Seguridad energética: cuando el cero neto ya no es sólo cuestión medioambiental

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La búsqueda de cero emisiones netas ha dejado de ser únicamente una cuestión medioambiental para convertirse en un asunto de seguridad. En un ambiente geopolítico de lo más inestable, al adoptar las energías limpias, los países pueden debilitar la influencia de dictadores como el ruso Vladímir Putin, quien ha utilizado sus vastos recursos de combustibles fósiles para chantajear a sus vecinos y aumentar los precios de la energía para todos, alimentando la inflación y la discordia política en Occidente.

Este es el argumento defendido por Reino Unido, anfitrión de la cumbre sobre el futuro de la seguridad energética, celebrada este jueves y viernes en Londres, donde se han dado cita representantes de 60 países. Pero estaba prácticamente predestinada al fracaso desde el principio. Y ya no solo porque China —que domina las cadenas de suministro de energía solar, eólica y de vehículos eléctricos— declinó la invitación. Si no porque Donald Trump, presidente de Estados Unidos, el mayor productor y exportador mundial de gas natural licuado (GNL), tiene una visión muy diferente sobre la transición de los combustibles fósiles a las energías limpias.

Básicamente, el inquilino de la Casa Blanca —bajo cuyo mandato Estados Unidos se retiró del acuerdo climático de París— quiere “perforar, perforar, perforar” y exige a Europa que compre más combustibles fósiles estadounidenses a cambio de una reducción arancelaria. Los precios mundiales del gas se dispararon tras la invasión rusa de Ucrania y se han mantenido casi un 50 % por encima de los niveles anteriores a la COVID-19. Europa pudo inicialmente cubrir la escasez de gas, tras las sanciones impuestas a Rusia, comprando GNL a Estados Unidos. Pero ese suministro ahora está amenazado a medida que empeoran las relaciones entre el bloque y el presidente Trump.

“Cuando y donde su energía escasea o está restringida, la humanidad sufre. Desafortunadamente, la atención de la última administración [estadounidense] se centró en la política climática y en las políticas que conducen a dicha escasez“, declaró este jueves Tommy Joyce, subsecretario interino de Asuntos Internacionales del Departamento de Energía de Estados Unidos, durante su intervención. “Estas políticas han sido adoptadas por muchos, no solo por Estados Unidos, y perjudican vidas humanas”, añadió.

Su discurso —calificado como “un auténtico desastre” por varios de los asistentes— contradice las opiniones expresadas por la mayoría de los demás oradores, incluyendo al ministro de Energía de Reino Unido, Ed Miliband, y su homólogo francés, Marc Ferracci, quien afirmó: “Mientras sigamos dependiendo masivamente de los combustibles fósiles, no habrá seguridad energética para Europa“.

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Pero Trump va por libre. Es más, la cumbre no era una prioridad lo suficientemente alta para Estados Unidos como para mandar al secretario de Energía, Chris Wright, ex director ejecutivo de una importante empresa de fracking que califica con frecuencia los objetivos de cero emisiones netas para 2050 de “siniestros”.

En su lugar, Wright prefirió realizar este mes una gira por Oriente Medio, con el objetivo de fortalecer los lazos con productores de combustibles fósiles como los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Catar. En Riad, firmó un memorando de entendimiento sobre cooperación energética y lamentó un “movimiento global, incluso en mi país, Estados Unidos, que se opone al desarrollo energético”.

Trump ha roto los lazos trasatlánticos con Europa, a quien ahora ordena que compre más gas natural licuado para evitar aranceles. Europa lo necesita: se está quedando sin almacenamiento y los suministros de los gasoductos rusos están disminuyendo. Este mes, Trump declaró que el déficit de su país con la Unión Europea “desaparecería fácil y rápidamente” si el bloque hiciera solo eso, comprarles GNL.

Washington también está presionando a otros aliados, como India y Filipinas. Scott Bessent, secretario del Tesoro, ha intentado persuadir a Japón, Corea del Sur y Taiwán para que inviertan en un vasto proyecto de GNL en Alaska y se comprometan a comprar una “parte sustancial” de la producción de la planta.

Pero, paradójicamente, la propia guerra arancelaria iniciada por el republicano se está volviendo ahora en su contra. Estados Unidos carece de la infraestructura suficiente para aumentar rápidamente los envíos. En definitiva, tienen gas, pero no los gasoductos para transportarlo. Las terminales de exportación ya están operando cerca de su capacidad máxima. Y la guerra comercial ha disparado el coste del acero y otros insumos para los nuevos proyectos estadounidenses. Todo ello se espera que lleve a una desaceleración de la demanda.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE), organismo oficial de pronósticos, predice que el crecimiento de la demanda de gas en Asia caerá al 2 % este año, frente al 5,5 % de 2024. Además, el GNL estadounidense ya no es bien recibido en China, que el mes pasado suspendió todas las importaciones de este combustible de su adversario. Las empresas energéticas chinas han anunciado recientemente importantes acuerdos de GNL con ADNOC, un gigante emiratí de hidrocarburos.

Por su parte, en Europa, que ha lidiado con un déficit de gas desde que Rusia redujo las exportaciones tras la invasión de Ucrania, las importaciones de GNL del continente aumentarán una cuarta parte este año, según la AIE. Sin embargo, los compradores europeos se han mostrado reacios a comprometerse a firmar contratos a largo plazo para el GNL estadounidense. Algunos temen que las regulaciones climáticas puedan prohibir el uso del gas. Otros prevén que en los próximos años se produzca un exceso de oferta mundial de gas, lo que provocaría un desplome de los precios.

Además, existe la posibilidad de que grandes cantidades de gas ruso reanuden el flujo hacia Europa tras la firma de un acuerdo de paz con Ucrania, otra de las ambiciones de Trump. Esto dejaría poco margen para comprar más GNL de Estados Unidos. Las autoridades de Bruselas insisten en que no lo permitirán, pero algunos industriales alemanes ya abogan por el regreso del gas ruso barato.

En cualquier caso, incluso si Europa aumentara drásticamente sus importaciones de GNL estadounidense, no contribuiría significativamente a resolver el desequilibrio comercial con Estados Unidos. La consultora Wood Mackenzie calcula que si la Unión Europea se abasteciera de GNL, diésel y crudo ligero de Estados Unidos, reduciría su superávit comercial de bienes solo a la mitad.

Por otro lado, la política energética de Trump contradice rotundamente a la Agencia Internacional de la Energía (AIE), de la que Estados Unidos es miembro fundador. La AIE -co anfitrión de la cumbre celebrada en Londres- promueve la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles y argumenta que “la seguridad energética y la seguridad climática van de la mano”.

Algunos activistas ecologistas de Reino Unido insisten en que es mejor ignorar a Trump. “En materia de seguridad energética, hay retórica y luego está la realidad. Según la propia AIE, el 85 % de la inversión mundial en energía limpia se realiza fuera de Estados Unidos. Ahí es donde está la cuestión”, declaró Gareth Redmond-King, director internacional del grupo de expertos Unidad de Inteligencia Energética y Climática.

Por su parte, un informe de RMI (anteriormente Rocky Mountain Institute), una organización independiente sin fines de lucro dedicada a transformar los sistemas energéticos globales, concluye que la energía solar y eólica son las opciones más económicas para generar electricidad en más del 80 % del mundo.

El hecho, por tanto, de que China no asistiera a la cumbre -siendo el país que actualmente domina la fabricación de infraestructura de energía limpia- disminuyó las expectativas. A fin de disminuir su dependencia del gigante asiático, Reino Unido anunció una inversión de 300 millones de libras para impulsar la capacidad británica de fabricación de componentes para la industria eólica marina para fomentar la inversión privada en el sector británico de las energías renovables. El gobierno británico aspira a que el 95 % de la matriz eléctrica de Reino Unido, provenga de energías limpias para finales de la década; actualmente, esta cifra ronda el 60 %.

A medida que la geopolítica cobra cada vez más protagonismo con las sanciones impuestas a productores de petróleo y gas como Irán y Rusia, los analistas consideran que Estados Unidos estaría en condiciones de intensificar sus esfuerzos y colaborar con los gobiernos de los países en desarrollo para satisfacer la demanda energética y liderar la transición hacia la energía verde. Pero los planes de Trump son bien distintos. Y en ausencia de Estados Unidos, China podría intentar llenar este vacío. Y eso va más allá del suministro de luz.

Todo en política se trata de una lucha por la narrativa. En tanto, en cuanto la AIE y otros países se mantengan firmes en que la energía limpia implica seguridad energética, Reino Unido, como anfitrión de la cumbre de Londres, lo considerará una victoria. Pero la falta de avances es más que evidente.

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