Aunque permanecen fuera del radar, los cables submarinos son el esqueleto de internet. Recorren el fondo de los océanos, conectando continentes, empresas y gobiernos. Su papel estratégico no ha pasado desapercibido para gigantes tecnológicos ni para potencias militares. En este escenario silencioso pero crítico, se libra una carrera por el control del nuevo oro del siglo XXI: la conectividad.
Un entramado invisible bajo las olas

Si el océano se vaciara de golpe, descubriríamos una madeja de cables envolviendo el planeta. Con más de 1,3 millones de kilómetros instalados, estas autopistas digitales transportan el 98% de los datos intercontinentales. La información viaja a través de ellos con mayor velocidad y capacidad que por satélite, gracias a la fibra óptica. Explica El País que España ocupa un lugar clave en esta red, especialmente con el proyecto Medusa, que conectará el Mediterráneo con el Atlántico pasando por el norte de África. Varias estaciones de amarre estarán en costas españolas, involucrando a compañías como Telxius, Canalink o AFR-IX Telecom.
Sin embargo, la ciencia ya no es el único motor de este desarrollo. La geopolítica ha puesto el foco en estos cables: el 70% del tráfico digital europeo entra por apenas 30 conexiones, muchas en suelo español. La detección de barcos militares rusos cerca de Baleares en 2023 levantó sospechas: estaban mapeando cables. Poco después, Medvédev amenazó con destruirlos. Europa respondió con iniciativas como SMAUG, liderada por Indra, que busca proteger estas infraestructuras críticas.
Negocio en expansión y lucha por el control

Los cables submarinos ya no son solo herramientas de conexión: son activos económicos de primer nivel. En 2023, el sector generó 15.300 millones de dólares, y se espera que este año supere los 2.600 millones en nuevos proyectos. Meta planea tender 40.000 km de cable privado, mientras que Estados Unidos ha invertido más de 400 millones solo en 2024.
Gigantes como Google, China Mobile y Vodafone se han sumado a esta carrera. Empresas como Equinix han convertido a España en un punto neurálgico de interconexión, conectando directamente São Paulo con Madrid y Lisboa mediante el cable EllaLink, que reduce la latencia un 50% respecto a las rutas tradicionales. La posición geográfica española es estratégica, pero Lisboa lidera por ambición y dinamismo.
Mientras tanto, otras iniciativas avanzan: Barracuda unirá Sagunto y Génova con 1.070 km de cable, y Telefónica conectará Cádiz con Gran Canaria con PENCAN-X. El más impresionante, sin embargo, es el cable Anjana: 480 Tbps que cruzan el Atlántico entre Santander y Carolina del Sur.
Sabotaje, riesgo y aguas sin dueño
La fragilidad de estas estructuras se ha convertido en preocupación de seguridad. Para expertos como Félix Arteaga, del Real Instituto Elcano, romper un cable puede tener un costo económico gigantesco. Las conexiones entre la Península, África y Canarias son esenciales. Y aunque hoy se sospecha de Rusia, el riesgo es global.
La dificultad legal de actuar en aguas internacionales y la existencia de barcos con banderas fantasmas dificultan cualquier operación. La solución podría venir del uso de drones submarinos, aunque Arteaga habla más de sabotaje que de guerra híbrida. En este mundo subacuático, silencioso y vital, proteger los cables se ha vuelto tan importante como tenderlos.