Cuando la ganadora del concurso Miss Japón se colocó la corona, fue todo un escándalo. Altísima, cuerpo esbelto, cara bellamente proporcionada… los ingredientes normales para destacar en un certamen de belleza. Pero era caucásica. Karolina Shiino había nacido en Ucrania de padres ucranianos, y no se mudó a Japón hasta cumplir los cinco años. Por supuesto, ahora tiene la nacionalidad nipona y su lengua materna es el japonés (apenas habla ucraniano). Pese a todo, su nombramiento abrió un acalorado debate sobre qué es ser japonés en un país extremadamente cerrado a la inmigración y uno de los más étnicamente homogéneos del mundo.
El debate podría haber acabado ahí, pero lo que finalmente ha hecho a Shiino (lleva el apellido de su padrastro, japonés de Nagoya) tener que renunciar a su corona ha sido la publicación en una revista su affaire con un hombre casado. El escándalo de su piel podría haber sido superado. El de su participación en un adulterio, al parecer no.
Con el foco internacional puesto en ella, su historia ha desnudado también el tratamiento de la infidelidad en Japón y toda una industria paralegal para obtener cuantiosas indemnizaciones por daños y perjuicios de los cuernos.
En un mensaje publicado este 5 de febrero en su Instagram, Shiino anunció que, tras la publicación del artículo y una respuesta inicial torpe (que incluyó varias mentiras luego destapadas por la prensa), había ofrecido su renuncia a la corona de Miss Japón, así como a la agencia de modelaje para la que trabaja. Su petición fue aceptada.
En el artículo en cuestión, publicado por la revista Weekly Bunshun, se detallaba que Shiino había mantenido una relación con Takuma Maeda, un cirujano plástico e influencer en Japón, donde es conocido como “Doctor Músculo” por su cultivado cuerpo. Inicialmente, ella aseguró que desconocía que estaba casado; luego, admitió que su explicación anterior “no era cierta” y que era consciente del estado civil de su amante, quien además tenía una familia. La ya exmis justificó su respuesta inicial en que estaba en estado de shock, tuvo miedo por la publicación del artículo y entró en pánico. A una manera muy japonesa, se disculpó: “Lamento mucho haber causado este tremendo problema y actuar como si traicionara a todos los que me han apoyado”, declaró en su post en Instagram.
La presión social que ha forzado a la exmis a defenderse —y renunciar a la corona— por una relación sexual consensuada reabre el debate sobre de los estrictos valores morales del país, que se ceban normalmente mucho más con las mujeres. Doctor Músculo, el otro protagonista de la aventura sentimental, no se ha visto forzado a realizar ningún comentario público. El año pasado, la agencia de representación de una famosa actriz japonesa, Ryoko Hirosue, suspendió indefinidamente sus contratos por una supuesta aventura con un conocido chef, casado. Pero también, sobre su reflejo legal: en Japón todavía se persigue la infidelidad.
Toda una industria de los cuernos
Aunque en la sociedad y los medios se mantiene un discurso tradicional y todavía se espera que las mujeres sean buenas madres y esposas y son castigadas públicamente más que los hombres en caso de relaciones extramatrimoniales, la ley es exactamente igual tanto para hombres como para mujeres infieles. En Japón, si uno de los cónyuges es infiel (por tanto, abusa de la confianza y compromiso en una relación), tanto el protagonista como la persona que ha participado en la infidelidad pueden tener la obligación de pagar daños y perjuicios al cónyuge que ha permanecido fiel a la pareja. Esto también se aplica en el caso de parejas que simplemente están comprometidas en lugar de casadas, especialmente cuando la infidelidad provoca la ruptura del compromiso.
Sin embargo, si la amante de la persona casada no era conocedora del estado civil de este último, y no fue negligente al no saberlo, no será responsable de los daños y perjuicios. Además, estos daños y perjuicios se pueden reclamar con total independencia de si la pareja solicita el divorcio o no. Por lo tanto, es posible que un esposo o esposa demande al amante de su marido o esposa sin dejar de estar casada. Los tribunales acostumbran a otorgar al cónyuge fiel una cifra que va desde los 100.000 yenes (650 euros al cambio) en los casos más leves, hasta los 3 millones de yenes (18.800 euros) en los casos más graves.
Este escenario —cada vez más común, pues se denuncia más— ha provocado el florecimiento de una industria legal y paralegal que genera millones de yenes anuales. Taro Kato, uno de estos profesionales de ciencias jurídicas en Tokio experto en adulterio que ha aceptado hablar para El Confidencial, asegura que cada semana acuden a él decenas de personas buscando asesoramiento para casos de infidelidad. “Muchas personas, gran parte de ellas mujeres, no saben qué hacer ante estos casos y buscan ayuda profesional”, afirma Kato.
“Para poder demostrar el adulterio son necesarias algunas pruebas de que se haya producido o se esté produciendo, y eso ha permitido emerger una industria importante en el ámbito legal y paralegal, así como en expertos tecnológicos o detectives privados“, explica Kato.
El experto asegura no incitar a espiar a los cónyuges, pero que les explica que “si accidentalmente encuentra textos del tipo “vamos otra vez de viaje” o imágenes con la persona con la que se sospecha que se está produciendo esta infidelidad, recomendamos a nuestros clientes que tomen fotografías desde su propio terminal móvil”.
Otras de las pruebas que podrían confirmar la supuesta infidelidad de uno de los cónyuges —como sucedió a Shiino— es una fotografía de ambas personas entrando o saliendo de un establecimiento hotelero o de uno de los numerosos Love Hotel que hay en Japón, hoteles por horas dedicados casi exclusivamente a este tipo de encuentros. “En pruebas como estas, los jueces acostumbran a sentenciar el adulterio, aunque a menudo es necesaria la asistencia de un detective privado, cosa que aumenta la factura y, a menudo, no compensa a la víctima”, subraya Kato.
Sexo “comercial”, impune
Según una encuesta publicada en el periódico Japan Times el año pasado, los hombres casados son los que más engañan a sus esposas: casi el 40% de los japoneses casados han confesado haber sido infieles, mientras que el porcentaje de mujeres casadas que lo admitieron fue del 18,1%. La encuesta también reveló que “las mujeres casadas que fueron infieles estaban más interesadas en el sexo (27,6%) que en buscar compañía a su soledad (26%)”. Los hombres que admitieron ser infieles justificaron su adulterio con el hecho de satisfacer un impulso físico, mientras que las mujeres afirmaron estar más involucradas emocionalmente y quizás poner fin a su relación actual.
Según esta misma encuesta, muchos japoneses consideran que la prostitución es más perdonable, ya que es un servicio pagado y sin ningún vínculo emocional. Así mismo lo dictaminó a mediados de la década pasada un tribunal japonés, que sentenció que las relaciones extramatrimoniales están permitidas, siempre y cuando se realicen con “fines comerciales”.
En aquel caso, el Tribunal de Distrito de Tokio se pronunció por la demanda de una mujer que pedía una indemnización a la anfitriona de un club nocturno que mantuvo una relación sexual con su marido. El tribunal dictaminó que la esposa no debería recibir compensación, porque la anfitriona estaba involucrada en el hecho por motivos comerciales: retener al marido como cliente. Este precedente también podría aplicarse a la prostitución, un tipo más directo de transacción comercial sexual, y que por lo visto es más aceptado por la sociedad nipona.