Milei y Macri, los verdaderos intereses detrás de los juegos de elogios y críticas y cómo condicionan a sus entornos
La relación política entre Javier Milei y Mauricio Macri surca la vida pública argentina desde el mismo día en que asumió el actual Presidente, y aún antes. El dato novedoso es que acaba de quedar expuesta para el gran público la veta más conflictiva de ese vínculo durante el acto que el ex mandatario encabezó el jueves pasado en La Boca a propósito del relanzamiento del PRO, el partido amarillo que fundó hace dos décadas y que busca consolidar un rumbo en una coyuntura inédita para ese espacio: ahora hay un líder nacional que no está en las antípodas de su credo y por eso mismo es una amenaza para su supervivencia.
Fuentes libertarias y macristas coinciden en que Milei y Macri se tienen genuino aprecio desde lo personal. En el entorno de Mauricio, con algo de recelo o acaso de envidia, creen que el libertario es un caso único de suerte o casualidad, no de destreza política, porque llegó a la Casa Rosada con sólo un par de años de exposición y sin construcción territorial. A Macri le tomó más de veinte y todo un aprendizaje que se inició en el mundo del fútbol, que en cierta forma también es un mar lleno de pirañas como la “realpolitik”.
El problema del entorno
Macri blanqueó en La Boca lo que venía diciendo hacia adentro, en charlas con los propios y con otros actores de la política, como ciertos amigos radicales que aún le quedan: que el problema de Milei es su entorno, su mesa hiperchica, con quien mantiene una clara disputa. Que no sólo es por cargos, como se encargaban de deslizar hacia el fin de semana desde ese núcleo cerrado que componen sobre todo el influyente asesor Santiago Caputo y la secretaria General, Karina Milei.
El ex presidente creería que Milei realmente se juega la presidencia si no cambia esa críptica forma de gobernar, basada en decisiones que, según ha comentado, pasan por si los protagonistas de las mismas sólo le caen bien o mal a la dupla entornista. Sin visión estratégica, digamos. Para memoriosos: a Macri también le criticaban el entorno cuando manejaba el país, sobre todo a Marcos Peña, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, popes de la entonces Jefatura de Gabinete de ministros. Historia circular.
La presencia de massistas y kirchneristas
En reuniones a solas, Macri le expresó a Milei su preocupación por la presencia persistente, a ocho meses de gestión, de cuadros massistas y kirchneristas en distintas áreas del gobierno que sería fruto de dos razones.
Una: la colonización que por años ha hecho el peronismo de lugares en la administración pública nacional, militantes que según la visión macrista ahora se ponen ropajes libertarios para mantener el “conchabo” o que, en otros casos, directamente ni disimulan su vocación de entorpecer la gestión libertaria por cuestiones ideológicas. Eso estaría pasando mucho en entes con representaciones en todo el país, como PAMI y Anses. Pero no sólo ahí.
A Macri le molesta que Milei no le pida ayuda al PRO, al que le sobran cuadros técnicos y políticos
Dos: porque para un partido pequeño y novel como La Libertad Avanza (LLA), casi sin militantes, es imposible cubrir el vasto organigrama de un gobierno nacional con miles de cargos jerárquicos disponibles.
Es mirando esta foto que Macri, para quien los apellidos Massa y Kirchner son sinónimos prácticamente de devastación, reniega porque el Presidente no le pide ayuda a un PRO al que le sobran cuadros técnicos y políticos para “desperonizar” el Gobierno. Y es esa pulsión de Mauricio la que justamente utilizan los libertarios de la Rosada para decir que los ruidos con él son “por cargos”, devaluando aquella supuesta idea purificadora a una mera preocupación de caja.
Nombres y cargos en danza
Han circulado los nombres de los mauricistas Guillermo Dietrich o Javier Iguacel como supuestas sugerencias de Macri para áreas como Transporte o Energía, donde Milei no tiene figuras rutilantes. Versiones sin confirmar. Pero con mucha menos repercusión hacia adentro del mundo político de la que tiene por estas horas la especie que dice que supuestamente Macri le pidió al Presidente un sillón clave, mucho más que cualquiera de los antes mencionados: la Procuración General de la Nación. O sea, la jefatura de todos los fiscales federales.
El nombre que circuló es el de Julio Conte Grand, quien ejerce ese cargo en la Provincia de Buenos Aires. El rumor dice que debería leerse esto en el marco de un acuerdo más global que en cierta forma incluiría -por conveniencia- al gobernador Axel Kicillof.
Es que Kicillof siempre quiso desplazar a Conte Grand, pero nunca pudo porque no consiguió número suficiente en la Legislatura. Su mudanza a la Nación le abriría un hueco para proponer un nombre propio en reemplazo, que incluso podría entrar en el mismo paquete de negociación con la oposición bonaerense por los miembros de la Suprema Corte de Justicia provincial que deben nombrarse para cubrir las vacantes existentes. Nadie confirma, nadie desmiente.
En su discurso del jueves, en el que respaldó el rumbo económico general del Gobierno, Macri fue muy explícito respecto a que, según su visión, Milei carece de un buen equipo de gestión y que por eso habría poca agilidad en la misma. Un “delay” peligroso si se tiene en cuenta que el Presidente afronta una cuenta regresiva con la paciencia de una sociedad ajustada prácticamente al máximo. Habla Macri, y se encarga de explicarlo siempre en privado, desde su experiencia como alcalde porteño y, claro, como primer mandatario. Lo mismo piensa todo el establishment, por cierto.
Pero los mileístas creen que en verdad detrás de esa crítica hay una razón más política, más voraz: la búsqueda de una suerte de crecimiento de su influencia interna, alusión a un doble comando que dicen que soñó Mauricio cuando respaldó a Milei en el balotaje, pero sin aceptar la idea de la fusión partidaria entre el PRO y LLA por la que presiona la Rosada. El asesor Caputo aparecería como el abanderado de esa teoría del bi-manejo de Macri y el estratega para evitar que se concrete.
Las objeciones públicas
Es una suerte de guerra de nervios constante que se potenció con dos últimas objeciones públicas de Macri al gobierno de Milei.
La primera: al Decreto de Necesidad y Urgencia que le otorga 100 mil millones de pesos del Tesoro al nuevo sistema de inteligencia y que la oposición busca voltear en el Congreso. Ese engranaje tendrá como responsable político al influyente Caputo quien, como un pulpo, extiende sus tentáculos a todo lo que agigante su poder. La segunda: a la designación del juez Ariel Lijo en la Corte Suprema de Justicia. ¿Qué harán los senadores del PRO si el titular del partido a nivel nacional ya dijo que no hay que avalar su pliego? En mesas políticas, hay apuestas al respecto.
Político al fin, Macri se viene encargando de hacer cierto terrorismo, entendido como el ejercicio de crear alarma en el otro. Deja saber que entabló un vínculo amable con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, que está enfrentada a Caputo en el gabinete y que resistió una ofensiva para sacarla sólo por su amistad con el Presidente. Y también crece la versión de que el ex mandatario está encantado y ha logrado cierta afinidad política con Victoria Villarruel, desplazada por el mileísmo puro a causa de su pésima relación con la hermanísima Karina. Los macristas hablan hasta de un posible trabajo conjunto entre la Vice y el jefe del PRO en la Capital Federal.