Crisis de Haití

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La República Dominicana tiene que mantenerse alejada de la crisis haitiana. La cercanía de ser países fronterizos, no obliga a meterse en asuntos internos.

Hasta ahora el gobierno del presidente Luis Abinader ha mantenido una línea de no injerencia en asuntos propios de los haitianos y en mantenerse apartado de la crisis que está presente del otro lado de la frontera.

Es difícil la situación, porque los dominicanos están sufriendo una intervención pacifica desde Haití, con miles de ilegales residiendo en el territorio nacional.

Sin dudas ha sido un fracaso antes de comenzar la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad de Haití. La Organización de las Naciones Unidas no se involucró directamente en el problema, por inconvenientes en el Consejo de Seguridad.

Solo el veto de uno de los países líderes del organismo, cierra el capítulo a cualquier aventura, que tiene que ser realizada y respaldada económica, individualmente, por otros países miembros de la ONU.

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El trato a la expedición dirigida públicamente por Kenia dio la impresión de un cuerpo de mercenarios que iría a Haití a detener a los líderes de las pandillas y a desmantelar estas estructuras criminales.

Pero no ha podido ser, y la situación hoy en Haití es de franco deterioro sin que se sepa dónde está la autoridad. El gobierno provisional navega entre los intereses mediáticos y carece de fuerzas para imponer sus decisiones.

Ahora se reúne la organización de Estados Americanos –OEA- con una fórmula en que la intervención en Haití dejaría a un lado a los kenianos, para establecer una Operación de Mantenimiento de la Paz.

Esa nueva misión estará apoyada, dice la OEA, por la ONU y su misión sería acabar con los pandilleros. Su fuerza militar la constituirían soldados de países de la región, y posiblemente los kenianos.

La República Dominicana tiene que estar fuera de este conflicto, no busca nada ayudando a la intervención de un país, además de que tiene suficientes haitianos ilegales en territorio nacional.

El país ha sido víctima de la provoca ción de las autoridades haitianos al obstaculizar el cauce del río Masacre: Ese hecho violatorio de la convivencia pacífica, el respeto entre los estados y la violación de la territorialidad y soberanía, no mereció una sola palabra de la OEA.

Por el contrario, hay un viejo expediente donde ese organismo insinúa la conveniencia de que se establezcan campamentos de refugiados haitianos de este lado de la frontera.
Manuel Hernández Villeta

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