La UE y UK se acercan de nuevo en Defensa. España (por Gibraltar) y Francia, piedras en el zapato

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Nada está acordado hasta que todo está acordado. Fue el mantra que dominó las arduas negociaciones del Brexit y el que se impone, de nuevo, este lunes en la primera cumbre que el Reino Unido y la UE celebran en Londres tras el histórico divorcio. La prioridad es cerrar un nuevo pacto de defensa y seguridad ante los desafíos de un escenario geopolítico tremendamente convulso, con el añadido de la brecha transatlántica abierta con el segundo mandato de Donald Trump. Si bien la cooperación para apoyar a Ucrania ante la invasión rusa está siendo estrecha, ambas partes han manifestado su ambición de profundizar el vínculo estratégico con un pacto que, por primera vez, considera la adquisición conjunta de defensa entre el Reino Unido y la UE en el marco de futuros programas del bloque comunitario.

Según adelanta la prensa, los soldados británicos podrían luchar codo con codo con sus homólogos europeos ante la agresión rusa -entre otras- como parte de un amplio capítulo que acercará al Reino Unido al bloque en su mayor alineación desde el Brexit. Las medidas incluirían un mecanismo para el trabajo conjunto si Washington se niega a permitir acciones bajo los auspicios de la OTAN y compromete a ambas partes a celebrar “consultas estratégicas” semestrales en “áreas de interés común”, como Rusia, los Balcanes Occidentales y Asia Oriental.

Todos reconocen que la tensión bilateral que existía cuando los ‘tories‘ estaban en el poder ya no existe. Ha sido eviscerada por la gravedad de los acontecimientos mundiales. Pero eso no significa que no existan dificultades. Los involucrados no están dispuestos a renunciar a sus intereses fundamentales. Y en este sentido, Francia y España se han convertido en una piedra en el zapato. El primero, por los derechos de pesca en aguas británicas y la licitación de contratos de defensa. El segundo, por Gibraltar.

Pese a que la buena sintonía que existe ahora entre el premier Keir Starmer y el presidente francés Emmanuel Macron nada tiene que ver con las tensiones que mantenía el galo con Boris Johnson, París quiere restringir severamente la participación de empresas no pertenecientes a la UE – entre ellos, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos- a la línea de crédito de 150.000 millones de euros propuesta por el bloque, dentro del plan “ReArm Europe”, diseñado para ayudar a los Estados miembros a reabastecer y modernizar sus fuerzas armadas.

Macron argumenta que, si la UE gasta el dinero de sus contribuyentes en defensa, debería invertir en empresas de la UE para impulsar las economías europeas. También afirma que, en este mundo en constante cambio de alianzas y lealtades, el bloque debería ser autosuficiente y no depender de proveedores externos. Pero no faltan sospechas que apuntan a que Francia, que cuenta con una sofisticada industria de defensa, lo que busca realmente es acaparar lucrativos contratos comunitarios.

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Con todo, Macron parece que está perdiendo el debate interno. Los países nórdicos, los bálticos, Polonia, Italia y los Países Bajos favorecen una mayor apertura en los contratos de defensa. Y Alemania en particular, la mayor potencia económica de la UE, defiende al Reino Unido.

En cualquier caso, casualidades, justo antes del inicio de la cumbre, el Reino Unido ha anunciado que el presidente francés ha sido invitado a su primera visita de Estado. Carlos III y la reina Camila le recibirán en el Castillo de Windsor en julio.

Olivia O’Sullivan, analista del think tank Chatham House, asegura que la fragmentación de la defensa europea es un desafío de larga data. “Las decisiones nacionales a menudo se toman de forma aislada, lo que reduce la eficiencia y limita la interoperabilidad de las fuerzas armadas de los países. El objetivo debería ser que el gasto futuro en defensa sea mayor que la suma de sus partes, y que Europa tenga los medios para reemplazar algunas capacidades estadounidenses si es necesario. Esto requiere una planificación conjunta, no solo esfuerzos paralelos para aumentar el gasto nacional”, matiza.

Idealmente, según la experta, el pacto permitiría al Reino Unido acceder a las iniciativas emergentes de defensa de la UE, en particular en materia de adquisiciones conjuntas, cooperación industrial y financiación. “La UE no es el principal marco de cooperación en defensa en Europa (esta sigue siendo la OTAN, junto con agrupaciones bilaterales y más pequeñas), y existen otras propuestas para un gasto europeo conjunto en defensa. Sin embargo, la UE está adquiriendo mayor importancia a la hora de definir cómo los países europeos financian, desarrollan y coordinan sus capacidades de defensa”, añade.

El limbo de Gibraltar

Por otra parte, el Reino Unido también quiere participar en otras partes de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) del bloque para fomentar la confianza y coordinación. Según Jannike Wachowiak, analista del Think Tank Reino Unido en una Europa Cambiante, “esto podría incluir su colaboración en proyectos de Cooperación Estructurada Permanente (CEP)”. En este sentido, el Reino Unido ya ha solicitado participar en el proyecto de movilidad militar, pero, tal y como matiza la analista, “los desacuerdos con España sobre Gibraltar han retrasado su plena participación”.

En efecto, la situación del Peñón sigue en el limbo. En la Nochevieja de 2020, a pocas horas de que terminara el periodo de transición del Brexit, Londres y Madrid consiguieron cerrar in extremis un principio de acuerdo para evitar los estrictos controles en la única división terrestre —junto con la de Irlanda— que une ahora al Reino Unido con la UE. Pero se trata tan sólo de una solución temporal. No obstante, la Roca no está este lunes en la agenda. Y, de momento, Pedro Sánchez tampoco ha recibido invitación por parte de Londres para una visita oficial.

La cumbre prevé también cerrar un paquete de medidas destinadas a eliminar algunas barreras comerciales, aunque las líneas rojas de Londres de no regresar ni al mercado único ni a la unión aduanera dejan poco margen de maniobra.

A pesar de la promesa del nuevo Gobierno laborista de priorizar el crecimiento económico del Reino Unido, y de que las encuestas sugieren que la mayoría de los británicos desean un mayor comercio con la UE, el primer ministro se siente acorralado por el cada vez más popular y euroescéptico Partido Reforma, capitaneado por Nigel Farage, protagonista de las recientes elecciones locales.

Si bien dentro de las filas laboristas admiten, discretamente, que se sienten tentados por una unión aduanera con la UE para impulsar el crecimiento, es probable que los beneficios económicos no sean evidentes para los votantes antes de las próximas elecciones británicas. Y los miembros del partido temen ser castigados en las urnas, ante las acusaciones de la oposición de haber “traicionado el Brexit” -argumento utilizado ya por algunos tabloides conservadores-.

Por último, también hay expectación por un pacto sobre “movilidad”. Starmer verá cumplido su pedido: que la UE reconozca las cualificaciones profesionales del Reino Unido para fomentar los negocios transfronterizos. También se reducirán las restricciones de visado para los músicos británicos que viajen y actúen en la UE.

A cambio, la UE —y Alemania, con mayor vehemencia— desea un programa de movilidad juvenil que permita a los jóvenes ciudadanos de la UE viajar, estudiar e incluso trabajar en el Reino Unido.

Downing Street tiene programas similares con Canadá, Australia, Corea del Sur y Japón, entre otros. Sin embargo, ha sido difícil llegar a un acuerdo. Reducir las cifras de migración es una prioridad absoluta para el gobierno laborista, ante la presión, de nuevo, de Farage.

En definitiva, todas las preocupaciones y presiones domésticas hacen que Starmer sea aún más cauteloso si cabe. Por lo que el “reinicio” de las relaciones con la UE que, prometió cuando en julio del año pasado se mudó a Downing Street, distan mucho de suponer un cambio radical. En cualquier caso, los analistas coinciden en que, simbólicamente, este es un momento crucial.

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