
Nos dejaron aquellos 15 gigavatios mangados de manera «súbita» de la red eléctrica peninsular con la misma perplejidad que la espantada de los toros de La Quinta. Aunque fue más convincente, dónde va a parar, la explicación del tecnócrata Sánchez que … las ofrecidas por los Valencia tras el durísimo comunicado de la familia Martínez-Conradi. «Llevo sentando en esta mesa 25 años y nunca hemos faltado a la palabra a nadie», nos dijo el empresario en aquella bélica rueda de prensa, como si así nos fuésemos a quedar más tranquilos los indulgentes periodistas. Tampoco es que encontráramos explicación a la elección de los toros de Fermín Bohórquez como reemplazo después de tenerle apalabradas ya una corrida de rejones y una novillada con picadores. ¿Acaso no hay más ganaderías en el campo? Coincide todo el mundillo en reconocerle al jerezano su excesiva bondad y simpatía, incluso la astucia con la que se hizo durante la pandemia con sementales de la mejor ganadería de la cabaña brava (Garcigrande), pero de ahí a traerlo tres tardes… Y salieron los toros de Fermín, tan alejados de aquella «procedencia Murube-Urquijo» que anunciaba el librito de mano, sin que respondieran a las expectativas. Íbamos por el segundo cuando sonó la guasa por los tendidos de sol: «¿Dónde están los toros de La Quinta?», que llegó como una bala al burladero de Pagés y a la barrera que ocupaban Pepe Martínez-Conradi y su madre.
Fue ésta una corrida grandullona y poco atractiva, tan alejada del molde sevillano como del que históricamente ha sido el toro de Bohórquez. Habrá que ser pacientes con el cruce ganadero, pero, de momento, ni la apariencia ni el fondo. Ramón Valencia solventó la marcha de La Quinta con una llamada de urgencia a Fermín. «¿Sigues teniendo esa corrida libre?», le diría. Uno quiere pensar que lo hizo con la mejor de sus intenciones aunque una empresa seria, y unos veedores acordes, deben tener no una sino varias corridas en la recámara. Resultó ser la de Fermín lo que se esperaba: un remiendo de última hora, que no remendó el desastre. Le cambiamos el hierro y nos dicen que es una de aquellas divisas de la preferia de hace veinte años y todos tragamos.
Tampoco es que Valencia se complicara demasiado a la hora de trazar un cartel con serias apariencias de intercambio empresarial. Que todos merecen estar, pero no me dirán que no es extraño que los toreros vuelvan a la Maestranza después de que sus apoderados contraten al novillero de la empresa o ejerzan de monaguillos en el trágico caso Santander, del que por cierto hay recientes noticias: carpetazo judicial al último intento de la UTE Matilla-Pagés de ganar el primer contrato público de su historia. ¡Vaya añito!
Divagamos de uno y otro tema para no entrar en harina, porque fue ésta una tarde dura de asimilar y necesaria de olvidar. De los seis de Fermín sólo hubo uno que tuvo emoción, que fue mucha, aunque nula clase. Un toro engañoso, de esos que se arrancan con alegría aunque llegan sin entrega al embroque. Que no humillan, que no colocan la cara y que se revuelven cada vez que pueden. Se llamaba Pensador y cambió como de la noche a la mañana entre el capote y la muleta. Si no venía del cruce con Garcigrande, poco le faltaba. Tuvo frente a él a un hazañoso Román Collado que a pesar de su limitada técnica, sin capacidad para tapar o corregir los defectos del animal, se pone y dispone sin vacilaciones. Suya es la entrega como única y principal arma. Le daba distancia el torero y el toro se le arrancaba de punta a punta de la plaza, con más brío y alegría que calidad y humillación; más duro aún por el izquierdo, por donde desarrolló sentido. Si le dejaba pensar, malo. Salvó los muebles Román, a merced de la fiera en todo momento, con la oreja pedida y concedida y después de aquellas trastabilladas bernardinas de zigzagueantes trayectorias. Más que la estocada, fue el descabello con el toro sin descolgar y muy vivo lo que la justificó. Muy parecido en tipo fue el sexto, aunque menos alegre. Nada reseñable.
Había descorchado Curro Díaz la tarde con un ramillete de lances que despertaron a la Maestranza. Con su figura muy estática y encajada, le abría los caminos a Bullidor –de pelo brillante y muy rizada testuz– a la vez que desmayaba su figura. «¡Toro, toro, toro!», le decía entre lances. Y el toro respondía con fijeza, y la Maestranza entre «oles». Un toro hondo y fuerte, amplio en cornidelantero y de marcada badana. Se fue a los medios Curro Díaz a brindarle a la Maestranza la faena de su regreso, tras… ¿cuántos años hacía que no veíamos aquí a este torero? Poca esperanza teníamos ya en este Bullidor, bastante parado y reservón en banderillas, cuando el de Linares le enjaretó su personalísimo inicio de faena, entre pases de apertura y gusto, mientras que Rubén Pinar, desde el callejón, también tremolaba su muleta desde el callejón. ¿No había otro momento? Muy firme el de Linares frente a las miradas y probaturas de este primero de Bohórquez, que ya anunciaba lo que a la tercera serie ocurrió: en un cite al natural, algo al hilo del pitón, se fue por él. Con saña. Fue un milagro que se escapara después de haberle lanzado hasta dos cornadas, una a la pantorrilla y la otra al torso cuando lo tuvo a su merced en el albero. Como si no hubiese ocurrido nada se levantó el matador, que bordó la ejecución de su estocada, muy en corto y por derecho. Fuerte ovación y máximo reconocimiento. También se lo llevó ante el cuarto, el de mejor estilo de la corrida, aunque de poquísimo fondo. En cuanto quiso buscar la ligazón, le bajó la persiana.
Más largo, silleto y exagerado era en sus formas Capirote, el segundo de la tarde y primero de Rubén Pinar. No había que ser un lince para confirmar que no era éste el más guapo de Fuente Rey. Seguro que no. Embistió tal y como era: feo, de tipo y estilo. Con oficio y sin mayores complicaciones lo paró el diestro albaceteño, sello de toda su tarde. Como si estuviera en un tentadero. La estocada, a toro parado, como de carretón, fue lo más destacado de su labor ante el paradito quinto.
-
Plaza de Toros de Sevilla.
Martes 29 de abril de 2025. Cuarta del abono. Menos de media plaza. Dos horas y diez minutos de festejo. Debut en corrida de la presidenta Macarena de Pablo Romero. Se lidiaron toros de Fermín Bohórquez, de excesivo cuerpo y poco estilo y fondo. 1º, parado e incierto; 2º, manso y sin estilo; 3º, con alegría aunque sin humillación ni clase; 4º, buen estilo y poco fondo; 5º, sin casta; 6º, sin estilo ni raza. -
Curro Díaz,
de verde esperanza y oro. Estocada algo delantera y caída (fuerte ovación); estocada larga (ovación). -
Rubén Pinar,
de sangre de toro y oro. Estocada levemente caída (ovación); estocada (ovación). -
Román,
de azul noche y oro. Estocada trasera y descabello (oreja); pinchazo y media agarrada (silencio).
.