Más de 18.000 farmacias francesas bajaron la persiana en mayo del año pasado en lo que fue la mayor huelga del sector en una década. A pesar de que aquella protesta quedó atrás en el calendario, los motivos que la provocaron siguen más presentes que nunca: cierres constantes, falta de personal, y riesgo de desregulación.
“La idea es mantener la seguridad del paciente”, explicó en su momento Jean-Louis Beaudeux, presidente honorario de la Academia Nacional de Farmacia y decano de la Facultad de Farmacia de París. Los farmacéuticos reclamaban una mejora salarial y medidas urgentes para frenar la desaparición de las farmacias, especialmente en zonas rurales.
La pérdida de farmacias es constante: los datos reflejan 270 en 2022 y 350 en 2023, según datos del propio Beaudeux. Las razones de fondo son un problema de atractividad laboral y un déficit creciente de estudiantes, lo que amenaza con dejar al país sin relevo generacional en el sector farmacéutico.
Cansados de buscar medicamentos que no llegan
Durante la movilización del 30 de mayo de 2024, 30.000 personas tomaron las calles, incluyendo estudiantes, sindicatos y profesionales de todo el país. El hartazgo es evidente: las farmacias están al límite por la falta de medicamentos, una situación que consume tiempo, reduce ingresos y pone en riesgo a los pacientes.
En ciudades como Limoges, la situación es especialmente grave. Marion Lemaire, copresidenta del sindicato local, denunció: “Hemos llegado a un punto de no retorno”, tras otro cierre en su zona apenas un mes antes de la huelga.
Además de las condiciones laborales, la amenaza de la venta online planea como una sombra sobre las farmacias físicas. Los sindicatos se oponen firmemente a la idea de “stocks deslocalizados”, es decir, que los medicamentos estén almacenados fuera de la oficina.
El temor tiene nombre propio: Amazon. El sector sospecha que facilitar la venta de fármacos sin receta en internet abriría la puerta al gigante estadounidense, con consecuencias irreversibles para el tejido farmacéutico nacional, que hoy emplea a 130.000 personas.
“Hay un riesgo real de financiarización”, alertó Beaudeux, preocupado por que las farmacias dejen de ser un servicio sanitario de proximidad para convertirse en un producto más del mercado. El corazón del conflicto está en mantener el rol territorial del farmacéutico, una figura clave para la sanidad pública, especialmente en contextos de envejecimiento y despoblación.
Aunque el gobierno ha prometido una revalorización de los honorarios —de hasta un 10% y mejoras para el trabajo nocturno—, los sindicatos siguen sin ver avances suficientes. Las negociaciones continúan, pero los profesionales advierten: si no hay soluciones estructurales, las farmacias seguirán desapareciendo.
“No se trata solo de dinero”, repiten los farmacéuticos. Se trata de poder seguir cuidando a sus pacientes, con los recursos, el personal y las condiciones necesarias para hacerlo bien. En juego está la salud pública de millones de franceses, y un modelo de farmacia que ha sido durante décadas una referencia europea.
Más de 18.000 farmacias francesas bajaron la persiana en mayo del año pasado en lo que fue la mayor huelga del sector en una década. A pesar de que aquella protesta quedó atrás en el calendario, los motivos que la provocaron siguen más presentes que nunca: cierres constantes, falta de personal, y riesgo de desregulación.