En medio de una escalada de tensiones con Occidente, Rusia da un paso más en su arsenal militar con la producción masiva del Oréshnik. Este misil hipersónico no solo marca un avance tecnológico, sino que también simboliza una respuesta directa a los recientes ataques con armamento occidental. ¿Qué implica este desarrollo para el panorama geopolítico global?
El Oréshnik: De la prueba al combate real
El presidente ruso, Vladímir Putin, confirmó desde Astaná que la producción en serie del misil balístico hipersónico Oréshnik ya está en marcha. Este anuncio llega tras el uso del misil por primera vez en un ataque contra una fábrica militar en Ucrania la semana pasada, marcando un precedente en su despliegue operativo.
Según Putin, Rusia “se vio obligada” a probar esta nueva arma en condiciones reales de combate como respuesta a los ataques recientes contra su territorio. Las ofensivas incluyeron el uso de misiles ATACMS de Estados Unidos y Storm Shadow del Reino Unido, que golpearon infraestructura militar rusa en las regiones de Briansk y Kursk.
Escalada bélica: Una advertencia a Occidente
Putin subrayó que, a pesar de las advertencias de Moscú sobre el riesgo de intensificar el conflicto, los ataques con armamento occidental continuaron, dejando a Rusia sin alternativa. En respuesta, esta madrugada Rusia lanzó un ataque combinado masivo contra Ucrania, utilizando 90 misiles y 100 drones para golpear 117 objetivos estratégicos, incluidas infraestructuras energéticas.
Este ataque no solo busca debilitar las capacidades de Ucrania, sino también enviar un mensaje claro a los aliados occidentales: Rusia está preparada para responder con contundencia.
Producción masiva: Una nueva fase en la estrategia rusa
La producción en serie del Oréshnik representa un cambio de rumbo en la estrategia militar rusa. Este misil, capaz de alcanzar velocidades hipersónicas y eludir sistemas defensivos, refuerza el arsenal de Moscú en un momento crucial. Además, su desarrollo y despliegue operativo reflejan la intención de Rusia de consolidar su posición frente a las crecientes presiones internacionales.
Con el Oréshnik como símbolo de su poderío militar, Rusia no solo responde a las provocaciones externas, sino que también redefine las reglas del juego en un conflicto que amenaza con intensificarse aún más. La producción en masa de esta arma deja claro que Moscú está dispuesto a utilizar todos los recursos a su disposición para mantener su influencia y proteger su territorio.