Antes de que Esther Villardón decidiese contar en público que dejaba la docencia, no podía imaginar la reacción que iba a tener su despedida. Después de diez años impartiendo inglés, decidió buscar un futuro aún más incierto en el mundo editorial. Su paciencia había llegado al límite tras encontrarse con la indiferencia de la administración cuando tuvo que enfrentarse a un grupo conflictivo que abarcaba desde alumnos con riesgo de suicidio hasta otros que no hablaban una palabra de español. Le prometieron un grupo reducido, le dieron 24 alumnos. “La dirección se encogía de hombros y me decía que no podía hacer nada”, recuerda.
La carta, publicada en el diario El País y titulada Ya está: abandono la docencia, provocó un pequeño terremoto y convirtió a Villardón en la cara de un fenómeno cada vez menos excepcional en España: los profesores que lo dejan. Durante las siguientes semanas empezó a recibir mensajes de amigos y desconocidos que le dijeron que ellos también estaban pensando en abandonar. Sintió vértigo.
“Antes de dejarlo, todas las semanas recibía correos pidiendo profesores de mi especialidad”, recuerda. “Me sorprendió porque siempre ha existido la imagen de que todo el mundo quiere ser profesor porque se vive muy bien. Algo pasará”. Eso que está pasando en España es algo que está ocurriendo incluso a mayor escala en el resto del planeta. Los profesores de mayor edad se jubilan, muchos jóvenes lo dejan y la docencia ha dejado de ser una opción vocacional para muchas personas.
Según la Organización de las Naciones Unidas, hoy ya se necesitan 44 millones de profesores adicionales en todo el mundo para garantizar una educación de calidad global en 2030. La mayoría de ellos en países en vías de desarrollo, sobre todo de África, pero también desarrollados, la mayoría en secundaria y más de la mitad solo para sustituir a los jubilados. Según el informe Observatorio de la Educación y la Formación 2023 de la Comisión Europea, la escasez de profesores afecta a todos los países europeos menos Chipre y Croacia.
“No debería haber escasez, pero la hay”
Lo más llamativo de la crisis de profesores es que contradice todo lo que la lógica dictaría, como recuerda Xavier Bonal, catedrático de Sociológica de la Universitat Autònoma de Barcelona. Lo razonable sería que los profesores sobrasen. Cada vez nacen menos niños, hay más licenciados universitarios, la profesión de docente está mucho mejor pagada que hace unos años y, en teoría, ofrece una estabilidad y unas salidas profesionales que no se encuentran en el sector privado.
“Todo lo estructural debería llevar a que la escasez no tendría por qué producirse, pero se produce”, resume. Es una situación paradójica cargada de otras pequeñas paradojas que no se reproducen en otros sectores: “Tenemos niños, pero faltan profesores; no te haces rico pero la profesión ya no tiene la precariedad de antaño; en un momento de elevada sobrecualificación y fuga de cerebros, sorprende que no se contemple la docencia como una salida profesional deseable”.
El sociólogo cree que hay que fijarse en la motivación intrínseca de los docentes para entender estas paradojas. O, mejor dicho, desmotivación intrínseca: “Puede tener que ver con una falta de preparación pedagógica, la interinidad, la ausencia de una carrera profesional, etc.”, explica. “Ya no se trata solo de conocer el currículo, sino de desarrollar habilidades para gestionar unos grupos cada vez más complicados”. Las plantillas envejecen cada año que pasa, y no hay sustituto para esos cientos de miles de jubilados.
Quién se atreve a meterse en un aula
Es una mezcla de todos esos factores lo que llevó al abandono a Villardón. La profesora había visto a profesores a punto de jubilarse que, entre lágrimas, le contaban que la ilusión que sentían en septiembre al comienzo de un nuevo curso había desaparecido. A otros ni los conoció porque estaban de baja por depresión. “Incluso los alumnos te miran con sorna porque los influencers se ríen de nosotros por mileuristas”, lamenta. “Es difícil conseguir que haya buen ambiente cuando no te consideran una figura respetable”.
Todas las explicaciones apuntan a una creciente dificultad para ejercer su labor y un menor reconocimiento social. Algunas encuestas, como la realizada por la Fundación SM, señalan que uno de cada tres profesores está desmotivado con su labor y solo un 24% del profesorado muestra ilusión por dar clase, cuando en 2007 era un 60%. Raquel es otra de esas profesoras que lo dejaron, en este caso, tras pasar por la concertada y la privada: “Era una explotación”, recuerda. “Todos tenemos en mente El club de los poetas muertos, idealizas la profesión y crees que todos los chavales van a colaborar, a escuchar, etc., pero te das cuenta de que ha desaparecido la educación más básica”.
En algunas CCAA ya no es necesario el máster habilitador para dar clase
Bonal recuerda que “desde un punto de vista sociodemográfico, en las grandes ciudades va a haber cada vez mayores niveles de diversidad, inmigración o trayectorias vitales marcadas por la pobreza, y eso tiene traducción conductual”. Aunque muchos de los conocidos de Raquel sí valoran su profesión, está cansada de escuchar a amigos que opinan que una IA sería mejor que un profesor o “lo típico de por qué tienen que estar los chavales aguantando clases magistrales y no aprenden cosas importantes de verdad como leer una nómina o hacer la declaración de la renta”.
La UNESCO calcula que el abandono de profesores ha aumentado de un 4,62% en 2015 a un 9,06% en 2022. No hay cifras exactas de los niveles de abandono en España, pero la buena noticia es que estamos por debajo de otros países europeos. En Inglaterra, la vida media de un profesor es de cinco años. Sí sabemos que durante la próxima década, un tercio de los profesores se jubilará. No está nada claro quién los sustituirá.
No solo matemáticos, falta un poco de todo
Desde hace unos años, los profesores más buscados son los de Matemáticas, porque la docencia no puede competir ya con otras salidas profesionales en el sector privado mucho más atractivas. Sin embargo, cada curso son más las Comunidades Autónomas que se encuentran con problemas para cubrir las plazas de otras materias. Sobre todo, las asignaturas más técnicas de Secundaria o Formación Profesional. Pero también profesores de letras. Un ejemplo: Latín en Cantabria.
“La casuística varía, porque las realidades en las CCAA son muy diversas”, explica Francisco Venzalá, presidente nacional de ANPE, sindicato independiente del profesorado de la pública. El mayor problema sigue estando en las materias STEM, porque “hace 30 años un Matemático o un Físico podía decantarse por la docencia, ahora cuesta encontrar”. “No cuesta pensar que falten plazas de Matemáticas e Ingeniería, pero es más difícil entender que falten profesores de Literatura, porque no hay un mercado laboral que lo absorba”, añade Bonal.
Sin embargo, así ha ocurrido en algunas regiones. En Almería, por ejemplo, Lengua y Literatura (Castellana y Valenciana) son dos de las asignaturas para las que se ha convocado una convocatoria extraordinaria. Algunas comunidades como Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Murcia, La Rioja y Comunitat Valenciana solicitaron al año pasado que el máster de Formación del Profesorado, en principio obligatorio para ejercer, no fuese necesario si se agotaban las bolsas de interinos. Otras comunidades como Cataluña ya lo habían hecho, bajo la condición de que esos profesores se comprometían a obtener el título antes de 2026.
La pasada semana, por ejemplo, la Consellería de Educación valenciana anunciaba que acreditaría de oficio la competencia digital de 15.000 docentes. Son muchas las estrategias que las CCAA han utilizado para paliar la falta de profesores, pero para muchos consiste en “bajar el listón”. “La administración va a lo fácil y cómodo”, lamenta Venzalá, que tiene claro que lo que no se puede hacer de ninguna manera es “rebajar las condiciones”.
“Llevo retirada diez años y mi jubilación no es suficiente, así que he vuelto”
El sindicalista apunta a la séptima disposición de la LOMLOE, la ley Celáa aprobada en 2020, en la que se contempla el desarrollo de la carrera docente. Cuatro años en los que no se ha hecho nada para actualizar una profesión que destaca por meter relativamente buenos salarios de inicio pero un desarrollo posterior muy deficiente, con apenas margen de mejora económica y profesional. No son los funcionarios mejor remunerados, ni de lejos. Como añade Bonal, a diferencia de hace unas pocas décadas, la estabilidad profesional tarda mucho más en conseguirse porque ya no se convocan tantas oposiciones, lo que genera una brecha en las plantillas de muchos centros.
En otros países ya han recurrido a fórmulas más imaginativas como recuperar a profesores jubilados. La búlgara Roza Pavlova es una de ellas y vive en Pernik, una ciudad de 50.000 habitantes cercana a la capital, Sofía: “Trabajar con niños siempre ha sido más una vocación que una profesión”, explica. “En el primer año tras mi jubilación, acepté trabajo adicional para no quedarme al margen de la vida del colegio y para no parar mi actividad de manera abrupta”. Sin embargo, decidió quedarse porque las cuentas no le salían.
“Llevo retirada diez años y mi pensión no es suficiente”, admite. Ha hecho sustituciones y ha vuelto a dar clases privadas para doblar sus ingresos. “No debe de haber suficientes profesores en el sistema, porque dos colegios ya me han llamado para que dé clase”, prosigue. El panorama en los centros búlgaros no es tan distinto del de España: “Mis colegas más jóvenes lo pasan mal para permanecer en la profesión porque es estresante y exigente, requiere mucha dedicación y paciencia, los chicos son cada vez más difíciles, los padres piden más y los directores tienen más objetivos que cumplir”. No tiene duda de que habrá una crisis de profesores en el futuro inmediato.
Hay una dificultad añadida para esta escasez y es, que al contrario de lo que ocurre con otras profesiones como la medicina, no es sencillo importar mano de obra extranjera para cubrir esas vacantes, por barreras idiomáticas, culturales o de simple cualificación. Por lo general, España ha sido un país más exportador que importador, como ocurrió con los docentes que se marcharon a California ante la demanda de docentes por el aumento de la población latina.
En Europa, aún peor
La situación española casi puede calificarse de privilegiada en comparación con otros países de nuestro entorno. Expertos educativos como Lucas Gortázar, coautor junto con Juan Manuel Moreno de Educación emocional (Debate), ha relativizado la crisis en España recordando que estamos en nuestro máximo histórico de profesores (768.798 en el curso 2022-2023). Suecia, por ejemplo, necesita 153.000 docentes adicionales. EEUU ha llegado a contratar 100.000 docentes sin la cualificación necesaria.
En Polonia faltan entre 20.000 y 25.000 profesores, “una escasez continua que se va acumulando”, como explica Sławomir Broniarz, líder del principal sindicato de profesores de su país, el Związek Nauczycielstwa Polskiego. Los problemas aparecieron a partir de la reforma educativa de 2017 llevada a cabo por el gobierno anterior, que acabó con los institutos junior, lo que envío a 6.500 docentes al paro. 18.500 de ellos empezaron a trabajar a tiempo parcial, se pluriemplearon o abandonaron.
En Austria, los estudiantes empiezan a impartir clase en el primer año de carrera
Una de las primeras medidas de la nueva ministra de Educación, Barbara Nowacka, fue subir el salario medio de los profesores un 30% (un 33% para los recién llegados o los que cobran el sueldo mínimo). Sin embargo, el sindicato considera que la medida no ha tenido un impacto real en el número de profesores. Una situación agravada por el hecho de que Polonia ha acogido a 300.000 nuevos estudiantes provenientes de Ucrania. Para remediarlo, han recurrido a docentes jubilados, sin la misma cualificación o añadiendo horas a los docentes ya empleados. Nowacka tiene la idea de aumentar los salarios un 10% más.
En Francia, algunas de las especialidades más buscadas son Física y Química, donde después de los exámenes de acceso no se consiguió llenar ni dos tercios de los puestos. En Matemáticas, se ocuparon solo 923 de las 1.226 plazas, alrededor de tres cuartos. Pero tampoco se han podido llenar en Clásicas (57 de 90), Literatura Moderna (640 de 763) o idiomas como Español, Alemán e Inglés. Entre los principales problemas, la atención a la diversidad social y educativa, el mal estado de los centros y el tamaño de las aulas.
En Austria, alrededor de 7.000 plazas se han quedado sin cubrir a lo largo de los años. Una de las estrategias más originales para hacer frente a este problema es que los estudiantes empiecen a dar clase incluso durante el primer año de la carrera. Según una encuesta de su Ministerio de Educación publicada este verano, alrededor de un 9% de los profesores de Secundaria con menos de 10 años de experiencia no tenían un título académico. En Bulgaria, como ocurre con Roza Pavlova, alrededor del 9,38% de sus docentes son pensionistas o están en edad de jubilación, según el principal sindicato educativo búlgaro.
A pesar de todos esos esfuerzos, Villardón tiene claro que no volverá a la docencia. Ni siquiera a pesar de tener que sobrevivir en un campo tan difícil como el mundo editorial, donde ha publicado la saga Las chicas de la banda (Alfaguara). “No te creas que estoy en una situación maravillosa, el mundo editorial no es ninguna maravilla, trabajo sin parar, puentes y fines de semana incluidos”, explica. “Me decían que era una vaga, pero me he ido a un sitio más complicado y he renunciado a tener vacaciones porque psicológicamente aun así me compensa”. ¿Qué haría falta para que volviese? “Más recursos, que mejoren las ratios y que solucionen los problemas tan graves de algunos institutos”. En definitiva, “que nos ayuden”.