Jorge Fernández Díaz: Los espías ‘argentinos’ de Putin

9

No hace mucho y a pocas calles de mi casa, en el corazón de Buenos Aires, un informático llamado Ludwig Gisch y una amante del arte, María Rosa Mayer, alquilaron un piso y pidieron permiso al encargado para plantar en la azotea del edificio una antena especial: el hombre decía necesitar ese adminículo tecnológico para su trabajo.

Se casaron, obtuvieron el pasaporte argentino y tuvieron dos hijos que se hicieron fanáticos de Messi y de la selección nacional de fútbol. Doce años más tarde, y con fingido pesar, abandonaron el país y se instalaron en Eslovenia, presuntamente a raíz de una irresistible oferta laboral que habría recibido Gisch. Al poco tiempo fueron detenidos y encarcelados: los acusaban de ser espías rusos. Formaron parte al final del mayor intercambio de prisioneros de la historia: partieron de Ancara y llegaron a Moscú, y Vladimir Putin los recibió como héroes; incluso al encarar a los niños, que no entendían nada, tuvo la delicadeza de usar el castellano: «Buenas noches», les dijo con calidez.

El informático y la galerista acababan de emular a los protagonistas de la serie ‘The Americans’, y sus andanzas y sus verdaderas identidades no se conocerían si un gran reportero, el Bob Woodward argentino, no se hubiera interesado en esta aventura. Hugo Alconada Mon, cuya vida también daría para una trepidante serie de intriga y suspense, ganó el Moors Cabot de Columbia, es maestro en la Fundación Gabo y miembro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación: estuvo detrás de los Panamá Papers y WikiLeaks, y de impresionantes casos de corrupción perpetrados por la dirigencia política local.

Formaron parte al final del mayor intercambio de prisioneros de la historia: Vladimir Putin los recibió como héroes

Hace una semana reveló la intención del gobierno de Javier Milei de incluir en su nuevo plan de Inteligencia, y bajo eufemismos, a quienes disientan con la narrativa oficial: fue un escándalo, y en represalia intentaron diez veces hackearle el móvil y lo amenazaron de muerte en cuatro oportunidades por Whatsapp.

Alconada tiene más de doscientas alertas de Google con palabras clave, y así se enteró del arresto de los espías rusos con ciudadanía argentina. A partir de entonces comenzó una apasionante pesquisa y descubrió que tanto Gisch como Mayer tenían, antes de llegar a Buenos Aires, por lo menos cuatro identidades falsas, y que venían para crear su «leyenda». Es decir, una biografía apócrifa y muy completa que resistiera un escrutinio y que les permitiera luego recalar en cualquier país de Europa sin levantar sospechas.

Esa era la intención última, aunque el matrimonio no se privó aquí de enviar mensajes encriptados y espiar mientras tanto a personas vinculadas con el yacimiento patagónico Vaca Muerta: inscribieron ex profeso a sus hijos en un colegio privado de alto nivel y se hicieron amigos de padres que eran expertos en cuestiones energéticas y se relacionaban con ese filón petrolífero.

En su libro ‘Topos’ (Planeta), Alconada Mon es Alconada Mon un detective minucioso y paciente que reconstruye la peripecia de esa familia de agentes secretos que lograron eludir todos los controles y llevar una doble vida, siempre a órdenes del SVR: el temible Servicio de Inteligencia en el Exterior. Que por cierto tiene una consigna para sus propios espías: «Sin derecho a la gloria, para la gloria de la nación». De película.

Leave A Reply

Your email address will not be published.