Cómo la derecha europea rompió el Pacto Verde y dejó coja a la ‘mayoría Von der Leyen’

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En verano de 2019, Ursula von der Leyen no convencía a nadie. La desconocida ministra de Defensa de Alemania había sido la solución de compromiso entre Angela Merkel, canciller alemana, y Emmanuel Macron, presidente francés, que evitaba que un socialista, el holandés Frans Timmermans, se hiciera con la presidencia de la Comisión Europea. Pero el Parlamento Europeo, al que se le estaba imponiendo la candidata del eje franco-alemán, se resistía. Von der Leyen acabó haciendo suyas algunas de las ideas clave de Timmermans porque necesitaba los votos de eurodiputados socialistas muy enfadados con la nominación que habían hecho los líderes europeos.

Fue ahí cuando Von der Leyen propuso lanzar un Pacto Verde en los 100 primeros días de su mandato, una idea que bebía de las propuestas que los socialistas europeos (PES) habían decidido en su congreso electoral de Lisboa, en el que habían elegido a Timmermans como su cabeza de lista. Von der Leyen acabó obteniendo los votos necesarios, pero con un margen muy estrecho. Aunque se hubiera volcado en convencer a los eurodiputados de la izquierda con sus promesas ecológicas, la elección de Von der Leyen solamente se salvó por los votos a favor de los húngaros de Fidesz, el partido del autoritario primer ministro Viktor Orbán, por los de los ultraconservadores polacos de Ley y Justicia (PiS) y por los de los eurodiputados antiestablishment, y en general desorientados, del Movimiento 5 Estrellas (M5S).

La cuestión es que a la “gran coalición” de populares, socialistas y liberales, el corazón de su apoyo, se le vino a llamar la “mayoría Von der Leyen”. Y el cemento de esa mayoría, lo que la mantenía unida, era la idea del Pacto Verde. Tanto se volcó la presidenta de la Comisión Europea que, al final, la “mayoría Von der Leyen” tiene un satélite que le presta apoyo externo cuando toca: Los Verdes. De hecho, en las filas ecologistas se encuentran algunos de los mayores admiradores de la presidenta, que admiten que la agenda verde nunca ha avanzado tanto en Europa como cuando la ha abanderado una conservadora alemana.

Von der Leyen habla con la líder socialdemócrata Iratxe García. (EFE)

Pero las protestas de los agricultores que recorren Europa, desde el este, en Polonia, hasta el oeste, en Portugal, España o Irlanda, pasando por las manifestaciones más relevantes, en Alemania y en Francia, están haciendo que, para muchos, se esté escribiendo el epitafio del Pacto Verde, y con ello, se esté dejando coja a una “mayoría Von der Leyen” que tenía en la cuestión climática uno de sus pocos rasgos de unión.

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Todas las protestas agrícolas que se están viviendo en Europa tienen orígenes muy diferentes: en el caso polaco la protesta principal es contra la inundación de bienes agrícolas ucranianos, en Alemania por los recortes de los subsidios provocados por el ajuste presupuestario que ha obligado a hacer el constitucional alemán, y en Francia por la tendencia proteccionista de su campo, que culpa de competencia desleal a Italia o España, pero que también señala a países terceros. Pero todas comparten una característica común: muchos de los manifestantes añaden a sus quejas una acusación contra Bruselas por estar ahogándoles con sus exigencias climáticas.

Las protestas pueden haber saltado a los titulares ahora, pero vienen de lejos. El sismógrafo político europeo identificó las primeras señales de terremoto en marzo de 2023, y un par de eventos clave marcan el camino hasta ahora. Un nuevo partido, llamado Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB, por sus siglas en neerlandés) daba la sorpresa y lograba la victoria en las elecciones municipales de Países Bajos, lo que, además, le daba una importante presencia en el Senado. Durante los próximos meses el campo polaco, afectado por la entrada descontrolada de grano ucraniano en su mercado, empieza a revolverse, primeros síntomas de un malestar que marcaría las elecciones polacas de otoño. Poco después de la victoria del BBB, en mayo, Emmanuel Macron, presidente francés, abrazaba la idea de una “pausa regulatoria”. La Unión Europea había tomado muchas medidas en materia climática, y París las apoyaba, pero el Elíseo mandaba un mensaje claro: suficiente por ahora.

Esas palabras de Macron fueron celebradas en algunos pasillos de Bruselas. Eurodiputados del PPE llevaban meses moviendo la idea de una “moratoria regulatoria”, algo que pasaba al mismo tiempo que el liderazgo de los conservadores europeos, el alemán Manfred Weber, se alejaba de la persona más visible en el partido, la presidenta de la Comisión Europea. Muchos dentro del PPE conspiraban abiertamente contra Von der Leyen, considerándola más cercana a los verdes alemanes que a su propio partido político. Incluso llegaron a mover el nombre de una posible sustituta, la presidenta del Parlamento Europeo, la maltesa Roberta Metsola.

El PPE toma una decisión en mayo que genera ya grietas definitivas entre la familia democristiana y Von der Leyen: se mueven de manera decidida contra dos propuestas legislativas de la Comisión Europea, una sobre la restauración de espacios naturales y otra sobre la reducción de pesticidas. Desde la cúpula del PPE, donde se observa que el campo está empezando a revolverse en países clave para ellos, como es Polonia, pero también que sus rivales en países como Alemania tienen un fuerte voto rural, decide adoptar un nuevo eslogan informal: son el “partido de los agricultores”.

Von der Leyen y su equipo, que han descuidado muchísimo sus relaciones con la cúpula del PPE, saben lo que está pasando. Pero la alemana debe mantener el rumbo. Le queda un año de legislatura y sabe que si en 2019 obtuvo una mayoría fue sobre la promesa del Pacto Verde. En julio, el PPE celebra su congreso anual y consagra la idea de la “pausa regulatoria“, lo que se considera un punto de inflexión en la relación entre la presidenta de la Comisión y la cúpula de los democristianos europeos.

Von der Leyen habla con Weber, líder del PPE. (EFE)

La alemana mantiene el rumbo durante los siguientes meses, pero la situación se descontrola en las primeras semanas de enero. Al mismo tiempo que Von der Leyen decide si se presenta o no a la reelección, la presidenta de la Comisión empieza a recibir una presión enorme por parte del PPE y también de sus verdaderos aliados: los jefes de Estado y de Gobierno. Fueron ellos los que la nominaron, pasando por encima de la Eurocámara, y son ellos los que ahora sufren las consecuencias del cabreo del campo. El socialdemócrata Olaf Scholz en Alemania, Macron en Francia, el primer ministro Alexander de Croo en Bélgica o el holandés Mark Rutte, personas que serán claves para seguir al frente de la Comisión cinco años más.

Al mismo tiempo, las encuestas muestran un escenario muy delicado tras las elecciones europeas de junio de 2024. Proyectan un crecimiento muy importante de los partidos de extrema derecha y ultraconservadores, integrados dentro de Identidad y Democracia (ID) y de los Conservadores y Reformistas (ECR) en la Eurocámara. La “mayoría Von der Leyen” de socialistas, populares y liberales sigue en pie, pero por pocos escaños, y sabe, por su experiencia de 2019, que debe buscar algunos votos más fuera de esa coalición porque habrá eurodiputados díscolos. Von der Leyen, que siempre hace sus cálculos de aritmética política en base más al Consejo Europeo que al Parlamento, tiene que decidir si de cara a las elecciones gira hacia la derecha, y la coalición para su reelección se apoya en algunos sectores de ECR, o si gira hacia la izquierda, y su coalición se apoya sobre votos de los ecologistas.

Es así como el martes de esta semana se presenta ante la Eurocámara y anuncia que retira su propuesta legislativa para recortar el uso de pesticidas. La bancada popular aplaude. Falta un mes para que el PPE se reúna en Bucarest (Rumanía) y corone a su candidato o candidata para las elecciones europeas, y este movimiento de Von der Leyen, que todos consideran como la única candidata posible, facilita mucho las cosas. Horas después, cuando su comisario de Medio Ambiente, el conservador holandés Wopke Hoekstra, presenta la propuesta de la Comisión para el recorte de emisiones para 2040, muchos comprueban con alivio que se ha eliminado en el último momento los requisitos específicos que se habían diseñado para el sector agrícola, al que se le pedía que redujera emisiones de gases contaminantes como el metano.

Algunos se preguntan si el Pacto Verde está ya muerto, especialmente después de las últimas decisiones de Von der Leyen. En la Comisión Europea no lo consideran muerto, pero desde luego se ha paralizado y lo que ocurra a partir de ahora depende mucho de si es políticamente sostenible después de las elecciones europeas de junio de 2024. Para Bruselas, el Pacto Verde Europeo no es solamente un sacrificio por el medioambiente: se trata de una estrategia industrial, de una estrategia de soberanía energética y de una estrategia de crecimiento.

Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en Italia. (EFE)

Pero desde hace muchas semanas se reflexiona sobre los errores cometidos en los últimos años, especialmente en materia de comunicación política. Hay una sensación generalizada de que la Comisión Europea ha fracasado a la hora de transmitir a la población que el escenario posterior del Pacto Verde, que requiere de sacrificios, es mejor que no hacer nada. Las protestas de los campesinos en toda Europa han provocado que en Bruselas por primera vez se sea consciente sobre que se ha perdido el control de la narrativa respecto al Pacto Verde, y que el precio a pagar puede ser muy alto.

Muy pocos creen en la capital comunitaria que el Pacto Verde sea malo, o que no sea la mejor opción para el futuro. Ni siquiera dentro del PPE. Pero sí que hay muchas voces que defienden que no se ha medido bien el precio político a pagar, y que se ha fracasado estrepitosamente a la hora de lograr un respaldo generalizado a la agenda de transformación, algo que se ve en las protestas de los agricultores de estas últimas semanas.

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