La fiesta latina de Sheinbaum, con la ausencia de Felipe VI, tuvo como invitada a Irene Montero

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Un día antes de la histórica transición de poderes entre Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, la eurodiputada y secretaria política de Podemos, Irene Montero, no tardó en publicar en las redes su emoción por asistir a la ceremonia que tanta polémica ha generado con España.

“Como sabéis, España no va a tener una representación oficial en esta toma de protesta porque el gobierno de España ha decidido condicionar nuestra relación con el pueblo hermano de México al rey de España, que ahora mismo es un problema, igual que lo ha sido siempre la monarquía borbónica para unas relaciones internacionales basadas en el respeto a los derechos humanos y en el respeto mutuo. Pero nosotras vamos a asistir a esa toma de protesta porque creemos que el pueblo de México debe saber que en España hay cada vez más gente que quiere, como ellos, poder votar a su jefe de Estado o a su jefa de Estado… y que queremos aprender de ellos en un momento histórico como lo es la toma de posesión de la primera mujer presidenta”, publicó, luciendo una sudadera de la marca de ropa Uno Nueve Ocho (reivindicativa de la República Española).

La siguiente story al respecto de su Instagram fue una fotografía con un sobre con el escudo de México y su nombre impreso. A la imagen la acompañaba la frase “ya estamos por aquí”. Sin embargo, durante la transmisión televisiva de la ceremonia de toma de protesta de la nueva presidenta de México, en ningún momento se vio a Montero. La única mención de España que hizo Claudia Sheinbaum fue cuando, después de agradecer a los representantes de los países invitados (en su mayoría de América Latina), mencionó como invitados especiales a los diputados españoles y nombró al independentista Gerardo Pisarello.

Por si fuera poco, otro asistente de España a la ceremonia del gobierno morenista fue el diputado de Podemos Región de Murcia, Javier Sánchez Serna. Él, igual que Montero, subió un vídeo a sus redes en el que confiesa “la verdad es que he podido venir porque parece ser que se han quedado libres unos asientos que correspondían a los Borbones y a los ministros monárquicos del PSOE y, pues bueno, me han tocado a mí… pero, bromas aparte, es un honor para mí estar en Ciudad de México, alguien de Europa, una Europa que se desliza hacia la extrema derecha y hacia el régimen de guerra… México representa ahora mismo una esperanza”, dijo mirando a la cámara con la capital mexicana de fondo.

Pero antes de entrar en materia sobre el histórico y emotivo discurso de Claudia Sheinbaum, es meritorio destacar que ningún presidente en la historia reciente de México había sido recibido, en el caso de ella, con tanta algarabía. A ningún otro lo habían despedido, como fue el caso de Andrés Manuel López Obrador, con dos jornadas de tanta fiesta: una celebración con un marcado acento latinoamericanista.

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Desde 1968, el cierre de cada mandatario estuvo marcado por alguna (de tantas) crisis económicas, o bien por elecciones presuntamente fraudulentas, algún magnicidio o crímenes de Estado, masacres o inseguridad.

Carlos Salinas de Gortari dejó el gobierno con dos grandes sombras: la ‘caída del sistema’ durante el proceso electoral que lo llevó al poder, y el aún no esclarecido caso del asesinato del candidato presidencial de su partido, Luis Donaldo Colosio. Además, al poco tiempo del final de su gestión, el país sufrió una mega devaluación y una crisis económica conocida entonces como ‘Efecto Tequila’, y durante años la gente junto a su nombre gritó “que devuelva lo robado”. A Díaz Ordaz, en 1970, pese al ambiente festivo de sus seguidores y partidarios, le gritaron (y siguen gritando en su memoria) “2 de octubre, no se olvida” por la masacre de estudiantes en 1968 de la que fue responsable su gobierno. A Peña Nieto le exigieron “verdad y justicia” por el caso oscuro y aterrador caso de Ayotzinapa. Y el final del sexenio de Felipe Calderón quedó marcado con sangre por más de 60.000 asesinatos relacionados con el narcotráfico y el descrédito por haberle devuelto el poder al Partido Revolucionario Institucional. Eso, por solo mencionar algunos.

Sin embargo, el lunes 30 de septiembre y el martes 1 de octubre, el zócalo de la ciudad de México, cuyo nombre oficial es Plaza de la Constitución (en honor a la Constitución de Cádiz de 1812, la Pepa) se convirtió en una mega fiesta popular con mariachis, bailes, vítores, y venta masiva de camisetas, y peluches que ponen “Gracias. Hasta siempre presidente”. Mexicanos de cada rincón del país se postraron afuera del Palacio de Gobierno a gritar “es un honor estar con obrador”, y “Es un honor estar con Claudia hoy” .

Pero la realidad mexicana está lejos de ser esa fiesta político-social de la que Montero y Pisarello formaron parte. La realidad, detrás de las cámaras, no es muy distinta de la que marcó la salida de antiguos presidentes. El último día de la gestión de López Obrador fueron asesinadas 91 personas. Como lo contó este diario el año pasado, en México, cada hora, desaparece una persona. Además, de acuerdo con activistas feministas y asociaciones de madres buscadoras de sus familiares desaparecidos, cada día son asesinadas veinte mujeres (y no once, como así lo sostuvieron fuentes oficiales durante el sexenio).

Los padres, hermanos y madres de los 43 estudiantes desaparecidos en una noche criminal en Iguala (conocida como Caso Ayotzinapa), en la que estuvieron implicados elementos del ejército y de la policía, siguen sin respuestas, sin resoluciones, sin sentencias a los verdaderos responsables de aquella violación a los derechos fundamentales (a pesar de que López Obrador les prometió todo eso durante su campaña electoral hace seis años). Cabe mencionar que el sistema público de salud se ha pauperizado notablemente. La impunidad es de tal grado que solo uno de cada cien delitos relacionados con desapariciones forzadas se ha resuelto con éxito. La reciente y polémica reforma judicial permitirá que a partir de ahora los jueces sean elegidos por votación popular: eso, en un país que ocupa el puesto 126 (de 180, y siendo este puesto el más corrupto) de corrupción de acuerdo a Transparencia Internacional, ha dividido a la población porque en modo alguno es una garantía de transparencia en el ejercicio judicial.

No puede dejarse fuera de esta lista de temas pendientes que el huachicol (el tráfico de combustible del Estado, una de las actividades más lucrativas del crimen organizado) sigue funcionando y dejando grandes dividendos a los cárteles. Tampoco puede ocultarse el hecho de que las organizaciones civiles de madres buscadoras de sus hijas, hijos y hermanas desaparecidas y desaparecidos por el hampa sigan poniendo dinero de sus bolsillos para hacer el trabajo de búsqueda, el gobierno mexicano jamás ha hecho. A día de hoy, miles de cuerpos sin nombre, sin rostro y sin historia siguen sin ser identificados y permanecen en páramos yermos, en ríos sin memoria, en tierras sin dueño. A día de hoy, hay diez potentes cárteles criminales que dominan el tráfico de armas, de personas y de mercancía ilegal, así como el mercado de drogas — entre ellas, el fentanilo y su transporte hacia Estados Unidos —. Sin embargo, hoy, México está de resaca porque su pueblo ha despedido a Andrés Manuel López Obrador, como así lo consideró Claudia Sheinbaum “el mejor presidente en la historia de México”.

Una fiesta con una muy limitada presencia europea

La esperanza de que la relación bilateral entre México y España se alejara de la tensión que López Obrador generó desde el inicio de su gestión se esfumó cuando la semana pasada su sucesora lanzara el anuncio de que Felipe VI no estaba invitado a su toma de protesta debido a la forma en la que ignoró la recepción de la famosa carta de Obrador en la que exigía disculpas por lo sucedido hace cinco siglos, en 2029.

Dicho anhelo se basaba en la cercanía que sostuvo con España, Jesús María Tarriba Unger, el esposo de la ya primera presidenta de México. Él se mudó a Madrid en 1997 y trabajó en el Banco Santander, ocupando, principalmente, el cargo de director de Gestión de Riesgos (entre 2008 y 2016).

Por otra parte, durante el inicio de su discurso, Claudia Sheinbaum agradeció la presencia de los y las representantes de Brasil, Chile, Cuba, Bolivia, Colombia, Haití, Honduras, y Estados Unidos. De forma clara, los países latinoamericanos dominaron la escena de los invitados de honor. Por supuesto, debido a las diferencias ideológicas con el gobierno de López Obrador, estuvieron ausentes los representantes de Ecuador y de Perú, así como los de Uruguay y Argentina (dos naciones con las que históricamente México ha tenido y tiene relaciones culturales y económicas sumamente estrechas).

Y, de Europa, el único representante fue Christian Wulff. Él fue presidente de Alemania entre 2010 y 2012, y asistió a la ceremonia en representación de Frank-Walter Steinmeir, actual mandatario.

Respecto a Estados Unidos, la representación del país vecino del norte estuvo conformada, principalmente, por Jill Biden (esposa del actual presidente, Joe Biden), Carlos Elizondo, asistente adjunto del presidente y secretario social de la Casa Blanca, además de Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México.

El acto de investidura terminó hacia el mediodía, y la fiesta en el centro de la ciudad, para celebrar al presidente saliente y a su sucesora, continuó bajo la lluvia.

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