Trump, progresismo y la vuelta por México

62

imagen

El autor es antropólogo. Reside en Nueva York

POR FELIX REYES

La palabra “progresista” ha sido utilizada para designar a un amplio espectro de corrientes políticas, desde moderadas hasta radicales, que se ubican a la izquierda del centro político.

En el pasado, este término tuvo connotaciones (mito del progreso) derivadas de su vinculación originaria con la filosofía racionalista del siglo XVIII y XIX. En el presente remite a corrientes políticas portadora de ideas, tales como equidad e inclusión, identificadas con lo que se hoy se denomina ideología “woke”, que promueve el cambio de actitudes e instituciones sociales y políticas.

En ese sentido, la identificación con posturas políticas progresistas implica, regularmente, asumir la defensa de grupos identificados como vulnerables, aquellos que resultan perjudicados por un orden que se pretende cambiar.

Uno de los grupos que en este tiempo es identificado como vulnerable es el de las personas migrantes; grupo cuya vulnerabilidad es causada, según estas corrientes progresistas, por un “injusto orden internacional capitalista” que impide a las naciones del denominado “Sur Global” poder desarrollarse y, en efecto,  satisfacer las expectativas de sus ciudadanos de tener una vida digna.

Para este fin, se crea un relato con impronta “progresista” de que las oleadas migratorias masivas hacia países desarrollados  (Estados Unidos y Europa) son justificadas, llegándose atribuir a la migración la categoría de derecho humano, lo cual implicaría, falazmente, que esos países tienen el deber de acoger a toda persona que ingrese a su territorio.

Como he indicado, las personas migrantes regularmente provienen de países del denominado “Sur Global”, el cual es un término  político acuñado convenientemente, en sustitución de los términos “Tercer mundo” y “países no alineados”, para sustentar la narrativa promovida por países como China, Rusia, India, Irán, replicada por  corrientes progresistas,  acerca de la necesidad de crear un nuevo orden mundial, a pesar de que  ideas políticas asociadas con el progresismo, como equidad e inclusión, están menos presentes en las políticas públicas de esos países.

Solo basta observar las restricciones a derechos fundamentales, tales como derechos a minorías religiosas en La India,  minorías étnicas en China, minorías sexuales en Rusia, derechos de las mujeres en Irán.

No es mi propósito desmeritar los discursos que destacan los aportes positivos de la migración a los Estados Unidos. De hecho,  en el caso de este país, existe consenso de que su gran desarrollo encuentra explicación en olas migratorias pasadas y que la solidez y resiliencia de los indicadores económicos del presente no serían posibles sin los aportes de recientes migraciones.

Tampoco, significa que me oponga a nuevas olas migratorias ni que mire hacia otro lado frente a las aspiraciones de las personas que intentan hacer una nueva vida en este país. Reconozco su vulnerabilidad y empáticamente me identifico con la aspiración de mejorar la calidad de sus vidas.

Sin embargo, una cosa son mis deseos y mi postura y otra cosa es la posición de la mayoría de la sociedad norteamericana frente al tema migratorio, en particular ante las caravanas de personas que intentan migrar a este país.

Debido a razones económicas y culturales, casi siempre los migrantes encuentran resistencia de la población no solo nativa, sino también de los migrantes ya con raíces, es decir, de aquellos que se han establecido por varias generaciones y se han integrado culturalmente.

La historia de Estados Unidos, en gran medida,  ha sido la historia de ese conflicto entre los migrantes ya establecidos y los migrantes recién llegados, como bien describe el cineasta Martin Scorsese en la película “Pandillas de New York” (2002), al recrear los enfrentamientos entre nativistas (descendientes de ingleses) y los recién llegados migrantes irlandeses a mediados del siglo XIX.

Ya hacia finales de ese mismo siglo XIX y comienzos del XX, los descendientes de migrantes irlandeses se unían a descendientes de ingleses para rechazar a recién llegados migrantes italianos y judíos provenientes del antiguo imperio ruso y de Polonia, entre otros.

Es natural que las personas descendientes de migrantes tiendan a integrarse a la sociedad donde migraron sus antepasados. En ese tenor, un efecto del proceso de integración de los descendientes de migrantes latinoamericanos a la sociedad norteamericana es que ha creado el sentido de pertenencia a la comunidad que los ha acogido. El descendiente de migrantes se reconoce como parte de la sociedad norteamericana y no como parte de la sociedad de la que provienen sus padres.

Por ello es que tiende a desaparecer el sentido de solidaridad de muchos hispanos de varias generaciones con los nuevos migrantes, lo que explica la tendencia que revelan recientes encuestas electorales en Estados Unidos, que muestran un crecimiento significativo de la simpatía de la población hispana hacia un político que, como el eventual candidato republicano Donald Trump, ha dado muestra fehaciente de desprecio hacia las naciones de donde provienen sus padres.

Para una parte importante del electorado hispano, conformada mayoritariamente, no por migrantes, sino por sus descendientes, las recientes olas migratorias a través de la frontera mexicana tienden a ser percibidas de manera similar que la de otras etnias ya integradas y, en consecuencia, tienden a rechazarlas.

A esta actitud de rechazo por parte de una fracción significativa de la población hispana hacia recientes oleadas migratorias desde países de donde provienen sus antepasados, contribuyen la torpeza en el manejo del control migratorio  por parte de la presente administración, la insensatez de sectores progresistas y las presiones de grupos pro-migratorios con influencia en el Partido Demócrata que procuran detener la implementación de todo tipo de control, así como la hábil línea política del Partido Republicano de aprovechar estas debilidades  en el control migratorio, asociándolo con el tema de la seguridad pública y convertirlos exitosamente en su principal tema de campaña.

El panorama electoral norteamericano aún no está despejado, pues todavía algunos factores pueden cambiar los resultados electorales en el mes de  noviembre. Sin embargo, temo que el manejo del tema migratorio y el rol del voto hispano serán decisivos en esas elecciones. No estoy seguro si todavía hay tiempo de que el Partido Demócrata recupere el nivel de apoyo tradicional del electorado hispano.

jpm-am

ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.

Leave A Reply

Your email address will not be published.