Nuevo disco de ELEM, la promesa del pop electrónico aragonés

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No es sencillo atrapar en una base de baile un relato generacional, no es sencillo amaestrar las influencias de Joanna Newsom, Beatles o Kase O y sonar auténtica. Elem entrega este nuevo trabajo, de una perfección formal apabullante, con momentos de arreglos y ritmos epatantes y con la funcionalidad como letrista generacional a punto de dar el último paso. Esto también pasará, el receptáculo perfecto para el apetito lúdico en la sociedad post-COVID. No hay fuego, no queda nada por perder. En las voces dobladas se respira una especie de libertad lúdica que funciona muy bien como apertura. El bajo y la percusión orgánica de los chasquidos son el aperitivo perfecto para la simbiosis entre la melodía de piano y los arreglos casi industriales con los que juega Guárdate el drama, incluyendo el retumbe a lo Kate Bush, en uno de esos temas que se construyen a través de sólidas capas de multiplicidad melódica y rítmica. Muy bueno. Del drama al odio materno. Voces escocidas y, de nuevo, las teclas melancólicas, la marea que sube al mismo ritmo que lo hace el bombo a negras, estamos en territorio Paramore. Un estribillo que, increíblemente, funciona con una entereza memorable.

ELEM
ELEM
Erizo Música

Estamos hablando todo el rato de una mezcla de estratos en las canciones, ritmos que se empastan de manera natural, es un juego atrevido del que Elem, acompañado de productores y músicos, sale airosa. Como en el pincel glam de No pido permiso, que evoluciona hacia los ochenta, una Cindy Lauper bilocada entre una película de vampiros de serie Z y un concierto de no-wave en Nueva York. Los bailes de Marte y las baterías con formas geométricas, me encantan, claro. Café para aguantar despierto, no llego a los cincuenta, pero no me quedan muchos trotes, pero he visto a Fangoria en una apertura paralela de la universidad. Un eco de sintetizadores, un teclado saciante, una voz de Mecano, ahora que, por fin, admitimos que los Cano y la Torroja hacían TEMAZOS. Así que escuchad Poquito y no quiero prejuicios. Más plana queda Chica ejemplar, con esos arreglos a lo Japan, pero que, de todos modos cogen fuerza en el momento que la sangre llega a los bares y sirve de guía a través de la noche. El final de pista de baile le acaban subiendo la nota, me dejaría morder, por ella y por toda la banda. Hasta por el pinchadiscos. ¿Cómo compaginar el pop y la parte más experimental? 

Portada
Portada
Octavio Gómez

Todos sabemos que es complicado. A veces un arreglo majestuoso se cae con una letra que incluya ‘napolitana’. No es una cuestión de esnobismo, a veces me quedo con las ganas de que ELEM prueba todos los emuladores y se convierta en la sirena que perseguían los A Flock Of Seagulls o sea la demoledora de almas y pistas que necesitamos, sea GRIMES, sea Lana del Rey, sepa construirse como Crystal Castles. Me iré, compartidas las voces con Pecker, es un ejercicio de soul sofisticado, donde queda claro que existen territorios conquistados hace tiempo, lugares convulsos y bravos, pero, como he dicho, ELEM tiene un potencial de electrónica cáustica, de letrista generacional, de melodía mutante, que asoma en sus últimas producciones, pero que nos deja con ganas de Bikini Kill.

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