Agustín Martínez se ‘separa’ de Carmen Mola y publica ‘El Esplendor’: “La novela negra corre el peligro de morir de éxito”

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Separarse de sus ‘mellizos’ literarios tenía que suceder algún día y ese día ha llegado. Agustín Martínez, uno de los miembros de la santísima trinidad literaria que es Carmen Mola, acaba de publicar en solitario su primera novela desde 2017, El Esplendor (Planeta). Martínez (Lorca, Murcia, 1975) ha dado un gran salto argumental con este título, que se desarrolla en una isla sombría del Canal de la Mancha, con campos de concentración, abismos rocosos, mareas bajas y personajes con severos conflictos de identidad. Todo ello, bajo la sombra del nazismo que serpentea de principio a fin por el libro, como una culebra maliciosa. Agustín es el primero de ‘los Mola’ en emerger de nuevo al mundo literario de forma individual. Pronto lo hará Jorge Díaz y finalmente Antonio Mercero, aunque seguirán publicando nuevas tramas de Carmen Mola. Su ficción, que rondaba su cabeza desde hace tiempo, incluso mientras escribía las novelas de Mola, contiene dos raíces muy potentes y claras: Patricia Highsmith y su sibilino Mr. Ripley, y el cineasta Stanley Kubrick y su película Eyes Wide Shut. Por cierto, no hay un homenaje encubierto en el título, de El Resplandor a El Esplendor, si bien conectan en “la sensación de poder absoluto”. Hay muchas capas en este libro de atmósfera casi tenebrosa y enorme suspense, que cumple su objetivo: mostrar en quiénes nos queremos convertir y si el precio de conseguirlo es moral.

Esta novela surgió antes de terminar con la saga de Elena Blanco de Carmen Mola, es decir, ¿la gestó a la vez?Empecé a pensarla hace cinco años más o menos. Hay temas dentro de la novela que están, no en las de Carmen Mola, pero sí en una serie que hice para Netflix, Feria. Por un lado, yo he estado trabajando mucho, con Carmen Mola y con las series. Y luego ha pasado un proceso de darle tiempo a la historia. No me he pasado cinco años escribiéndola, eso no. Ha estado muy guay, darle tiempo a la historia y que se fuera formando poco a poco. 

Yo he estado escribiendo en paralelo una comedia musical y un drama histórico, no me cuesta, incluso lo disfruto

¿Y cómo se hace para que no se mezclen historias en su cabeza y lo que se publique sea coherente y no contradictorio?Hay un libro de Vargas Llosa, La tía Julia y el escribidor, que es un guionista que pierde la cabeza y termina considerando reales a los personajes de su ficción. En realidad, quizás nos lo da la profesión de guionistas. Es algo que venimos haciendo desde el principio. Yo he estado escribiendo en paralelo una comedia musical y un drama histórico. Vas cambiando de uno a otro, cada historia tiene su propio estilo. A mí no me cuesta, de hecho lo disfruto. Me gusta esta especie de versatilidad.

Portada del libro en el escenario.
Portada del libro en el escenario.
Planeta/Javier Ocaña

¿Ha echado de menos a sus amigos de ‘matanzas’ en su vuelta a la literatura solo?Se les echa de menos (risas). El proceso de escritura de estar solo se disfruta, pero luego escribir una novela es algo muy largo. Hay bloqueos, momentos de muchas dudas,  y ese tipo de bloqueo es más fácil superar en equipo: tienes una pared enfrente. Cuando estás solo, esa situación es más complicada. Pero ninguno nos lo hemos pasado cuando la escribíamos. Este libro lo he escrito estrictamente solo. A ninguno le pasé el texto, hasta que el libro estuvo terminado. Los escritores siempre tenemos lectores cero, gente en la que confías. Pero para mí no es útil contar la historia; solo el comienzo, así te da la sensación de ver si funciona. Se lo pasé a mi amigo Carlos Montero (el creador, entre otras, de la serie Elite), cuando llevaba cien páginas, ya se veía la novela. Me gusta mandárselo para tener su opinión. Y mi chica, Laura, también la leyó antes.

Esta novela tiene bastante oscuridad, pero no es tan sangrienta como las de Carmen Mola

Si le digo que no se parece nada el estilo al de Carmen Mola, ¿le elogio o le doy un disgusto?Era, sin duda, el objetivo, que no se parezca una cosa a la otra. Cuando hablamos de esto, ninguno quería escribir un mini-Mola. Los libros de Carmen Mola surgen por la conjunción de los tres. Yo solo no podría escribir un Carmen Mola así, ni me apetece. Me apetece tirar por otro camino y escribir algo diferente. Así que considero un elogio que se pueda leer de manera independiente. Hay ciertas conexiones porque es una novela negra, con misterio… pero son totalmente diferentes.

El autor, en uno de los paisajes de su novela.
El autor, en uno de los paisajes de su novela.
Javier Ocaña/Planeta

Dicen que es usted la mente negra del trío. Aquí no se aprecia su inclinación a la sangre. ¿Es una forma de diferenciar estilos?No es buscado. No me pongo a escribir y lo decido: no va a haber sangre. Es lo que surge, igual que surge en Carmen Mola, el tipo de historia nos lleva a ese lugar que es un poco más bestia. Esta me ha llevado a un lugar distinto. Es cierto que tiene bastante oscuridad, personajes turbios, pero no es tan sangrienta como las de Carmen Mola. Y esta etiqueta de ‘gore’ que me han puesto… habría que escuchar a Jorge y Antonio las barbaridades que dicen (risas).

¿Ubicar la novela en el canal de la Mancha es un don de la oportunidad y de la actualidad? Elon Musk ha dicho que lo quiere llamar canal de George Washington.  Bueno, se quieren comprar tantas cosas que ya  no sabes la lista. Elon y yo nos hablamos mucho (risas). A todo el proceso de ambientación de la novela, Aldernay, estoy construyendo un personaje misterioso que no sabes de dónde viene y que aparenta tener una fortuna. Y esa fortuna en un paraíso fiscal: y son las islas del Canal de la Mancha, aunque podía haber buscado otro, porque los paraísos fiscales están por todos lados.  Ese mundo del dinero opaco que desaparece, hemos asumido que la elite política y económica puede esconder su dinero y evadir impuestos. El Canal de la Mancha existe como paraíso fiscal gracias a Inglaterra. Son coincidencias, igual que se acaba de celebrar el 80 aniversario de Auschwitz (Polonia).

Esta novela trata de los límites de la moral, qué pasa cuando quieres más. Y eso me llevó al nazismo

La guerra civil, el nazismo… ¿No es posible escapar a esos hechos históricos tan funestos?Yo no te puedo dar una explicación generalista a esto. Caigo en hablar de ello porque cuando encuentro esta historia, me funciona muy bien como metáfora de lo que quiero contar, una serie de personajes que están intentando huir de su pasado y quieren crear una identidad nueva. Es lo que pasó en Alderney, esa isla ocupada por los alemanes: hubo un intento de no mirar atrás. Por otro lado, la novela trata de los límites de la moral, qué pasa cuando lo tienes todo, pero quieres más y creas tus propias normas reales. A mí eso me llevaba al nazismo, es el ejemplo histórico más reciente. A través de él podemos jugar con un esquema moral. Por eso voy hacia allí, porque todavía quedan campos de concentración. No veo ningún problema es mirar atrás es bueno, no por hacer un ajuste de cuentas, sino para ser conscientes de dónde venimos, de qué hemos pasado y qué es capaz de hacer el ser humano. Aunque nos moleste, hay que recordarlo. Somos capaces de llegar a determinados límites que no imaginábamos.

Martínez, en la isla de Alderney.
Martínez, en la isla de Alderney.
Planeta/Javier Ocaña

El síndrome del impostor vertebra todo el libro. ¿Por qué es tan importante?Desde luego, es un tema fundamental. Es un thriller sobre la identidad, es muy importante en la sociedad hoy en día, quiénes somos y en función de qué la definimos. En el mundo literario, es un tipo de personaje que me fascina. Este tipo de personajes que son capaces de tener dos o tres vidas, está en Patricia Highsmith, pero también en los casos reales, como el caso de Demara. Hoy he leído que hay un tipo, que lleva 40 años fingiendo ser un ejecutivo y engañando a las empresas y consigue dinero a base de eso. Este modelo genera cierta fascinación a la gente normal.

Llegar a conocer al personaje también forma parte del suspense

¿Ha pensado alguna vez en quién le gustaría ser de manera impostada?No he llegado a hacerlo de manera real, a mentir hasta ese extremo. Yo estoy muy contento con la vida que tengo, pero si me he preguntado que habría pasado si… Hay momentos en la vida de decisión superclaves. Si en esos giros hubieras tirado para el otro lado, ¿qué habría pasado? En Japón hay mucha gente que abandona su vida muchas veces acosados por la presión social. Es una especie de epidemia, gente que desaparece porque no es capaz de plantar cara a determinados conflictos.

El libro contiene dos partes muy diferenciadas, son como dos novelas dentro de la misma. ¿Es un ejercicio lingüístico o va más allá?No sé si hasta el punto de ser dos novelas. Es verdad que estamos hablando de la identidad y a la hora de construirlo, lo mejor era ir con las dos voces. Es como la misma historia, pero de repente es distinto, Es la cosa volátil de la verdad. Aparecen otros elementos que son asuntos narrativos, pero de nuevo son voces que pueden decir la verdad o estar mintiendo. Todo es una novela y es compacto, pero sí haces el ejercicio de ver quién habla y te obliga a modificar el estilo.

Agustín Martínez.
Agustín Martínez.
Planeta/Javier Ocaña

¿La trama tiende, voluntariamente, a despistar al lector?Yo hago una cosa de manera recurrente, que es la reconstrucción de los personajes como si fueran misterios en sí mismos. Llegar a conocer al personaje también forma parte del suspense. Por ejemplo, cuando el lector descubre a César no termina de hacerlo porque hay muchas capas y descubres cosas que él no ha querido contar. Pasa con todos… Espero que el lector que no se pierda, no tenga esa sensación. Espero que el misterio no sea solo la trama, sino también los personajes. Eso es lo chulo de la novela negra, esa interacción con el lector, que hace que entren mucho dentro de la historia. Terminan siendo detectives del argumento que tú vas construyendo. La novela tiene una estructura de la que yo he intentado escapar, de las más frecuentes. No me gusta empezar una novela, una serie… e imaginar cómo va a ser a continuación. En El Esplendor uno entra y no sabe a dónde te va a llevar. 

La novela negra, ¿se ha desbocado y hay mucho y repetitivo?La novela negra, como todos los géneros que están viviendo un auge, no solo en la literatura, sino también en la pantalla, corre el peligro de morir de éxito. Si abundamos en esto y repetimos esquemas, el lector termina desconectando, porque tiene la sensación de haberlo leído, ya te lo sabes. Me pasaba con las películas de superhéroes. Hemos consumido tanta ficción, que no hace falta ser un crítico, ya te sabes lo que va a pasar y te fijas en los recursos. De manera inconsciente, es bueno que los autores encontremos caminos nuevos.

Me da rabia que un libro sea un producto intermedio, una manera de hacer una serie. El libro es el producto final, no el medio

En esta búsqueda, ¿ha descubierto nuevos autores que le han abierto una ventana fresca?De todo lo que he leído últimamente, me gusta mucho Mariana Enríquez. Y me gusta lo que ha hecho con el género, ha renovado el terror. Hay una generación en Latinoamérica, la mexicana Fernanda Melchor, Dolores Reyes… Una novela que me encantó fue Claus y Lucas, de Agota Kristof. Me pareció superchula, me dio una hostia importante, es supercruda. También las puedes encontrar en el cine y la televisión. Yo he bebido mucho del cine, como Stanley Kubrick, que viene de un relato de Arthur Schnitzler, Relato soñado. Y soy muy fan del universo de David Lynch, gente que aportó cosas nuevas y rompió los moldes.

Guionista de profesión, ¿ha escrito esta novela pensando en una posible serie? ¿Ha confundido sus perfiles por un momento?Habría que irse a Alderney, que es un peñasco en medio de la nada. Estás paseando por esos lugares y desprende mal rollete, la verdad. Digo lo mismo que decíamos con Carmen Mola: si viene la serie, bienvenida sea. No es una historia que entregaría a nadie, la tendría que hacer yo. Pero no me lo planteo. Me da rabia que un libro sea un producto intermedio, una manera de hacer una serie. El libro es el producto final, no el medio, y yo lo escribí pensando en eso. Hay grandes recursos que sería muy difíciles de llevar a la audiovisual. 

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