En los últimos años, las redes sociales se han llenado de advertencias sobre los supuestos peligros de un exceso de dopamina. Proponen soluciones drásticas: eliminar pantallas, restringir el contacto social y evitar todo tipo de estímulos placenteros. Pero ¿qué tan cierto es esto? ¿Podemos realmente estar «intoxicados de dopamina»? Conversamos con el neurocientífico Diego Redolar para entender qué hay de cierto detrás de esta tendencia.
Cómo actúa la dopamina realmente en nuestro cerebro
La dopamina es un neurotransmisor crucial que participa en múltiples funciones cerebrales. Lejos de ser la llamada “hormona de la felicidad”, su verdadero rol es guiarnos hacia aquello que el cerebro considera significativo. Diego Redolar explica que este compuesto se libera en distintas regiones del encéfalo, activando sistemas vinculados al aprendizaje de hábitos, el control motor y la motivación.
Cuando sentimos hambre, por ejemplo, la dopamina impulsa nuestra búsqueda de alimento. Si nos apasiona la música, nos motiva a asistir a conciertos. Más que generarnos placer, nos empuja a alcanzar recompensas que nuestro cerebro considera valiosas. Esta capacidad la convierte en una pieza central de nuestras decisiones cotidianas.
¿Podemos estar realmente “borrachos” de dopamina?
A pesar de lo que afirman algunos influencers, la idea de un “empacho de dopamina” carece de fundamento. Redolar aclara que los neurotransmisores no se acumulan libremente, sino que se regulan con precisión. No existe tal cosa como una intoxicación de dopamina por el uso excesivo del celular o las redes sociales.
Lo que sí ocurre es que, al reforzar ciertos comportamientos —como revisar notificaciones o recibir likes— el cerebro aprende a valorar esos estímulos como recompensas. Esto fortalece las redes neuronales que vinculan el teléfono con gratificación, un proceso conocido como “refuerzo dopaminérgico”. Pero esto no implica un exceso dañino, sino un aprendizaje reforzado por repetición.
Las dietas dopaminérgicas: ¿tienen algún valor?
La famosa “dieta de dopamina”, inspirada en un método del psicólogo Cameron Sepah, busca entrenar al cerebro para tolerar mejor las recompensas a largo plazo. Aunque suena extremo, Redolar indica que evitar estímulos inmediatos puede fortalecer la corteza prefrontal, que es la encargada de la toma de decisiones más racionales.

Un experimento típico enfrenta a las personas con una elección simple: un donut o un yogur. Quienes tienen una activación fuerte del núcleo accumbens, regido por la dopamina, elegirán el placer instantáneo. Pero si predomina la corteza prefrontal, preferirán el beneficio futuro para la salud. Así, limitar estímulos puede ayudar a tomar mejores decisiones… pero no implica una “desintoxicación” como tal.
¿Es útil evitar pantallas o relaciones para reeducar el cerebro?
Algunas prácticas, como reducir el uso de pantallas temporalmente, pueden tener efectos positivos al reequilibrar el sistema de gratificación. Sin embargo, medidas más drásticas como el aislamiento social pueden resultar perjudiciales. El ser humano necesita la interacción con otros para su bienestar emocional y cognitivo.
Redolar advierte que hay que tener cuidado con propuestas radicales que no distinguen entre estímulos dañinos y esenciales. El aislamiento no solo afecta la dopamina, sino redes neuronales más complejas relacionadas con la cognición social.
Cómo defendernos de los estímulos que nos rodean
Vivimos rodeados de alertas, sonidos y notificaciones diseñadas para capturar nuestra atención. Estas señales, que activan con rapidez nuestro sistema dopaminérgico, son difíciles de ignorar porque apelan a un mecanismo de aprendizaje muy profundo. Cada vez que recibimos un “premio digital”, el cerebro lo registra y aprende.
Aunque es difícil competir contra estas estrategias tecnológicas, conocer cómo funcionan nos da herramientas para resistir. No se trata de renunciar al placer, sino de aprender a gestionarlo conscientemente.
Fuente: National Geographic.