‘Dune: Awakening’: un viaje deslumbrante y brutal a las arenas de Arrakis

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La tarea de adaptar una obra tan densa y reverenciada como Dune de Frank Herbert a un medio interactivo es una empresa plagada de peligros. 

Funcom, con la experiencia adquirida en Conan Exiles, no solo ha aceptado el desafío, sino que ha volcado en Dune: Awakening una ambición casi demencial, creando una de las experiencias de supervivencia más inmersivas y visualmente deslumbrantes del mercado, aunque no sin pagar un alto precio en rendimiento y equilibrio.

Hemos pasado incontables ciclos de sol en Arrakis, desde lamer la humedad de la flora hasta pilotar ornitópteros en batallas por la especia. Esta es nuestra crónica desde las dunas.

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El despertar del superviviente: una sinfonía de miseria y triunfo

Dune: Awakening comprende a la perfección que, antes de ser un juego de poder, debe ser un juego sobre la fragilidad de la vida. Su bucle inicial es una clase magistral de diseño de supervivencia. Olvídese de tutoriales condescendientes; el juego arroja al jugador a las arenas con poco más que su ingenio. 

El sol no es un simple ciclo día/noche; es un enemigo mortal que obliga a moverse de sombra en sombra. El agua no es un recurso abundante; es un lujo que se obtiene lamiendo la humedad de plantas coriáceas o, más adelante, a través del milagro tecnológico del stillsuit (traje destilador).

Captura de Dune: Awakening. Foto:Dune: Awakening

Esta primera fase es un triunfo. La fabricación del primer cuchillo de chatarra, la construcción de un refugio rudimentario para sobrevivir a una tormenta de Coriolis que tiñe el cielo de naranja apocalíptico, y la tensión de escuchar por primera vez el temblor inconfundible de un gusano de arena acercándose, son momentos que se graban a fuego. 

El juego enseña a respetar el desierto, a caminar sin ritmo para no atraer a la muerte y a entender que cada decisión, por pequeña que sea, tiene consecuencias. Es una experiencia lenta, metódica y, a veces, brutalmente castigadora, pero cada pequeño avance se siente como una victoria épica.

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Un espectáculo visual que justifica la exigencia

Donde Dune: Awakening trasciende de ser un gran juego de supervivencia a una obra memorable en su presentación audiovisual. 

Funcom no ha escatimado en recursos, empleando Unreal Engine 5.2 para dar vida a un Arrakis que es, sencillamente, el más sobrecogedor y fotorrealista que jamás se haya explorado en un videojuego. 

La tecnología Nanite esculpe cada cañón, duna y afloramiento rocoso con un nivel de detalle poligonal que parece infinito, mientras que la iluminación global de Lumen baña el mundo en una luz que se siente tangible. 

Captura de Dune: Awakening. Foto:Dune: Awakening

Ver los dos soles de Arrakis proyectar sombras alargadas sobre un desierto que se extiende hasta el horizonte es una experiencia que redefine lo que se consideraba posible en un mundo abierto masivo.

Esta fidelidad visual no es gratuita; es una declaración de intenciones. Llevar el juego a su máxima expresión es un verdadero test de estrés para el hardware moderno, un desafío que, para el entusiasta, vale la pena asumir. 

En nuestra plataforma de pruebas —un portátil ROG STRIX SCAR 18 (2024) con Intel Core i9 y una GPU NVIDIA RTX 4090 Mobile—, llevamos la configuración al límite: calidad “Ultra” a una resolución nativa de 2.5K.

El resultado es una maravilla. El juego utiliza cada ápice de potencia disponible, con una utilización de la GPU que se mantiene firme por encima del 90% y temperaturas estables de 68-70°C, indicando que el motor escala magníficamente para aprovechar todo el rendimiento que se le ofrece. 

Si bien mantener 60 fotogramas por segundo inamovibles es una tarea hercúlea en estas condiciones, la experiencia es mayormente fluida. Sí, se percibe algún que otro tirón ocasional, especialmente durante la carga de nuevas zonas o en eventos con alta densidad de efectos.

Sin embargo, y aquí reside la clave de la experiencia, estos pequeños contratiempos se desvanecen ante la majestuosidad del conjunto. 

El esplendor del mundo es tan abrumador, la sensación de estar realmente allí tan potente, que las imperfecciones técnicas se convierten en un detalle menor. 

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De la cabaña al imperio: progresión y política 

Una vez asegurada la supervivencia, Awakening revela su verdadera naturaleza como MMO. La progresión se estructura en tiers de recursos y crafteo, desde herramientas de chatarra hasta equipamiento de duraluminio imperial. 

El sistema de construcción de bases, modular y flexible, permite crear desde un humilde sietch en una cueva hasta una imponente fortaleza, con la genialidad de poder guardar y comerciar con los planos.

El juego invita a elegir bando entre las casas Atreides y Harkonnen, lo que desbloquea una dimensión política. A través del Landsraad, el consejo de las casas, los jugadores pueden influir en decretos que afectan a todo el servidor, participando en una guerra fría (y a veces no tan fría) por el control de Arrakis. Esta capa estratégica es lo que diferencia a Awakening de otros survival más anárquicos.

Sin embargo, el endgame es su faceta más controvertida. El Desierto Profundo se convierte en una zona de “extracción” donde el PvP es una amenaza constante. 

Estás cosechando un campo de especia y, de repente, un ornitóptero enemigo aparece en el horizonte. La idea es brillante, generando una tensión increíble, pero su implementación inicial resultó problemática, obligando a jugadores PvE a enfrentarse a un combate que no deseaban para poder progresar. La rápida respuesta de Funcom, parcheando el juego para crear zonas PvP y PvE separadas en el Desierto Profundo fue una respuesta directa y bienvenida al feedback de la comunidad, pero también una admisión de que el equilibrio del endgame es un trabajo en curso.

Dune: Awakening es una obra monumental, un testimonio del potencial de los videojuegos para crear mundos vivos e inmersivos. Su respeto por el material original es absoluto, y su núcleo de supervivencia es uno de los más logrados del género.Funcom ha sentado unas bases extraordinariamente sólidas.

Es un título indispensable para cualquier seguidor de la saga de Herbert y un desafío gratificante para los entusiastas de la supervivencia. Para el resto, se presenta como una inversión a futuro: un juego con el potencial de convertirse en un clásico de culto, siempre que Funcom continúe por la senda de la optimización y el refinamiento de sus sistemas más complejos. 

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