Un nuevo estudio señala dónde buscar la ciudad perdida de Tartessos

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La ciudad de Tartessos pudo estar ubicada en lo que hoy es Doñana. Un estudio de las condiciones paleoambientales y paleogeográficas de este espacio natural entre el 1.150 y el 500 antes de Cristo ha revelado que el paisaje era muy distinto al actual y «concuerda con las descripciones de la región ofrecidas por autores de la antigüedad, más notablemente la descripción del escritor romano del siglo IV d. C. Rufo Festo Avieno en su poema ‘Ora Maritima‘».

Así lo señala un equipo multidisciplinar de investigadores de la Universidad de Huelva, el CSIC y la Fundación del Hogar del Empleado (FUHEM) en el artículo ‘La ubicación de Tartessos: un nuevo caso de fiabilidad de la Ora Maritima de Avieno‘ recientemente publicado en la prestigiosa revista ‘Frontiers in Marine Science’.

Avieno, que vivió siglos después del ocaso de esta antigua civilización que habitó el sur de la Península hace más de 2500 años, ubicó su centro político y comercial en una isla denominada ‘Cartare‘, situada entre los dos brazos de un río llamado también Tartessos que procedía del ‘Lacus Ligustinus’ («Lago Ligustino’ o ‘Lago Ligur’).

Cuando este poeta latino visitó Cádiz en el siglo IV d.C., el estuario del Guadalquivir tenía una salida en lugar de dos y el ‘Lacus Ligustinus’ («Lago Ligustino’ o ‘Lago Ligur’) se había convertido en una zona pantanosa, pero para escribir su poema se sirvió de obras anteriores, tanto latinas como griegas e incluso cartaginesas.

El danés G. Schöning fue el primero en descubrir en el siglo XVIII que Avieno había utilizado un probable derrotero de un navegante o mercader griego desconocido del siglo VI a.C., de los tiempos del rey Argantonio que según Herodoto mantenía relaciones comerciales con la ciudad griega jonia de Focea, en la actual Turquía.

«Es probable que Avieno se basara en al menos dos rutas de navegación de principios del siglo VI a.C.: una para la navegación desde el Atlántico Norte hasta el centro político y comercial de Tartessos y la otra para la navegación desde este centro hasta la colonia foceana de Marsella», destacan los expertos Juan J. Villarías, Antonio Rodríguez, José Antonio López, Sebastián Celestino y Ángel León.

La descripción de Avieno de este y otros paisajes costeros del Golfo de Cádiz ha desconcertado a los historiadores de Tartessos al no corresponderse con ninguno actual. Sin embargo, recientes estudios geológicos y de reconstrucción del medio ambiente natural «permitirían explicar esta discordancia», según señalan Villarías y Rodríguez en una nota del CSIC.

Cuando los primeros exploradores y mercaderes fenicios llegaron al suroeste de la península en la Edad del Bronce, la zona había vuelto a repoblarse tras el tsunami que golpeó el Golfo de Cádiz hacia el año 1150 a.C., inundando buena parte de las marismas de la actual Doñana. Antiguos cauces de los ríos Guadiamar y Guadalquivir, entre otros, desembocaban en una laguna costera con amplias extensiones de tierra firma y marismas.

Los investigadores han identificado las huellas que dejaron los antiguos cursos bajos de los ríos, así como la laguna costera y el litoral oceánico. «El estudio de todas estas formaciones, así como la determinación de su antigüedad, permiten reconstruir cada uno de los paisajes que ha conocido el hoy Espacio Natural y su entorno desde el Holoceno Medio, hace unos 5.500 años, hasta el presente», señalan.

Se ha podido estimar la extensión y superficie de la laguna costera en la primera mitad del I milenio a.C., correspondiente al periodo de Tartessos, así como sus vías de comunicación con el océano. Según esta investigación, el río Guadiamar desembocaba en la laguna por medio del caño Travieso, casi en el meridiano de la localidad de Aznalcázar, hoy capturado por el Brazo de La Torre, y el brazo perdido del Guadalquivir (tuvo dos en época romana, cuando el río era llamado Betis) «estaba al este del actual y no al oeste del mismo, como erróneamente pensaron el alemán Adolf Schulten y el anglofrancés George E. Bonsor en su búsqueda de la ciudad de Tartessos en la década de 1920».

La Algaida

El río Tartessos que citó Avieno en su poema «sería el actual Guadiamar corriendo en su último tramo por el caño Travieso», a juicio de estos expertos. Tras desembocar en el Lago Ligustino, que sería la laguna costera, el río saldría de ésta y rodearía La Algaida -«una isla entonces, que sería Cartare»- antes de llegar al Atlántico dividido en dos brazos.

«La ciudad de Tartessos se hallaría, por consiguiente, en la isla de La Algaida, hoy flecha litoral en el margen izquierdo del río Guadalquivir», concluyen los investigadores. Su hipótesis concuerda con la apuntada por Pedro Barbarillo en los años 40 y el francés Loïc Menanteau en los 70.

A su juicio, debería servir para rehabilitar la credibilidad de la ‘Ora Maritima’ de Avieno como fuente histórica de la Iberia del siglo VI a.C. y renovar el interés por otros escritos de la Antigüedad sobre Tartessos. «Buena parte de la información que estos testimonios ofrecen, incluido el poema de Avieno -subrayan Villarías y Rodríguez-, es acorde con los datos arqueológicos acumulados»

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