
A finales de marzo de 2024, soldados israelíes asaltaron el Hospital Nasser en el sur de la Franja de Gaza. Arrestaron a personal médico y pacientes, así como a civiles que se refugiaban en el recinto del hospital. H., un médico ortopédico, estaba a mitad de turno cuando los soldados comenzaron a golpearlo. Le dieron patadas en el estómago, la ingle y los testículos, le ordenaron que se desnudara, lo esposaron, le vendaron los ojos y lo llevaron al patio del hospital. Luego lo trasladaron a través de la frontera israelí hasta la infame base militar de Sde Teiman, cerca de la ciudad sureña de Be’er Sheva, donde en ese momento cientos de palestinos eran retenidos con los ojos vendados y encadenados en jaulas superpobladas y sucias. Algunos fueron obligados a dormir en el suelo sin colchones ni mantas.
En octubre de 2024, H. dio una declaración jurada a la organización Médicos por los Derechos Humanos–Israel (PHRI), una ONG en la que uno de nosotros, Guy Shalev, es director ejecutivo y otro, Osama Tanous, es miembro del consejo directivo. H. relató que en un momento durante sus 69 días en Sde Teiman, sus guardias lo pusieron en una “sala disco” sin colchones, donde la música ensordecedora sonaba constantemente. Finalmente lo llevaron a una sala de interrogatorios donde, según su testimonio, “durante seis días me torturaron atándome manos y pies a una silla por detrás, golpeándome el estómago y abofeteándome mientras tenía los ojos vendados”. Después de cuarenta y tres días en Sde Teiman, fue trasladado a una prisión cerca de Tel Aviv para ser interrogado.
Allí fue visto por un médico, quien confirmó que H. había desarrollado hernias inguinales y abdominales como resultado de las palizas. “Dijo que necesitaba una operación y que no debía ser interrogado”, pero lo devolvieron a Sde Teiman sin tratamiento. “Tan pronto como regresé al centro de detención”, recordó H., “los soldados me golpearon, me azotaron la cabeza contra el suelo, me restregaron la cara en la arena, me patearon y me dieron puñetazos”.
Tras otras tres semanas en Sde Teiman, H. fue transferido de nuevo, esta vez a una prisión en Ashkelon, cerca de la frontera con Gaza. Allí lo examinó otro médico, que le obligó a mantener la venda en los ojos durante el examen. “Somos colegas en la misma profesión”, le dijo H. “Se supone que debes tratarme con humanidad”. Según recuerda, el médico israelí “me abofeteó mientras aún tenía los ojos vendados.” “Eres un terrorista“, recuerda que le dijo el hombre.
Unas semanas después, en la unidad médica del Servicio Penitenciario de Israel en Ramleh, H. fue examinado por un tercer médico, que confirmó en una revisión de 10 minutos que necesitaba una operación de hernia. Sin embargo, insistió en que no era urgente y H. fue devuelto de nuevo, esta vez a la prisión de Ofer. H. relata en su declaración jurada que, en una audiencia judicial el pasado julio, el juez prorrogó su detención por 45 días. Ni en esa ocasión ni en los siguientes interrogatorios se le permitió el acceso a un abogado.
En agosto, cuando compareció ante un juez por teléfono, se le dijo que se le consideraba “afiliado a una organización terrorista”. Antes de que el juez colgara abruptamente la llamada, le comunicó a H. que permanecería detenido en Ofer hasta nuevo aviso. “Soy médico”, protestó H. Pero el juez ya no estaba.
H. sigue encarcelado en Ofer a la espera de juicio—uno delos más de 380 trabajadores sanitarios de Gaza que han sido detenidos por las fuerzas israelíes desde octubre de 2023. (Según Health Care Workers Watch, al menos dos docenas han sido víctimas de desaparición forzada y siguen en paradero desconocido.) Entre julio y diciembre de 2024, PHRI recopiló testimonios de veinticuatro de estos profesionales médicos palestinos, que fueron retenidos tanto en prisiones civiles como militares en Israel.
Prácticamente todos describieron haber sufrido torturas en forma de palizas severas, encadenamiento continuo y privación del sueño. Según documentos obtenidos por PHRI mediante una solicitud de acceso a la información, al menos 63 palestinos murieron bajo custodia israelí entre octubre de 2023 y septiembre de 2024, incluidos los doctores Adnan al-Bursh, Iyad al-Rantisi y Ziad al-Dalou, así como el paramédico Hamdan Abu Anaba. Desde entonces, basándose en datos recopilados por organizaciones de derechos humanos y la Autoridad Palestina, el grupo ha determinado que al menos otros veintisiete detenidos han muerto en los últimos 19 meses, elevando el número total a 90. En comparación, nueve prisioneros murieron en la cárcel de Guantánamo durante más de 20 años.
Negligencia media generalizada
Los testimonios recogidos por PHRI revelan algunos patrones recurrentes. Uno de ellos es el uso de perros para atacar y humillar a los prisioneros. M.T., jefe del departamento de cirugía del Hospital Indonesio en el norte de Gaza, contó a PHRI que soldados de una unidad contraterrorista llamada Fuerza 100 asaltaron su recinto de detención en Sde Teiman con perros durante tres días seguidos, “golpeando a los prisioneros y permitiendo que los perros orinaran y defecaran sobre nosotros”. K.S., un cirujano de veintinueve años del Hospital al-Shifa, relató que “nos golpeaban con porras, con los puños, y dejaban que sus perros orinaran sobre nosotros. Siempre van acompañados de perros… Me atacaron dos veces con ellos”.
Otro abuso citado repetidamente fue la negligencia médica generalizada. En línea con otros detenidos, un médico general de 27 años del Hospital al-Aqsa, llamado M.S., describió brotes de sarna en su pabellón penitenciario. “Nadie está tratando estas infecciones“, dijo. “Ni nada más.”
Quienes lograron ser vistos por médicos israelíes a menudo tuvieron experiencias similares a las que describió H. El cirujano K.S. recordó que un médico le dijo que su sarna “se curaría sola”. N.T., un cirujano de 49 años que toma medicación para la hipertensión, fue privado del acceso a un médico durante meses tras ser detenido en la redada de marzo de 2024 en el Hospital Nasser. En su declaración jurada, describe cómo lo llevaron a Sde Teiman, esposado y con los ojos vendados, y lo obligaron a permanecer solo en ropa interior durante los primeros 17 días. Pasó el mes siguiente en un centro de detención llamado Anatot, cerca de la aldea palestina de Anata, en la Cisjordania ocupada, y luego dos meses en Ofer, donde finalmente vio a un médico. El médico le recetó medicación, pero solo para 10 días.
La negligencia puede equivaler a una sentencia de muerte. En su testimonio, M.T. relató que otro prisionero, M., sufrió un derrame cerebral en el recinto donde se encontraban los detenidos con afecciones médicas. “Un shawish [un preso designado como enlace por las autoridades penitenciarias] llamó a una enfermera”, recordó M.T., “quien le dijo: ‘Tú no eres médico, no te metas’.” Al día siguiente avisaron al guardia, y luego a un agente del Shin Bet. “Le advirtieron que el prisionero iba a morir,” afirmó M.T. Finalmente apareció un médico, “pero M. ya estaba muerto”.
En 1989, los médicos sudafricanos William John Kalk y Yosuf Veriava trataron a 20 prisioneros políticos que habían sido hospitalizados en Johannesburgo tras participar en una huelga de hambre. Cuando las autoridades les pidieron que devolvieran a sus pacientes a la detención, se negaron, temiendo que los hombres pudieran ser torturados. Conocida en la literatura sobre ética médica como la Negativa de Kalk, su acción ha servido desde entonces como una hoja de ruta moral para los médicos que se niegan a violar sus obligaciones éticas hacia sus pacientes. En 1999 fue citada en el Protocolo de Estambul, la guía más importante de la ONU para profesionales médicos que documentan casos de tortura y malos tratos, el cual instruye a los doctores a abstenerse de devolver a un detenido a un lugar de reclusión si un examen apoya las denuncias de abuso.
Sin embargo, durante el último año y medio, otro tipo de negativa ha caracterizado a las instituciones médicas en Israel. Algunos hospitales inicialmente se negaron a tratar a detenidos palestinos heridos. Más adelante, algunos médicos siguieron negándose a nivel individual. Muchos de los que sí trataron a los detenidos no exigieron que se les retiraran las vendas de los ojos ni los grilletes. Cuando médicos palestinos que trabajaban en hospitales israelíes fueron perseguidos, el sistema médico se negó a respaldarlos.
La gran mayoría de los médicos —por no hablar de todos los hospitales israelíes y de la Asociación Médica Israelí— se negó a condenar la destrucción del sistema sanitario en Gaza. Algunos incluso lo elogiaron abiertamente y llegaron a pedir la demolición de hospitales en Gaza. A medida que estas ofensas se acumulaban, en la mayoría de los casos las principales instituciones de ética médica del país se negaron a pronunciarse.
Esta actitud se ha estado gestando durante décadas. Los palestinos en general, y los prisioneros en particular, han sido largamente deshumanizados. La medicina israelí ha mantenido durante mucho tiempo estrechos vínculos con el aparato estatal y de seguridad, en parte porque muchos de sus altos funcionarios provienen del Cuerpo Médico Militar.
Los hospitales más importantes han mostrado con orgullo su colaboración en tiempos de guerra: “En tiempos de guerra, los sistemas civil y militar se vuelven uno solo”, dijo Yoel Har-Even, vicepresidente de asuntos globales del Centro Médico Sheba, durante una cumbre del Jerusalem Post en Miami en diciembre pasado.
Pero en los primeros días del ataque de Israel sobre Gaza, los casos de negligencia médica y complicidad aumentaron drásticamente. El 11 de octubre de 2023, el entonces ministro de Sanidad, Moshe Arbel, instruyó a los directores de hospitales a negar tratamiento a “terroristas” y devolverlos a instalaciones médicas gestionadas por las autoridades penitenciarias y militares. (En la práctica, los funcionarios del gobierno y los medios israelíes aplican el término “terrorista” de forma indiscriminada a hombres palestinos de entre 15 y 70 años).
Ese mismo día, el Hospital Ichilov de Tel Aviv y el Centro Médico Sheba de Ramat Gan negaron atención a detenidos palestinos; mientras tanto, una turba de extrema derecha irrumpió en Sheba buscando “terroristas”. Menos de una semana después, y presuntamente por temor a otro ataque similar, el Hospital Hadassah en Jerusalén se negó a admitir a un palestino herido de bala que el ejército había llevado a urgencias. “Fuentes dentro del hospital” dijeron al periódico Haaretz que tratarlo habría “herido los sentimientos nacionales”.
El Hospital Soroka, en Be’er Sheva, fue aún más allá. En los diez meses posteriores al ataque de Hamas del 7 de octubre, según reportes de Haaretz, el personal hospitalario llamó a la policía al menos en tres ocasiones cuando mujeres palestinas indocumentadas llegaron a urgencias. (Portavoces del hospital aseguraron a los periodistas que esta era una política “coordinada con la policía”, incluso después de que la propia policía negara que existiera tal directiva).
En una de esas ocasiones, una mujer palestina embarazada de Cisjordania llegó con contracciones. Desde 2013 vivía con su esposo en Rahat, una ciudad beduina en Israel; sus tres hijos son ciudadanos israelíes. Tras ser atendida por el médico, fue detenida por la policía antes de recibir el alta formal, llevada a un puesto de control en Cisjordania y abandonada allí, hasta que su esposo fue a recogerla y la llevó a Jenin, donde viven sus padres. Dio a luz cinco días después.
La bandera más polémica
Incluso cuando los hospitales rechazaban a pacientes palestinos, sus propios empleados palestinos —que representan una cuarta parte de los médicos y casi la mitad de los nuevos médicos y enfermeros en Israel— comenzaron a ser vistos con sospecha. Aproximadamente una semana después del 7 de octubre, varias personas enviaron quejas alegando que Abed Samara, director de la unidad de cuidados intensivos cardíacos del Hospital Hasharon en Petah Tikva, había expresado apoyo a Hamás en Facebook. El 18 de octubre, Yinon Magal —presentador de televisión, influencer de derecha y exdiputado— afirmó en su canal de Telegram que Samara había “cambiado su foto de perfil por una bandera de Hamas, agitando y hablando del “Día del Juicio’ de los musulmanes”.
La imagen en cuestión mostraba una bandera verde con la shahada, una declaración que todo musulmán practicante repite cinco veces al día: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su mensajero”.
Ese mismo día, el hospital suspendió a Samara tras 15 años de servicio. El nuevo ministro de Sanidad, Uriel Busso, aseguró en redes sociales que Samara había publicado “banderas de Hamás” y escrito “palabras de apoyo a la organización terrorista que masacró y asesinó a cientos de judíos en sangre fría”. Cuando la policía y el Shin Bet informaron al hospital que la imagen había sido publicada en 2022 y que solo expresaba devoción religiosa, Samara ya había recibido amenazas de muerte, cientos de mensajes de odio y decidió que ya no se sentía seguro para volver al trabajo.
Otros médicos y enfermeros palestinos han confesado a la organización Médicos por los Derechos Humanos–Israel que temen publicar cualquier cosa en redes sociales que pueda interpretarse como política. Según sus testimonios, los hospitales están impregnados de una atmósfera de militarización, vigilancia y censura. “Hoy en día, para seguir trabajando en el hospital, tienes que volverte inhumano”, dijo un trabajador sanitario en un informe del centro de investigación palestino Mada al-Carmel. “No se te permite expresar simpatía por nadie que muera del otro lado, incluso si es un niño.”
Sus colegas israelíes no han sentido tales inhibiciones respecto a su propio discurso. Los médicos y enfermeros palestinos que hablaron con PHRI describieron haber escuchado a compañeros sugerir que Israel debería “limpiar étnicamente Gaza”, “reducir Gaza a escombros” y “aplanarla”. Han visto a colegas publicar mensajes en redes sociales como el que fue recirculado el 21 de octubre de 2023 por un cirujano sénior del Centro Médico Carmel en Haifa.
Aparentemente publicado originalmente por alguien que estaba de servicio en Gaza, hacía referencia al famoso intercambio de prisioneros que Israel negoció con Hamás para la liberación del soldado capturado Gilad Shalit: “La ONU está pidiendo una respuesta proporcional. Así que aquí van algunas proporciones: por Gilad Shalit liberamos a 1027 prisioneros. Un judío equivale a 1027 terroristas. 1350 judíos asesinados por 1027 [igual a] 1.386.450 muertos en Gaza. Esta es la proporción a la que nos hemos acostumbrado; me alegra haber ayudado”.
Este y otros llamamientos genocidas no se limitaron a las primeras semanas y meses después de la masacre del 7 de octubre. 19 meses después del inicio de la guerra en Gaza, Amos Sabo, un cirujano sénior de los Servicios de Salud Maccabi, publicó en X que consideraba su servicio de reserva una forma de promover la salud pública al “eliminar cucarachas y otros insectos repugnantes”. Unos meses antes, había escrito: “Gaza debería ser borrada. No hay personas no involucradas allí”.
Los propios hospitales también se han movilizado en redes sociales en apoyo a la guerra de Israel en la Franja. En noviembre de 2023, el Centro Médico Bnai Zion en Haifa compartió una publicación de Instagram con médicos vestidos con uniformes militares y desplegados en Gaza, con el mensaje “saludos desde el frente”. Una historia de Instagram del Centro Médico Sheba de junio de 2024 presentaba la “doble vida” de uno de sus médicos, que divide su tiempo entre el quirófano y la cabina de un caza F16. El piloto explicaba los paralelismos entre pilotar un avión de combate y realizar una cirugía: “Ambas cosas te llevan al límite y requieren precisión, responsabilidad, tomar decisiones bajo presión y la capacidad de lidiar con el fracaso. No existe eso de ‘casi le diste al blanco’. O lo das o no. Si no fuiste preciso en altitud, te estrellaste; si cortas un vaso sanguíneo un milímetro a la derecha, el resultado puede ser catastrófico”.
Estas publicaciones aparecieron en un momento en que los ataques aéreos y terrestres de Israel mataban diariamente a decenas de civiles y creaban un entorno extremadamente precario para los trabajadores sanitarios en Gaza, donde, según la ONU, el número de profesionales sanitarios y humanitarios muertos en ataques militares es sin precedentes en la historia reciente.
A principios de noviembre de 2023 —cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que el ejército israelí ya había matado al menos a 9.770 palestinos, incluidos unos 4.000 niños, y herido a otros 25.000— decenas de médicos israelíes judíos publicaron una carta abierta pidiendo al ejército que bombardeara hospitales palestinos. A estos médicos no les disuadió el hecho de que 14 de los 36 hospitales de Gaza ya no funcionaban por los bombardeos o por la escasez de combustible, oxígeno, medicinas, equipamiento médico y alimentos. Tampoco les disuadió el derecho internacional humanitario, que estipula que las instalaciones médicas “deben ser protegidas en todo momento y no deben ser objeto de ataque”.
Debido a que “los residentes de Gaza consideraron adecuado convertir los hospitales en nidos terroristas para aprovecharse de la moralidad occidental”, razonaron estos médicos, “se atrajeron la destrucción sobre sí mismos… Abandonar a los ciudadanos israelíes mientras se protege a asesinos en masa solo porque se esconden en hospitales es impensable”. Una de las firmantes, una ginecóloga israelí nacida en EEUU llamada Chana Katan, explicó: “Haré todo lo que esté en mi mano para defender y proteger a los soldados de las FDI y asegurar que regresen sanos y salvos a sus hogares. Es deber de las FDI bombardear a los terroristas que se esconden en hospitales en Gaza”. (Funcionarios de la ONU, así como organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch, insistieron en que Israel no había aportado pruebas suficientes que respaldaran sus afirmaciones sobre el uso de hospitales por parte de grupos armados. Un análisis del material visual presentado por Israel consideró estas afirmaciones poco creíbles).
La presidenta en funciones del comité de ética de la Asociación Médica Israelí (IMA), Tammy Karni, emitió poco después una breve declaración en respuesta a la carta de los médicos. “Incluso en estos días sensibles, en tiempos de guerra, es función de los médicos atender a los heridos”, sintió la necesidad de explicar: “Mantener una postura moral es lo que distingue al Estado de Israel. A lo largo de la historia, los médicos israelíes no han accedido a ser arrastrados al declive moral y de conciencia al que ha llegado nuestro enemigo… Los médicos de la IMA no fomentarán crímenes contra la humanidad”.
Muertos con las manos atadas
Y sin embargo, menos de tres semanas después, la IMA —una asociación profesional que representa al 95% de los médicos en Israel— firmaría una declaración que, en efecto, justificaba los asaltos del ejército israelí contra hospitales palestinos en la Franja. A mediados de noviembre, el ejército israelí asedió el hospital al-Shifa, bombardeó sus alrededores, cortó el suministro de agua y electricidad, y envió tropas terrestres al complejo, que albergaba entonces a 7.000 desplazados, 1.500 trabajadores sanitarios y 700 pacientes, incluidos bebés prematuros. Los portavoces militares israelíes aseguraban que “la sede de Hamás” se encontraba en túneles directamente bajo la instalación médica, una acusación para la cual Israel no aportó pruebas suficientes, pese a ocupar finalmente todo el lugar.
A partir del 8 de noviembre de 2023, funcionarios de la OMS y de la UNRWA denunciaron el asedio por su efecto “desastroso” en las condiciones médicas. El 23 de noviembre, los comités de ética de seis asociaciones médicas israelíes —incluyendo la Asociación Médica Israelí (IMA), la Asociación Nacional de Enfermería y la Asociación Psicológica Israelí— enviaron una carta a la OMS no para unirse a ella en la condena al asedio, sino para reprenderla por su “silencio” sobre el presunto control de Hamás sobre el hospital al-Shifa. Repitiendo la retórica gubernamental que busca deslegitimar el sistema de salud palestino, los líderes de los comités de ética argumentaron que “una vez que los terroristas o militantes vean que no hay objeciones cuando se usan hospitales con fines bélicos, se sentirán libres de hacerlo en otras ocasiones y en otros lugares también”.
Mientras tanto, los miembros de los comités de ética de estas asociaciones han permanecido en gran medida en silencio mientras el personal sanitario en Israel viola los principios éticos de la profesión. Lo que comenzó como una política institucional de negarse a admitir palestinos detenidos en octubre de 2023 pronto se transformó en una práctica generalizada de rechazos individuales por parte de los profesionales. A finales de ese mes, cuando un detenido de 15 años llegó a un hospital del Distrito Central de Israel, una enfermera se negó a prestarle atención médica, mientras que otra le retiró a la fuerza el suero intravenoso y exigió su traslado inmediato. Este patrón persistió durante muchos meses después del inicio de la guerra. Una enfermera del Centro Médico Kaplan en Rejovot se negó a tratar a un detenido tan recientemente como en febrero pasado.
Cuando se admite a detenidos, sus manos y piernas suelen ser encadenadas a la cama en lo que los guardias llaman “sujeción en cuatro puntos”. Un médico confesó a uno de nosotros que sus compañeros de trabajo “retiraban analgésicos tras procedimientos invasivos, y luego explicaban a sus colegas que el tratamiento del dolor es un privilegio que los detenidos palestinos no merecen”. Después de meses de quejas presentadas por el comité de ética de Médicos por los Derechos Humanos – Israel (PHRI), en febrero la IMA finalmente emitió una carta condenando “la sujeción de prisioneros y detenidos en hospitales de todo el país”.
En otros casos, los detenidos solo han recibido tratamiento mínimo antes de ser devueltos al centro de detención, incluso cuando su estado era crítico. El 6 de julio de 2024, un detenido fue trasladado desde Sde Teimán al Hospital Assuta en Ashdod tras sufrir heridas graves en el cuello, el pecho y el abdomen, así como una ruptura rectal. El examen médico indicó que había sido víctima de tortura y violencia sexual mientras estaba bajo custodia. Sin embargo, inmediatamente después del tratamiento, fue devuelto a sus torturadores. Según Human Rights Watch, los detenidos en Sde Teimán podían oír los gritos de otros presos siendo torturados; los médicos del hospital de campaña —donde los pacientes llegaban rutinariamente con heridas indicativas de violencia severa— seguramente también los escucharon.
A los médicos que trabajaban allí se les prohibió por parte de las autoridades militares usar sus nombres o números de licencia al examinar a los prisioneros o firmar informes médicos. Cuando se pide a los médicos que oculten su identidad de esta manera, el objetivo suele ser protegerlos de un posible escrutinio futuro por su complicidad en los abusos cometidos en las instalaciones.
En abril de 2024, el periódico Haaretz informó que un médico israelí había enviado una carta a los ministros de Defensa y Salud y al fiscal general detallando las duras condiciones a las que eran sometidos los detenidos palestinos en dicha instalación y el consentimiento tácito que se esperaba del personal médico. “Solo esta semana”, explicó, “dos pacientes sufrieron amputaciones de piernas debido a lesiones causadas por estar esposados. Tristemente, esto se ha vuelto rutinario”.
El médico también describió cómo se alimentaba a los pacientes con pajitas, se les obligaba a usar pañales para defecar y se los mantenía esposados y con los ojos vendados en todo momento. “Desde los primeros días de funcionamiento del hospital de campaña he estado enfrentándome a dilemas éticos muy difíciles… Todos nos hemos convertido en cómplices de la violación de la ley israelí. Como médico, me preocupa aún más la violación de mi compromiso fundamental de brindar atención equitativa a todos los pacientes, una promesa que hice al graduarme hace veinte años”. (En respuesta al reportero del periódico, el Ministerio de Salud insistió en que “la atención médica proporcionada en Sde Teimán cumple con las normas y convenios internacionales a los que Israel está comprometido”).
Violación del derecho internacional
Entre febrero y abril de 2024, PHRI publicó dos informes detallando cómo se ha privado sistemáticamente del derecho a la salud a los palestinos encarcelados. En ambos informes, el grupo instó a la IMA a garantizar que los detenidos reciban atención médica conforme a la ley israelí, los tratados internacionales y los estándares éticos médicos. Finalmente, en abril, Yossef Walfisch, el nuevo presidente del comité de ética de la IMA, respondió con una declaración oficial. “Los médicos israelíes”, subrayó, “están obligados a cumplir con los convenios internacionales, los principios de ética médica y la Declaración de Ginebra. Deben proporcionar toda la atención médica necesaria, ya sea en hospitales, prisiones o instalaciones militares, y deben guiarse exclusivamente por consideraciones médicas.”
Amplió su declaración en un artículo publicado en Doctors Only, un sitio web de la comunidad médica del país. Sin embargo, incluso allí, Walfisch combinó sus elevadas declaraciones sobre la importancia de brindar atención médica humana a todos con intentos de negar las evidencias del trato horrendo a los palestinos. Una y otra vez se refirió a los pacientes palestinos como “terroristas de Hamás”. Como “la seguridad del personal médico tiene prioridad sobre cualquier otra consideración ética”, explicó, los organismos responsables del encarcelamiento deben decidir quién debe ser inmovilizado y vendado, y aunque el personal sanitario en prisiones y hospitales debería esforzarse por “minimizar el uso de esposas”, en general deben seguir las directrices de las autoridades.
Mencionó Sde Teimán, pero no dijo ni una palabra sobre las palizas, torturas y negligencia médica allí. En cambio, reveló que, cuando visitó al equipo médico de la base, encontró personal que “trabaja día y noche para brindar el tratamiento más adecuado dentro de las limitaciones de este tipo de instalación”. Repitiendo un tópico autocomplaciente que se usa a menudo para describir al ejército israelí, los calificó como “algunos de los médicos más morales que he conocido”.
Es difícil no concluir que la IMA ha fallado gravemente en sus obligaciones de defender la ética médica. Podría haber criticado a médicos israelíes que publicaron mensajes genocidas en redes sociales, investigado a profesionales de la salud que supuestamente facilitaron torturas y defendido a médicos palestinos como Abed Samara, que fueron perseguidos injustamente por apoyar el terrorismo. En cambio, no solo ha hecho la vista gorda ante estos abusos, sino que ha adoptado la línea de defensa de Israel, culpando a Hamás por las transgresiones israelíes en Gaza, que incluyen no solo crímenes atroces de hambruna, asesinatos y desplazamientos forzados —ampliamente reconocidos por organizaciones de derechos humanos como actos de genocidio—, sino más específicamente la destrucción del sistema de salud de Gaza, el asesinato de más de 1.400 trabajadores sanitarios y la detención ilegal de casi 400 más.
En los últimos meses, el silencio del estamento médico israelí se ha vuelto aún más ensordecedor. Hasta donde sabemos, ni un solo funcionario médico de alto rango habló tras los informes que indicaban que, en la madrugada del 23 de marzo, fuerzas israelíes emboscaron y masacraron a 15 paramédicos y trabajadores humanitarios palestinos que realizaban una misión de rescate en el sur de Gaza, y luego intentaron encubrir el crimen enterrando los cuerpos en una fosa común arenosa junto a sus ambulancias y un camión de bomberos destruidos.
Tampoco hablaron cuando se reveló que un portavoz militar había mentido sobre la atrocidad, afirmando falsamente que las luces de emergencia de las ambulancias estaban apagadas al llegar a la escena y acusando a los paramédicos asesinados de haber “avanzado de forma sospechosa”. Ningún director de hospital, decano de facultad de medicina ni funcionario de la IMA dijo una palabra, ni siquiera después de que dos testigos del equipo de recuperación de la ONU afirmaran que al menos uno de los trabajadores muertos tenía las manos atadas, ni después de que el médico que realizó las autopsias dijera que varios habían sido asesinados con disparos en la cabeza y el torso.
Un mes antes, el Centro Médico Sheba fue nombrado el octavo mejor hospital del mundo por Newsweek, un reconocimiento prestigioso que refleja no solo la reputación de Sheba, sino la del sistema sanitario israelí en su conjunto. En un comunicado de prensa celebrando esta distinción, prometió que sus médicos “seguirán esforzándose… por elevar el nivel de la atención sanitaria para todos”.
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Neve Gordon enseña en la Queen Mary University de Londres. Es autor de Israel’s Occupation y coautor, junto con Nicola Perugini, de Human Shields: A History of People in the Line of Fire, ambos publicados por University of California Press.
Guy Shalev es antropólogo médico y director ejecutivo de Médicos por los Derechos Humanos – Israel.
Osama Tanous es pediatra, investigador en salud pública y miembro del consejo directivo de Médicos por los Derechos Humanos – Israel.
* Este artículo fue originalmente publicado en ‘The New York Review of Books (NYRB)”