El cronista incansable

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Juan Fernández-Miranda es un cronista incansable y uno de los periodistas mejor informados de nuestro país. Pocas son las noticias de este tiempo, tan tumultuoso en la política y tan acelerado en los cambios sociales como en el que vivimos actualmente, en las que no luzca su criterio y su capacidad de análisis.

Juan es, ante todo, un periodista en busca de los hechos, a los que nunca traiciona, y es una referencia de moderación y por ello también un maestro del debate periodístico, algo que salta a la vista en las tertulias políticas en las que participa. En medio de la polarización que vivimos hoy hay pocas voces más respetadas entre los medios de las distintas líneas editoriales.

Aún recuerdo, en plena pandemia, cuando en Moncloa decidieron restringir las preguntas durante las ruedas de prensa, seleccionándolas con evidentes afanes de censura de las cuestiones incómodas. Todos estábamos indignados. A Juan se le ocurrió animar a la profesión periodística a firmar un «manifiesto por la libertad de preguntar», que suscribieron los más prestigiosos profesionales de nuestro país, de todos los medios, de todos los ámbitos y de afinidades políticas muy distintas, que logró afear el turno absurdo que imponían el secretario de Estado de Comunicación en la Moncloa.

El periodista premiado hoy con el Espasa de Ensayo tiene un conocimiento tan amplio como meticuloso del periodo que supuso el fin de la dictadura y el retorno a la democracia. Es autor de la biografía de referencia de Torcuato Fernández-Miranda, ‘El guionista de la Transición‘, en el que ya rastreó los testimonios y documentos fundamentales de aquella época, servidos en un relato que atrapa al lector con una mezcla de dotes narrativas para contar las intrigas políticas y el rigor para añadir siempre el contexto histórico con toda profundidad.

Tuve la fortuna de escribir con él, a cuatro manos, un libro titulado ‘Don Juan contra Franco’, en el que salían a la luz, por primera vez, los informes secretos de los espías de Falange durante la conjura monárquica de 1948, cuyo fin era unir fuerzas para que Franco abandonase el poder y pudiera restaurarse una democracia a tan solo nueve años del final de la guerra civil. Para poner en pie aquella crónica, el trabajo de documentación histórica fue a la vez ambicioso y riguroso. Tanto que resultó revelador, porque puso bajo los focos por primera vez la importancia que tuvieron las primeras conversaciones entre los monárquicos y miembros de la derecha y la izquierda que compartían las mismas convicciones democráticas y no querían una dictadura, en 1948.

La escritura fue un ejercicio periodístico de largo aliento, que abordamos con el rigor de una crónica del presente. Descubrimos con cierto asombro un tiempo mucho más lleno de política de lo que esperábamos encontrar. Y supimos que aquellas negociaciones difíciles de 1948, entre quienes se habían matado menos de una década antes, fueron todo un antecedente de las que, al llegar la muerte del dictador, hicieron posible la vuelta pacífica a la democracia. Hoy ese legado, que tanto prestigio nos ha dado como país, está asediado por quienes no valoran, como hicieron siempre los mejores, a los adversarios políticos.

Y hoy Juan Fernández-Miranda, con su nuevo libro sobre el periodo exacto en el que la democracia pasó de un sueño casi imposible a una realidad constitucional acendrada, acaba de aportar nuevas razones, nuevas pruebas y argumentos, como hacen siempre los buenos periodistas, para que a los ciudadanos no puedan engañarnos las baratijas de los populismos ni las insidias de los demagogos.

No dejen de leerle.

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