Sostiene estampa enlutada de elegante de Linares, y una entonación capaz de prodigio, con mucho show de «aquí estoy yo»

Si aún no ha caído usted en la devoción por Raphael, descuídese. Caerá. Porque ahí sigue nuestro artista, con más de ochenta tacos, de gira de apoteosis, tras un susto de salud de los de verdad, hará ahora medio año, rato arriba, rato abajo. … De modo que Raphael es un resucitado muy en forma, entre el repertorio y el atletismo, con un deneí donde pone Miguel Rafael Martos Sánchez, pero Raphael es Raphael. Raphael es, en rigor, un villancico cuyo intérprete, de pronto, ha hecho un carrerón único. Se habla mucho de la canción del verano, pero muy poco de la canción del invierno, que es siempre Raphael, con su lámina de luto, con su voz de euforia, con su cara de chico bueno, que es también un poco chico malo. Raphael es la canción del invierno que dura todas las primaveras.
Vive fiel a ese lema de que hay que ser «brillantemente monocorde», lema sencillo y difícil. Viene de dar un concierto de llenazo en Madrid, y este es un éxito más de su éxito sucesivo, porque Raphael es un clásico que aún anda por ahí, sin parar. Sostiene estampa enlutada de elegante de Linares, y una entonación capaz de prodigio, con mucho show de «aquí estoy yo». No vende solo estilo, obviamente. También voz. No hace mucho, presentó su serie biográfica, en la Gran Vía, y ahí estuve, a cuatro butacas de Raphael, que era el aparecido que iba a ver su propia vida de película, con toda su familia amabilísima. Lleva siglos de joven veterano que no desmaya. Le reverencian Alaska y David Bisbal y Ana Torroja y Miguel Bosé. Lo peor de Raphael es algo en lo que él no tiene ninguna culpa: sus imitadores incontables, que te colocan en seguida en la fiesta todo el repertorio de karaoke. Las cosas se las lleva bajo pulso fino Natalia Figueroa, que, naturalmente, no es sólo la mujer del artista. Raphael viene de la escuela del hambre, y gasta un fulgor kitsch que sigue hipnotizando a los bachilleres de lo último. Sé que prepara sus conciertos como un marine, y se vuelve casi mudo, en esos días, para irrumpir en el escenario con la voz ampulosa de siempre, entre el niño prodigio y el veterano jubiloso. Así, en Madrid, hace dos noches. Y lo que queda. Porque en su ambición se incluye estar atleta.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores