Después de pasar algunos años en prisión, el hombre condenado por atropellar y matar a un chico de 14 años mientras conducía ebrio en un pueblo de Valonia, Bélgica, estaba a punto de obtener la libertad condicional. Como era de esperar, la familia de la víctima estaba indignada y se oponía firmemente a la reinserción social del condenado. Pero entonces, recibieron una oferta inesperada.
Las instituciones judiciales contactaron con Mediante, una organización especializada en mediación restaurativa en Bélgica, para evaluar la posibilidad de un encuentro entre la familia y el infractor. El padre del joven mostró cierto interés, no para comprender —ya conocía al detalle el expediente criminal del hombre y lo identificaba perfectamente como vecino del pueblo—, sino para expresar su dolor, su odio y los fantasmas de represalia que lo atormentaban.
¿Por qué un padre hablaría con el asesino de su hijo? Según Antonio Buonatesta, exdirector de Mediante y recientemente jubilado tras más de cuatro décadas dedicadas a la mediación restaurativa, existen tres razones principales por las que una víctima accede a participar en este tipo de proceso. La primera es buscar una mayor comprensión de lo que ocurrió. La segunda, expresar la ira acumulada”. Mientras algunas víctimas intentan encontrar algo humano en quien perciben como un monstruo, otras simplemente necesitan liberar ese sentimiento. El objetivo del diálogo no es el perdón, sino suprimir el deseo de venganza. “Una víctima me dijo: ‘para mí sigue siendo un bastardo, pero ya no quiero vengarme'”, rememora.
La tercera razón, según Buonatesta, es obtener algún tipo de compensación práctica. En el caso que nos concierne, este fue el motivo que motivó al padre a participar.
Durante el encuentro, ambos descubrieron que el chico asesinado estaba enterrado en el mismo cementerio que el abuelo del condenado. Uno de los resultados duante la mediación fue coordinar las visitas al cementerio para no encontrarse. Buonatesta señala que puede parecer algo pequeño, pero para esos padres el poder acudir al cementerio con tranquilidad era fundamental. Además, el proceso sirvió para que los padres reconsideraran su objeción a que el delincuente asistiera al centro educativo de reinserción.
La justicia restaurativa pone el foco en las necesidades de las personas involucradas en un delito, más que en el castigo, con el objetivo de lograr algún tipo de reparación. Una de las prácticas más utilizadas es facilitar una comunicación entre las víctimas –o sus familiares– y el agresor para permitirles avanzar después del daño sufrido. Sus partidarios argumentan que la justicia penal se centra demasiado en el delincuente y olvida a la víctima, “ante la cual el sistema también tiene una responsabilidad”, explicaba el jurista belga Ivo Aertsen, de la Universidad de Lovaina y considerado como uno de los pioneros en este campo, a la agencia DW.
Bélgica cuenta con unos de los sistemas más completos de justicia restaurativa del mundo. Considerada como un derecho, se ofrece para todas las edades y tipos de delitos. Una reforma de 2006 en el sistema de justicia juvenil introdujo un enfoque restaurativo como complemento a las medidas punitivas tradicionales. No obstante, aunque los primeros experimentos con el sistema en los años 70 se centraban principalmente en jóvenes y niños, con el tiempo este grupo ha perdido protagonismo.
El gran debate sobre la delincuencia juvenil
Europa enfrenta divisiones profundas sobre cómo abordar la delincuencia juvenil. En Grecia, la cuestión ha encendido un debate entre gobierno y oposición. La ley 5090/2024 ha endurecido la legislación, eliminando el requisito de que los delitos cometidos por menores mayores de 15 años sean violentos o impliquen un riesgo físico para la víctima para justificar su encarcelamiento en un centro, como ocurría hasta 2023. Además, el ministerio de Justicia griego ha propuesto cambios que incluirían sanciones para los padres de los infractores y reducir la edad penal de 15 a 14 años.
“Las familias que no ejercen una supervisión suficiente [sobre sus hijos] necesitan apoyo, no una forma más fuerte de coerción”, cuestiona la abogada griega Matina Poulou, exmiembro del Consejo Científico Central de Prisiones de Grecia.
En Francia, que cuenta con uno de los sistemas penitenciarios más saturados de Europa y una de las edades de responsabilidad penal más bajas (13 años), el gobierno propuso endurecer las medidas tras los disturbios por el asesinato de Nahel M., un chico de 17 años, a manos de la policía. Entre las iniciativas más controvertidas está la suspensión de ayudas sociales a familias cuyos hijos sean reincidentes. Antes de la disolución de la Asamblea, el presidente Macron anunció su intención de anzar una gran consulta nacional sobre la delincuencia juvenil.
“Como es cierto que hay que hacer algo, conviene detenerse a pensar qué se pretende con el castigo”, defiende Heidi Jokinen, de la universidad Åbo Akademi de Finlandia, en un artículo en el Foro Europeo para la Justicia Restaurativa. Jokinen sostiene que cualquier respuesta debe enfocarse en la reintegración de niños y jóvenes en la sociedad y en la prevención de la reincidencia.
La investigadora explica que, como muestra la evidencia histórica, un control más estricto no se traduce en sociedades seguras. Un ejemplo destacado es Dinamarca, que tras un período de prueba en el que redujo la edad penal, decidió regresar al límite original de 15 años. Jokinen subraya el potencial de la justicia restaurativa por “su capacidad para adaptarse a las necesidades específicas de cada parte involucrada”. Sin embargo, advierte del riesgo de que esta se perciba únicamente como una solución económica. “Lo ideal sería enfocar los esfuerzos en las consecuencias y la prevención”, concluye.
Algo intermedio
“La idea de responder al crimen reparándolo, mediante la participación directa de los involucrados, no es nueva”, explican desde el Foro Europeo para la Justicia Restaurativa. Iniciada en Estados Unidos en los 70, la justicia restaurativa empezó a explorarse en Europa en los 80, con varios proyectos piloto en Noruega, Finlandia, Austria, Francia y Alemania. El modelo de Bélgica se considera pionero por haber integrado programas voluntarios en cada prisión desde el año 2000, centrándose en las necesidades de las víctimas, especialmente en los casos de delitos graves.
Buonatesta subraya la importancia de comprender el contexto en el que comenzó su trabajo en mediación y el recorrido que Bélgica ha seguido desde entonces. Era 1984, y en aquella época, los jóvenes o eran vistos de dos maneras opuestas: como víctimas de la sociedad que necesitaban apoyo, o como delincuentes graves que, en ese caso, eran enviados a prisión junto a adultos. “Tuvimos que imaginar algo intermedio”, aclara. Por ello, algunos académicos en Bélgica comenzaron a explorar la posibilidad de introducir un enfoque restaurativo como una alternativa equilibrada para abordar la delincuencia juvenil.
Inicialmente, la mediación solo se permitía si era solicitada por la víctima, pero ahora el infractor también tiene la posibilidad de iniciarla. Buonatesta, a través de la ONG Mediante, ha llevado a cabo unos 500 diálogos cada año, con más de 1.300 personas involucradas.
Navarra, la pionera en España
“En España, de los países de nuestro entorno, no podemos decir que seamos un ejemplo en el que se apliquen ampliamente los principios de la justicia restaurativa”, admite la profesora Esther Fernández Molina, Directora del Centro de Investigación Criminológica de la Universidad de Castilla-La Mancha. Dice que esto se debe a que la justicia restaurativa choca con algunos principios penales como que, para poder acudir a un proceso, “lo primero que tiene que hacer el agresor es reconocer que ha cometido el delito”.
Navarra es la única comunidad autónoma española con una ley que regula la justicia restaurativa, aprobada en 2023, que ofrece a las víctimas acudir a un servicio profesional de medicación si lo desean. La ley fue impulsada en la pasada legislatura por el Consejero de Justicia, Eduardo Santos, formado como abogado penalista y que en el pasado había participado en los encuentros restaurativos con miembros de ETA y sus víctimas.
“Creo que existe una base cultural muy arraigada que considera que la violencia es la única manera de mantener la convivencia”, afirma a El Confidencial, Jorge Ollero, director del Servicio de Reinserción, Mediación y Justicia Restaurativa de Navarra y autor del libro ‘Penalismo Mágico’, en el que defiende que existe la creencia de que solo se puede enseñar algo si hay imposición. “Sin embargo, la mayoría de las personas cumplimos las normas porque creemos que es lo correcto, no porque temamos la amenaza de un castigo”, agrega. Por eso, cuando una persona se salta las normas, “son más importantes las actuaciones con sentido pedagógico y reparador, como propone la justicia restaurativa”.
Aun así, la justicia restaurativa no funciona en todos los casos. En Navarra tienen una tasa de éxito de un 77%, y en muchas ocasiones, hay quienes no desean participar o llegar a un acuerdo. Ollero recuerda que “el proceso restaurativo no es incompatible con la imposición de una pena de prisión o de otro tipo” y cuando es exitoso, “logra que las víctimas sientan que se ha hecho justicia”.
Después de pasar algunos años en prisión, el hombre condenado por atropellar y matar a un chico de 14 años mientras conducía ebrio en un pueblo de Valonia, Bélgica, estaba a punto de obtener la libertad condicional. Como era de esperar, la familia de la víctima estaba indignada y se oponía firmemente a la reinserción social del condenado. Pero entonces, recibieron una oferta inesperada.
Las instituciones judiciales contactaron con Mediante, una organización especializada en mediación restaurativa en Bélgica, para evaluar la posibilidad de un encuentro entre la familia y el infractor. El padre del joven mostró cierto interés, no para comprender —ya conocía al detalle el expediente criminal del hombre y lo identificaba perfectamente como vecino del pueblo—, sino para expresar su dolor, su odio y los fantasmas de represalia que lo atormentaban.