
Bastó con que el nuevo presidente del Instituto Duartiano, Julio Manuel Rodríguez Grullón, hablara de tolerancia frente al drama haitiano para que en la organización se desataran los demonios.
Un sector opuesto a todo lo que huela a Haití ha promovido la convocatoria de una reunión para el 26 de este mes para discutir las declaraciones de Rodríguez Grullón, en tanto voces todavía más radicales le han pedido la renuncia.
Hablar de tolerancia frente a Haití es un sacrilegio para gente que hasta manipula el pensamiento del patricio Juan Pablo Duarte para justificar su intransigencia con los nacionales y el vecino país. No se ha planteado flexibilizar las repatriaciones ni de crear campamentos de refugiados, sino de solidaridad con un Estado que, como dijo Rodríguez Grullón, no se va a mover de donde está.
Además de la deriva de su azarosa historia y la falta de humanismo de su clase gobernante, el país es víctima de una sangrienta ola de violencia.
Las manifestaciones de odio figuran entre las razones que se toman en cuenta, sin que nadie se llame a engaño, para acusar a los dominicanos, en su mayoría mulatos y negros, como una nación racista.