novelesca

Aunque cumplió sus sueños, ‘La Fornarina’ murió muy joven, cuando estaba en lo más alto de su carrera. ¿Se podría considerar una heroína trágica?Tuvo un final trágico, sobre todo por cómo repercutieron sus últimos días en su relación de amor con José Juan Cadenas. Me conmovió mucho ese final para ambos. A Cadenas, que había sido un hombre mujeriego, le marcó tanto que no se le volvió a conocer ninguna historia de amor importante y no se casó. Su historia de amor fue muy novelesca, y estoy convencida de que si él no hubiera irrumpido en su entorno, su vida habría sido diferente

¿Cómo fue su relación?Hoy en día hablaríamos de una relación tóxica, pero ese es un concepto muy actual que no deberíamos emplear. Eran dos personalidades muy arrolladoras, lo que hacía que se amaran de una manera muy bestia, muy brutal, pero también que hubiera mucha colisión entre ellos. Por eso vivieron juntos, se separaron, volvieron a vivir juntos, volvieron a separarse… Y así pasaron la vida. Pero incluso cuando estaban separados, el uno no dejaba de tener presente al otro. Fue una relación de amor muy productiva, y creo que les hizo mejores a ambos, aunque no supieran encontrar una estabilidad y un equilibrio juntos.

Fue cupletista y actuó en espectáculos de ‘varietés’ que venían importados de París, pero lo hacía con una inocencia natural

En la novela muestra el dilema que la artista tenía con su propio erotismo, que fue su puerta de entrada a la fama.Ella era muy única. Su encanto, y lo que enloqueció al público en esa época, era que tenía una sensualidad innata indiscutible, pero a la vez lo revestía de una inocencia nada impostada. Fue cupletista y actuó en espectáculos de varietés que venían importados de París, pero lo hacía con una inocencia y picardía naturales. Y eso atrajo mucho, porque las artistas que se dedicaban a esto eran más desinhibidas. Esa paradoja es lo que hizo que ella triunfara por encima de todas las demás.

En el libro cita muchas crónicas y críticas periodísticas de las funciones de la cupletista que se publicaron y que repercutían en el éxito las obras. ¿Cómo considera que ha evolucionado esa influencia de la prensa?Ahora mismo no es la prensa la que tiene esa capacidad de influencia en el arte o en los escenarios, sino las redes sociales y las recomendaciones en internet. Yo sigo siendo muy nostálgica de ese poder que tenía la prensa. Recuerdo que de joven devoraba las críticas teatrales, cinematográficas y literarias; un género que, desgraciadamente, se está perdiendo.

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