La Biennale Musica se define en unas 600 páginas de texto bien apretado y sin imágenes dedicadas a encontrar una definición contemporánea de la música absoluta. El concepto marca la línea de programación de la edición 2024, la cuarta que dirige la compositora Lucia Ronchetti, quien ha conseguido colocar a la muestra en un nivel de producción hasta ahora inédito. El corpulento catálogo, excepcional en un momento en el que la inmensa mayoría de las instituciones relegan los programas de mano a algo puramente testimonial, es la consecuencia de una programación que del 26 de septiembre al 11 de octubre incluye actos muy diversos, en muy distintos escenarios de Venecia lo que supone conciertos organizados en diez secciones temáticas, mesas redondas, encuentros teóricos, conversaciones con los protagonistas y otros invitados, programas radiofónicos y actividades en relación con los jóvenes compositores. No es una buena noticia que entre todas las músicas interpretadas solo aparezca la del español Alberto Posadas representado por la colección pianística ‘Erinnerungsspuren’ (2018) que defenderá el prometedor pianista japonés Chisato Taniguchi. La paupérrima vida musical española en el ámbito de la música contemporánea se completa con una promoción aún más deficiente.
Es curioso que a la impresión de abundancia que causa la Biennale Musica se una a la de una ciudad que se ahoga como lugar habitable mientras multiplica la presencia de infinidad de visitantes dispuestos a ojearla, que se diluye sobre los canales en una provocadora sensación de caducidad pero que paradójicamente sobrevive gracias a un afán de actualidad que esta muestra defiende con decisión. También son parte del entramado de la Biennale di Venezia el cine, la danza, el teatro… sin duda alguna la arquitectura y el arte, que este año reflexiona sobre los extranjeros allá donde estén y que España apoya con una flagelante exposición de la hispano-peruana Sandra Gamarra. La música es una parte del total y no la menos importante como se ha demostrado estos años dedicados a sondear asuntos relevantes desde la dramaturgia musical, a la vocalidad, y la micro-música.
La reflexión que ahora surge sobre la música absoluta se ordena a partir del debate sobre la muerte o la importancia de un fenómeno que la historia ha tratado de encuadrar en numerosas ocasiones, que acabó por definirse a mediados del siglo XIX y que explica la música como lenguaje autónomo, y que también toma como ejemplo a autores y a otros géneros musicales como el jazz, que aborda las posibilidades de desarrollo a través de la inteligencia artificial, y encuentra eco de repertorios particulares, ya sea en la improvisación musical practicada en el XVI y XVII o en el popular ‘L’estro Armonico’, opus 3, de Vivaldi. De todo ello se escribe en el catálogo de la Biennale Musica 2024 pero también de algunos protagonistas, muy particularmente de los premiados con el Leone d’Oro, este año entregado a la compositora británica Rebecca Saunders, y el Leone d’Argento concedido al Ensemble Modern, grupo con sede en Francfort y cuatro décadas de experiencia dedicadas a la interpretación de la música actual.
Ambos premiados han trabajado en común en numerosas ocasiones obteniendo resultados evidentes. De ello se ha hablado en los diálogos promovidos en coincidencia con los respectivos actos de entrega. El caso de Rebecca Saunders (1967) con la particularidad de que se trata de una autora que ya recibió el Premio de Música Ernst-Von-Siemens (2019), considerado el Nobel de la especialidad como reconocimiento al trabajo de quien es capaz de demostrar que «la música también filtra la realidad». Las palabras son de la propia Saunders quien concreta la idea en «referencia a un modo de pensar»; que, en su caso, apunta al reflejo de una complejidad ambiental que en un ámbito interno se observa en muchas de sus partituras donde aparecen largas explicaciones sobre la descripción de determinados efectos particularmente sutiles y específicos. Desde el detalle, Saunders construye una música especulativa, rigurosa, cuya superficie adquiere una dimensión escultórica y, por tanto, espacial. Puede ser el caso de’Wound’; (2022) que el Ensemble Modern defendió en el concierto inaugural en el Teatro La Fenice con participación del Ensemble Modern, la orquesta del teatro y la dirección de Tito Ceccherini. «La superficie, el peso y la sensación son parte esencial de mi música»; cuyo origen también se relaciona con la presencia física del músico y su instrumento del que Saunders extrae sonoridad imprevistas, ruidos, deslizamientos y resonancias inéditas.
Para Saunders lo ‘absoluto’ equivale a lo’independiente’, es decir a una música con personalidad de pensamiento y autonomía de construcción. The Guardian lo reconocía en 2019 al considerar que ‘Skin’ (2016), para soprano y trece instrumentos, es una de las obras más relevantes escritas en el siglo XXI. Merece la pena escucharla para comprender el alcance estético de la música de la compositora londinense, actualmente con residencia en Berlín, quien, desde entonces, amplia posibilidades en cercanía con la voz tratada como instrumento autónomo pero también, tal y como ha manifestado en Venecia, buscando una dimensión dramatúrgica. Para ello se ha acercado al artista visual Ed Atkins, autor del libreto de una ópera cuyo estreno se anuncia para el próximo año. De momento, queda ‘Wound’, obra de aquilatada poética, y también ‘Skull’ (2023), para conjunto instrumental, música de muy especial construcción que el Ensemble Modern interpretó en el Teatro Piccolo Arsenale con dirección musical de Bas Wiegers, confirmando además la capacidad expresiva que se contiene en la obra de una autora que resume sus aspiraciones como una «experiencia auditiva».
El apoyo que Ensemble Modern ha dispensado a Saunders se ha afianzado en Venecia coincidiendo con la entrega que se le ha hecho del Leone d’Argento, premio que reconoce la labor que una grupo de extraordinaria relevancia en el ámbito de la música actual, por su larga trayectoria y por su muy personal dinámica interna. En la actualidad ensayan unas siete decenas de obras nuevas cada año de las que una veintena suelen ser estrenos, algunos encargados por el propio grupo. Fundado en 1980, mantiene incólume el espíritu de curiosidad y propósito de innovación que renuevan en el ámbito de una estructura organizativa de carácter asambleario que permite a todos sus miembros discutir y elegir el repertorio a interpretar. Hasta 150 grabaciones discográficas avalan su recorrido que desde 2000 se completa con su propio sello, denominado Ensemble ModernMedia, y la formalización, tres años después, de la Academia Moderna del Ensemble Internacional (IEMA) que ha permitido la creación de otros grupos similares.
Al Ensemble Modern se debe algunos de los mejores momentos de los muchos escuchados en los primeros días de celebración de la Biennale Musica 2024, con el concierto inaugural desgraciadamente redefinido debido a la baja del violinista Leonidas Kavakos. ‘Puzzles y juegos de Alicia en el país de las maravillas’ (2017) de la coreana Unsuk Chin (1961) fue una solución de última hora correctamente resuelta por la soprano Siobhan Stagg. La presencia cada vez más habitual de compositores originarios de Oriente se ratificó con el estreno del trío para percusión ‘Sonic Ritual’ (2024) de la joven hongkonesa Alice Hoi-Ching Yeung, en este caso como prólogo a ‘Skul’ de Saunders y confirmando un mundo de posibilidades aún por definir. En otro orden de cosas cabe recordar la sesión nocturna dedicada a la interpretación de la clásica ‘Le Noir de l’étoile’ para seis percusionistas, cinta y transmisión de señales astronómicas (1990) de Gérard Grisey, escuchada en el ámbito siempre sugerente y estimulante del Teatro alle Tese, en pleno Arsenal veneciano, a cargo del Ensemble This-Ensemble That en el que participa el canario Víctor Barceló. Y el memo rable concierto del pianista Bertrand Chamayou con el estreno de una ‘Fantasy’, del también joven americano Miles Walter (1994), seis poderosos estudios de Unsuk Chin y la muy sugerente y acabada ‘Shadowlines’, de Georges Benjamin. A partir de aquí queda mucha Biennale Musica por celebrarse, en todos los actos tratando de hallar una mejor definición de la música absoluta en el entorno contemporáneo. Es decir, en el contexto de ámbitos compositivos y performativos que, ya se ha visto, son sumamente diversos.