
¿De qué sirve ser parte de la OTAN si, llegado el momento crítico, su miembro principal no está dispuesto a respaldar a sus socios? El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha vuelto a poner de manifiesto la potencial fragilidad de una institución cuyo elemento central es la confianza en una defensa mutua. Si esa convicción se quiebra, la alianza es poco más que papel mojado, exponiendo además una vulnerabilidad clave: la ausencia de una verdadera disuasión nuclear si el arsenal atómico de EEUU desaparece de la ecuación.
En ese contexto, el presidente francés Emmanuel Macron ha declarado en varias ocasiones este año que Francia -el único otro miembro de la OTAN junto con Reino Unido- podría extender la protección de su paraguas nuclear al resto de Europa, con Rusia en el horizonte. Si en marzo Macron se mostró dispuesto a “abrir el debate”, en mayo propuso directamente mantener conversaciones en ese sentido con otros líderes europeos. Preguntado durante una entrevista en la cadena TF1, el líder francés afirmó: “Siempre ha habido una dimensión europea en la disuasión nuclear, pero no la detallamos para mantener la ambigüedad estratégica”.
Los gobiernos de Alemania, Polonia, Dinamarca y los países bálticos han mostrado su apoyo a esta iniciativa, que en algunas de sus fórmulas podría abarcar también al Reino Unido. “Tenemos que tener discusiones tanto con los británicos como con los franceses, las dos potencias nucleares europeas, sobre si se puede compartir su arsenal nuclear, o al menos si la seguridad nuclear del Reino Unido y Francia también se nos puede aplicar a nosotros”, declaró el entonces candidato y hoy canciller alemán Friedrich Merz el 20 de febrero, pocos días antes de las elecciones.
Francia desarrolló su propio programa nuclear en los años 50, ante el convencimiento de que en caso de conflicto con la URSS el gobierno de EEUU jamás estaría dispuesto a sacrificar “Nueva York por París”, una frase que se convirtió en el lema justificativo de los esfuerzos galos. Hoy el arsenal atómico francés consiste en unas 290 cabezas nucleares, muy lejos de las más de 5.000 que tienen EEUU y Rusia cada uno, e incluso de las alrededor de 600 que posee China. La fuerza nuclear gala tiene un componente aéreo, consistente en cazas Rafale y Mirage armados con misiles nucleares de crucero, y uno naval, que incluye cuatro submarinos de propulsión nuclear con misiles balísticos.
Sin embargo, la idea ha sido recibida con cierto escepticismo por muchos observadores y especialistas. “La cuestión clave es si Francia puede ofrecer un mejor ‘producto’, o al menos igual de bueno, en la extensión de la disuasión nuclear a sus aliados europeos. Lo más probable es que no sea el caso, al menos hasta que el arsenal y la doctrina nucleares franceses sufran cambios importantes”, argumenta el experto militar Fabian Hoffmann en un reciente análisis.
“El arsenal nuclear francés es insuficiente en tamaño y capacidad para ofrecer una limitación de daños significativa en caso de un conflicto nuclear. A diferencia de EEUU, Francia solo puede tomar represalias en apoyo de sus aliados, no adoptar acciones preventivas. Eso podría no ser un problema para Bélgica, Alemania u Holanda, países geográficamente cercanos a Francia. Si su supervivencia se viera amenazada, Francia también afrontaría una amenaza existencial, si no inmediatamente, sí en el futuro próximo. En dicho escenario, el uso nuclear a gran escala en su apoyo es de algún modo creíble. Sin embargo, esta credibilidad no se extiende a estados más alejados de Francia, incluidos los bálticos, los nórdicos, Polonia y Rumanía. Aquí, la cuestión sobre si un presidente francés cambiaría ‘Tallin por París’ se vuelve inevitable”, señala Hoffmann.
Amenazas suficientes… o no
El impacto de las armas nucleares es tan devastador -no solo material, sino también psicológicamente- que a menudo la mera mención sobre su uso puede intimidar al adversario. Es lo que lleva tratando de hacer de forma sistemática Rusia desde el inicio de la guerra de Ucrania, no sin cierto éxito.
“Hay que tener en cuenta que la estrategia nuclear es un asunto en última instancia político, y por tanto a veces los faroles y las cuestiones no meramente militares tienen una gran influencia”, explica Guillermo Pulido, analista militar de la Revista Ejércitos y doctorando en estrategia nuclear. “Simplemente la declaración política de que van a usar sus armas nucleares puede tener éxito si esa amenaza es creída o tomada en serio por el Kremlin y entonces se produce un efecto de autodisuasión”, dice a El Confidencial.
“Hay un debate muy grande dentro de los teóricos de la estrategia nuclear. Algunas escuelas opinan que tener una capacidad de penetración mínima de Francia respecto a Rusia es suficiente y las armas nucleares tendrían la virtud de mantener la disuasión de cara a una guerra a gran escala, aunque no ante agresiones híbridas, o una guerra a pequeña escala que fuese convencional, intensa pero de objetivos ilimitados”, señala Pulido, que pone como ejemplos de estas últimas las guerras del Yom Kippur y de las Malvinas.
“Pero tenemos esta corriente estratégica según la cual una vez se llega a un escenario de guerra de intensidad con objetivos maximalistas por parte de Rusia, como invadir toda Polonia y destruirla, digamos que las capacidades de disuasión mínima francesas no serían suficientes. ¿Por qué? Básicamente porque Francia tiene un arsenal nuclear bastante pequeño, basado casi en exclusividad en submarinos y en un una pequeña cantidad de ojivas que se disparan desde misiles lanzados desde aviación”, indica este experto. “Y ante la perspectiva de un enfrentamiento nuclear entre dos países en el que uno de los contendientes tiene un arsenal pequeñito y el otro muy grande, este último podría destruir in situ la mayoría de este arsenal más pequeño con un ataque preventivo. Sí, a lo mejor Francia puede tirar un puñado de bombas contra las fuerzas rusas o quizás incluso contra alguna ciudad de Rusia, pero sería suicidarse. Rusia podría lanzar miles de ojivas a todas las ciudades de Francia y causar no ya un daño masivo, sino sencillamente eliminar este país de la faz de la tierra”, añade.
Una brecha insalvable
¿Qué tendría que suceder para que Francia expandiese estas capacidades? Pulido enumera todas las dificultades técnicas que habría que afrontar, desde crear la capacidad de generar plutonio apto para producir armamento nuclar hasta una inversión masiva en infraestructura industrial para cubrir todas las fases de la fabricación de las ojivas a gran escala. A eso habría que añadir los vectores desde los que se lanzan estas armas, como aviones o misiles. En el mejor de los casos, se necesitarían varios años de producción a plena potencia para aumentar el arsenal de forma significativa. Y sería un proceso extremadamente caro “que probablemente requeriría el apoyo de toda Europa”, comenta. “Serían como mínimo varios puntos del PIB europeo durante muchos años. Y no lo veo realista”.
La brecha es, pues, casi imposible de salvar, incluso añadiendo al Reino Unido a la ecuación. El país cuenta con unas 225 ojivas, y solo considera su uso en caso de autodefensa extrema, en una situación que suponga una amenaza existencial. Además, a diferencia de la francesa, la fuerza nuclear británica depende de EEUU para el mantenimiento de sus misiles y algunos componentes de las cabezas nucleares, por lo que si los estadounidenses decidieran cortar la cooperación por algún motivo, el programa nuclear británico podría tener serios problemas técnicos.
“Francia y el Reino Unido no proporcionan una garantía de disuasión extendida de la forma en la que EEUU lo hace con la OTAN. La mera existencia de estos dos aliados nucleares independientes es vista como una adición a la postura estratégica de EEUU y a la disuasión extendida en Europa que complica los cálculos de un adversario”, afirma un reporte del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington publicado a principios de marzo. “Las estructuras de los arsenales y las doctrinas nucleares de Francia y el Reino Unido hacen improbable que estén dispuestos y puedan reemplazar la disuasión extendida de EEUU en caso de una retirada total”, sostiene el documento.
Aún así, la posibilidad de crear algún tipo de estructura nuclear europea ha desatado la imaginación de algunos políticos y comentaristas en el continente, si bien el diablo, como siempre, está en los detalles. “Se podrían firmar los papeles, y se podría hacer una organización con su edificio, su Estado Mayor, etcétera. Evidentemente no puedo excluir que se llegue a tomar esa decisión y se lleve adelante eso, construir algún tipo de entramado burocrático que se llame ‘disuasión europea’ y que digan que comparten las armas nucleares. Desde luego, burocráticamente eso es factible. Pero a la hora de la verdad es como lo de un euroejército, que tiene los edificios, los cuerpos de la brigada francoalemana en su momento, etcétera, pero operativamente eso no sirve para nada. Pues con la fuerza nuclear, la diferencia entre lo declarado y lo real sería todavía mayor”, opina Pulido.
“Además, no creo que el ‘establishment’ militar francés esté dispuesto a ceder completamente la soberanía. Una cosa es la declaración de que te prestaría apoyo y otra cosa es llegar a un ‘pool’ de armas nucleares europeas, que Francia le dé ojivas nucleares a Polonia o los países bálticos y que estos lo puedan usar siempre y cuando siguiendo las directrices que vengan desde el Estado Mayor nuclear”, comenta este experto. “Políticamente no tengo nada claro que ni Francia ni Reino Unido estarían dispuestos a llegar a un ‘nuclear sharing’ real, sino que sería una disuasión extendida por una designación política, como la que tiene Estados Unidos sobre Corea y Japón”, asegura.
Fórmulas cooperativas
A pesar de todo ello, no faltan las voces dispuestas a proponer sus propias fórmulas. “En comparación con Estados Unidos, la proximidad geográfica y la interdependencia económica de Francia con sus aliados europeos deberían representar una ventaja en términos de decisión. Sin embargo, para aumentar el tamaño y la flexibilidad de su arsenal, los europeos necesitarán desarrollar soluciones robustas”, opina Alexander Sorg, investigador de posdoctorado en el proyecto Stanton sobre Seguridad Nuclear de la Universidad de Harvard. “Probablemente será esencial un mayor énfasis en el componente aerotransportado de la disuasión francesa, aunque esto no necesariamente requiere despliegues en el extranjero. Entre otras opciones, estas soluciones podrían incluir la creación de una variante de bajo rendimiento de las capacidades existentes”, escribe en un reciente artículo en la publicación War On The Rocks.
“Es importante destacar que se requeriría un mecanismo de financiación para compartir la carga financiera. Esto podría consistir en contribuciones financieras directas —como la creación de una nueva institución de financiación por una coalición de países dispuestos— o mediante la financiación cruzada de la disuasión francesa, compensando los costos en áreas emergentes de la cooperación europea en defensa”, apunta Sorg. “Además, si bien una contribución del Reino Unido a un paraguas nuclear europeo se encontraría desafíos similares a los que enfrenta Francia, además de algunos propios, podría servir como un complemento valioso al paraguas francés”, sugiere.
En cualquier caso, Pulido considera que poner el énfasis exclusivamente en las capacidades nucleares es quizá un enfoque erróneo. “Durante la guerra fría, en caso de que hubiese habido una guerra entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, el umbral nuclear estaba bastante bajo. Sin embargo, ahora, con las municiones de precisión de larga distancia, la parte del conflicto hasta que se llega al umbral nuclear se ha elevado mucho”, dice. Aún así, admite, “se puede llegar a él rápidamente, como podría haber ocurrido entre India y Pakistán hace unas semanas. Porque esta tecnología también tiene esta característica”.
“Aunque las armas nucleares no se van a desinventar y siempre van a estar ahí como el último recurso, es la clave de bóveda de toda estrategia, con las tecnologías militares actuales, digamos que la parte nuclear de dicha estrategia reduce su tamaño. Estamos en un entorno estratégico que yo denomino post-nuclear, que no es ‘no nuclear’, no es un escenario convencional, pero en el que las armas nucleares siempre serán el último recurso”, sostiene este especialista. De este modo, invertir las cantidades requeridas para incrementar exponencialmente el arsenal nuclear europeo “sería un gasto completamente absurdo” tanto desde el punto de vista militar como social. “Mejor gastarlo en otro tipo de capacidades militares, y tener una sanidad pública y una educación pública universal, que empezar a construir armas nucleares”, concluye.